Translation for "escarchado" to french
Escarchado
Translation examples
glacial
El aire escarchado les mordió las mejillas y les hizo daño en las orejas.
L’air glacial leur mordit les joues et leur brûla les oreilles.
Había sido una mañana fría, clara y escarchada, y un buen fuego ardía en la rejilla.
La matinée, avec son ciel limpide, avait été très froide, glaciale même, et un bon feu s’épanouissait dans la cheminée.
En seguida adoptó un aspecto escarchado, a medida que la humedad del aire se condensaba en sus superficies heladas.
Rapidement, il se couvrit de givre, comme l’humidité de la salle se condensait sur sa surface glaciale.
Había sido una mañana fría, clara y escarchada, y había ordenado que se encendiera un buen fuego en el dormitorio de la princesa para que pudiera vestirse.
La matinée, avec son ciel limpide, avait été très froide, glaciale même et Madame Quantock avait fait allumer un bon feu dans la chambre de la princesse pour qu’elle pût faire sa toilette confortablement.
Ni hablar. —Brand le enseñó los dos lados de la espada, el brillo escarchado de los filos que había pulido y pulido desde el primer amago de luz—. No vaciles.
(Brand lui montra les deux côtés de l’épée dont le tranchant, poli depuis les premières lueurs de l’aube, étincelait d’une lueur glaciale.) N’hésite pas.
Entre las sacerdotisas, y toda de negro ahora como ellas, caminaba la niña, pisando solemnemente con los piececitos descalzos las hierbas escarchadas y las piedras heladas.
Au milieu des prêtresses, et maintenant tout en noir comme elles, marchait l’enfant, foulant solennellement de ses petits pieds nus les herbes gelées, les pierres glaciales.
Gregor Martin asoma la cabeza escarchada a la puerta del iglú. —Tenemos visitantes —dice, frotándose la cara para desprender el hielo—. ¡Salid de prisa! La noche es gélida. Parece que caen carámbanos del cielo.
Gregor Martin, qui a passé la tête par l’ouverture du hublot, annonce : – Nous avons des visiteurs. Dépêchez-vous de sortir. La nuit est glaciale, la température est descendue à quarante-cinq degrés en dessous de zéro.
Peg se deslizaba por la habitación como una nube y mi madre leía en voz alta «El lector» de Wallace Stevens. En la página del lector de Stevens no hay palabras, tan sólo «el rastro de estrellas ardientes / en el cielo escarchado».
Peg erra, solitaire comme un nuage, et ma mère lut à haute voix “Le lecteur”, de Stevens, qui se termine ainsi : “Rien d’imprimé sur les sombres pages / Que la trace d’étoiles embrasées / Dans le ciel glacial.”
Parece que Juan Maltiempo ha vuelto a quedarse dormido, muy cansado estará cuando duerme con este frío, y ha escarchado, golpea con los pies el suelo y resuena el ruido multiplicado en ecos por el espacio helado, a ver si viene ahora un policía a detenerme otra vez por turbar el descanso de los vecinos, entonces Juan Maltiempo coge el saco y la maleta y desanda el camino, calle abajo, apenas puede con los pies, cojea, recuerda vagamente que la estación queda a la izquierda, pero teme perderse y por eso pregunta a un hombre que pasa, y éste le dice, Va bien, y añade unas explicaciones, menos mal, Juan Maltiempo coge la maleta y el atadijo con las manos entumecidas y se dispone a seguir, pero el otro le pregunta, Quiere que le ayude, aquí podríamos temblar ante la aventura, sabe Dios si será un ladrón este viandante y trama ya robarle al labriego sus bienes, no sería difícil, hasta de noche se ve que apenas puede con su cuerpo, No señor, gracias, dice Juan Maltiempo educadamente, y el otro no insistió, resulta que no es un maleante, y se limita a preguntar, Ha estado en la cárcel, tiene todo el aire de acabar de salir, y nosotros que conocemos a Juan Maltiempo y sabemos qué sensible es a las buenas palabras, ya estamos oyéndole contar todo, que estuvo seis meses en Caxias y de allí viene, lo han dejado aquí y tiene que volver a su aldea, a Monte Lavre, en el concejo de Montemor, soy alentejano, sí señor, no sabe si hay barco a esta hora, ni tren, Voy a ver a la estación, no, no tiene dónde dormir, una hermana está sirviendo, Pero no quiero molestar, los señores podrían enfadarse, y el otro pregunta, es un hombre curioso, Y si no hay barco ni tren, dónde va a dormir, y Juan Maltiempo responde sencillamente, Pasaré la noche en la estación, habrá algún banco, lo malo es el frío, pero ya estoy acostumbrado, gracias por su atención, y dicho esto se aleja, pero el otro dice, Voy hasta allí con usted, déjeme el saco, se lo llevo yo, y Juan Maltiempo que duda, pues si viene de estar seis meses con hombres de humanidad, que cuidaron de él, le enseñaron cosas, le dieron tabaco y dinero para el viaje, parecería mal que ahora desconfiase, dejó el saco en manos del otro, a veces la ciudad tiene espectáculos así, allá van los dos, bajan lo que falta de calle, y luego la gran plaza, a lo largo de las arcadas, y después la estación, Juan Maltiempo tiene dificultades para entender los horarios, aquellos números minúsculos, y el hombre le ayuda, recorre con el dedo las columnas, no, no hay tren hasta mañana por la mañana, y al oír esto ya está Juan Maltiempo buscando un lugar donde enroscarse, pero el hombre le dice, Está usted cansado y se ve que tiene hambre, venga a dormir a mi casa, allí come un plato de sopa y descansa, si se queda aquí va a morirse de frío, estas palabras fueron dichas, nadie cree que cosas como éstas puedan ocurrir, y es verdad verdadera, Juan Maltiempo sólo supo responder, Muy agradecido, es una obra de misericordia, aquí cantaría hosanna el padre Agamedes, daría vivas a la bondad de los hombres, tiene toda la razón el cura, este hombre que lleva el saco a cuestas merece todas las loanzas, aunque no sea un hombre de misa, no es que él lo haya dicho, son cosas que el narrador sabe, aparte de otras que no vienen al caso, pues esta historia es del latifundio y no de la ciudad. El hombre es mayor que Juan Maltiempo, pero más fuerte y más ligero de piernas, por eso tiene que moderar su marcha para acompañar el paso doloroso del resucitado, y para animarlo dice, Vivo aquí cerca, en Alfama, y vuelve hacia la calle de la Alfándega, cobró ánimo Juan Maltiempo, luego se metieron por callejuelas húmedas y escarpadas, húmedas, con este tiempo no es sorprendente, una puerta, una escalera estrechísima, una buhardilla, Buenas noches, Ermelinda, este señor duerme en casa esta noche, mañana se irá a su tierra y no tiene dónde quedarse, y Ermelinda es una mujer gorda que abre la puerta como si estuviera abriendo los brazos, Entre, y Juan Maltiempo, perdonen los exquisitos y los que sólo cuidan y estiman los grandes lances dramáticos, la primera sensación que tiene es el olor a comida, una sopa de verdura y habichuelas que ha estado hirviendo, y el hombre le dice, Póngase a gusto, y luego, Cómo se llama, Juan Maltiempo ya está sentado y le entra en el cuerpo una fatiga repentina, pero dice el nombre y el otro responde, Yo me llamo Ricardo Reis, y mi mujer Ermelinda, son nombres de personas, es lo que sabemos de ellas, poco más, y también estos platos de sopa sobre la mesa de la cocina, Coma lo que quiera, ya ha ido disminuyendo el frío, finalmente Lisboa es tierra suave, esta ventana mira al río, hay unas lucecitas de barcos, en la otra orilla son más escasas, quién diría que un día, vistas desde aquí, serán una fiesta, Beba un vaso más, y quizá también por esto, por el nuevo vaso de vino espeso que ha bebido, sonríe tanto Juan Maltiempo, hasta cuando cuenta lo que le ha pasado en la cárcel, y es ya tarde cuando acaba, se cae de sueño, está Ricardo Reis muy serio y Ermelinda Reis se enjuga los ojos, y entonces le dicen, Ahora váyase a dormir, que ya es hora, tiene que descansar, y Juan Maltiempo ni se da cuenta de que la cama es de matrimonio, oye pasos en el corredor, pero no son los de la guardia, no son los de la guardia, no son los de la guardia, y, libre, se queda dormido.
On dirait que João Mau-Tempo s’est rendormi, il doit être très fatigué, parvenir à dormir par ce froid, il est même gelé, il frappe le sol de ses pieds et le bruit résonne, multiplié en échos dans l’espace glacial, un policier va peut-être venir et l’arrêter de nouveau pour avoir troublé la tranquillité publique, alors João Mau-Tempo empoigne son sac et sa valise et descend la rue, il tient à peine sur ses pieds, il boite, il a le vague souvenir que la gare est sur sa gauche, mais il a peur de s’égarer, il se renseigne donc auprès d’un passant qui lui dit, Vous êtes sur le bon chemin, et il ajoute quelques explications, heureusement pour João Mau-Tempo qui agrippe plus vigoureusement la poignée de la valise et le nœud du sac avec ses mains engourdies et il s’apprête à poursuivre sa route, mais l’autre demande, Voulez-vous que je vous aide, ici nous tremblerions devant cette aventure, qui sait si ce passant n’est pas un filou qui songe déjà à voler le paysan, ce serait si facile, bien qu’il fasse nuit on voit bien que son corps est épuisé, Non monsieur, merci beaucoup, dit João Mau-Tempo poliment, et l’autre n’insiste pas, finalement ce n’est pas un détrousseur, il demande simplement, Vous avez fait de la prison, vous en avez tout l’air, et nous qui connaissons João Mau-Tempo et savons combien il est sensible aux paroles gentilles, nous l’entendons déjà tout raconter, qu’il a passé six mois à Caxias et qu’il vient de là-bas, on l’a relâché ici et il doit s’en retourner dans son village, à Monte Lavre, district de Montemor, je suis de l’Alentejo, oui, monsieur, vous ne savez pas s’il y a un bateau à cette heure ou un train, Je vais aller voir à la gare, Non, je n’ai pas où dormir, une sœur à moi est bonne à tout faire, mais je ne veux pas la déranger, ses patrons pourraient se fâcher, et l’autre demande, c’est un homme curieux, Alors s’il n’y a ni bateau ni train, où dormirez-vous, et João Mau-Tempo répond avec simplicité, Je passerai la nuit dans la gare, il doit bien y avoir un banc là-bas, le pire c’est le froid qu’il fait, mais j’y suis déjà habitué, merci beaucoup de votre amabilité, et ayant terminé il s’éloigne, mais l’autre dit, Je vous accompagne là-bas, laissez-moi voir votre sac, je vous aide, et João Mau-Tempo, qui hésite, il vient de passer six mois avec des hommes plein d’humanité qui se sont occupés de lui, qui lui ont enseigné des choses, qui lui ont donné du tabac, de l’argent pour le voyage, il serait malvenu de se montrer méfiant, il tend donc le sac à l’autre, parfois la ville offre des spectacles de ce genre, tous deux se mettent en route, descendent les dernières rues, puis c’est la vaste esplanade le long des arcades, ensuite la gare, João Mau-Tempo a du mal à comprendre le tableau des horaires, les chiffres minuscules, l’homme l’aide, parcourt les colonnes du doigt, Non, il n’y a pas de train avant demain matin, en entendant ça João Mau-Tempo cherche déjà un endroit où pouvoir se pelotonner, mais l’homme lui dit, Vous êtes fatigué et on voit que vous avez faim, venez dormir chez moi, vous y mangerez une assiettée de soupe et vous vous reposerez, si vous restez ici vous allez mourir de froid, voilà ce qu’il dit, personne ne croit que pareille chose puisse arriver, or c’est la vérité vraie, João Mau-Tempo ne put que répondre, Merci beaucoup, c’est une œuvre de miséricorde, ici le père Agamedes chanterait hosanna, pousserait des vivats en l’honneur de la bonté des hommes, le curé a tout à fait raison, cet homme qui porte le sac sur son dos mérite des louanges, même s’il n’est pas une personne à fréquenter les églises, non pas qu’il l’ait dit, mais ce sont des choses que le narrateur sait, sans parler d’autres, qui n’ont rien à voir ici, car cette histoire concerne le latifundium et pas la ville. L’homme est plus âgé que João Mau-Tempo, mais plus vigoureux et plus ingambe, il doit donc ralentir sa marche pour s’adapter au pas douloureux du ressuscité et pour l’encourager il dit, J’habite près d’ici, dans l’Alfama, et déjà il a tourné dans la rue de l’Alfândega, João Mau-Tempo a repris courage, ensuite ils se sont engagés dans des ruelles humides et escarpées, humides, pas étonnant avec ce temps, une porte, un escalier très étroit, une mansarde, Bonsoir, Ermelina, ce monsieur couchera ici cette nuit, il retourne demain dans son village et n’a pas où dormir.
Las ventanas están escarchadas.
Les vitres s’embuent de givre.
Las canas no lo han escarchado.
Le givre gris ne les a pas touchés.
Las ventanas de las cabañas estaban escarchadas.
Leurs fenêtres, à eux, devaient être givrées.
—¡Tenés los cabellos escarchados por el fuego!
– Tu as les cheveux givrés par le feu !
«Escarchadas, mejor», debería haber rematado yo.
« Plutôt givrées », aurais-je dû conclure.
El aliento escarchado de las ovejas se derramaba sobre los pastos.
Les moutons aspergeaient l’herbe de leur haleine givrée.
Estaba Garza con las vendas de la cabeza escarchadas.
Garza avait la tête enveloppée d'un bandage blanc bordé de givre.
Sus labios agrietados están escarchados con piel muerta.
Ses lèvres gercées s’ornent d’un givre de peaux mortes.
¿Serían inocentes los frunces y los pliegues de sus flores escarchadas?
Innocentes, les lèvres et les fentes de ses fleurs givrées, non ?
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