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Translation examples
verb
verb
¿Entonces fueron sus agentes los que se bebieron todo?
So it was your officers who imbibed all that liquor?
Cei y muchos otros bebieron libremente y se desmayaron durante la danza de las guirnaldas.
Cei and several others imbibed freely and passed out during the garland dances.
Bebieron vinos que tenían el gusto seco de las piedras de chispa y el olor de la pólvora.
The wines had the dry smack of gunflint and the bouquet of powder, and the company imbibed freely.
Dieron un paseo después del almuerzo a través de la finca Pittville hasta la enorme Pump Room neoclásica en la cima del parque, y bebieron un trago del agua de gusto salobre bajo su cúpula resonante.
They took a walk after lunch, through the Pittville estate to the huge neoclassical Pump Room at the summit of the park, and imbibed a little of the brackish-tasting water under its echoing dome.
verb
Y luego, su padre compró todo el trago que no se bebieron.
And then, her father bought all that booze that nobody drank.
El Profesor siguió largando sin parar hasta que se quedó sin público; los asistentes tomaron las riendas del asunto y bebieron por la memoria de Rango durante el tiempo en que aún hubo algo que beber, diciendo simplemente “Adiós y buena suerte, Rango, compañero del alma”.
The Professor rambled on until he lost his audience, who took affairs into their own hands, and drank toasts to Rango as long as the booze held out, with simple cries of ‘Good luck and good-bye, Rango old pal.’
Siempre que la llamaba, hacía lo posible para sacarla del bache y animarla a pensar en otra cosa distinta del desaparecido Ed, porque mirar atrás ya no tenía sentido, consideraba él, no cabía más que sacarla del agujero de la bebida haciendo chistes a costa de la desesperación y del poco Edificante Ed, del Edematoso Ed, diciéndole que no se preocupara porque él, Ferguson, su antiguo alumno, iba a rescatarla, y si no quería que la rescataran, tendría que cerrar con cerrojo la puerta de su casa o marcharse de la ciudad, porque iba a hacerlo tanto si ella quería como si no, y de pronto los dos se echaban a reír y la nube se disipaba lo suficiente para que Evie se pusiera a hablar de cosas en vez de seguir aislada en el salón de la planta baja con una botella de whisky, pasando las noches sin amor en la casa pareada en que vivía en una manzana de frondosos y ondulantes árboles de East Orange, la casa a la que Ferguson había hecho ocho o diez visitas en el verano, y que ahora, según sabía perfectamente, era uno de los pocos sitios del mundo donde se sentía única y enteramente tal como era, y cada vez que la llamaba pensaba en aquellas visitas de verano y en la noche en que los dos bebieron demasiado y estaban a punto de acostarse juntos cuando sonó el timbre y el chico de la acera de enfrente preguntó si podían prestar a su madre una taza de azúcar.
Whenever he called her, he did what he could to pull her out of the doldrums and take her mind off the departed Ed because there was no point in looking back anymore, he felt, nothing for it but to jostle her out of her booze-hole by poking fun at Ed-ness, deadness, and despair, telling her not to worry because he, Ferguson, her former student, was coming to the rescue, and if she didn’t want to be rescued she should lock the doors of her house or get out of town, because he was coming whether she liked it or not, and all at once the two of them would be laughing and the cloud would lift just long enough for her to start talking about other things besides sitting alone in the downstairs parlor with a bottle of scotch, the loveless nights in her half of the two-family house where she lived on a block of tall, undulating shade trees in East Orange, the half-house Ferguson had visited eight or ten times during the summer and knew well enough by now to have learned that it was one of the few places in the world where he felt utterly and only himself, and every time he called her he would think about those summer visits and the one night when they both drank too much and were on the verge of going to bed together when the doorbell rang and the little boy from across the street asked if his mother could borrow a cup of sugar.
La persona a quien antes se dirigía como señora Monroe y a la que ahora llamaba Evie, la abreviatura de Evelyn que empleaban con ella sus amigos, había vuelto al instituto Columbia para seguir con sus diversas clases de inglés y supervisar la nueva cosecha de redactores de la revista literaria estudiantil, pero las cosas habían tomado un incierto giro para ella cuando a primeros de septiembre su novio de los tres últimos años, un analista político del Star-Ledger llamado Ed Southgate, dio bruscamente por terminada su relación y volvió con su mujer, y ahora Evie estaba con la moral baja y demasiado dolida para que algo le saliera bien, pasando las tardes de los fines de semana con un vaso de whisky en la mano y escuchando rayados discos de blues de Bessie Smith y Lightnin’ Hopkins, y coño, pensaba Ferguson una y otra vez mientras los árboles cambiaban de color y las hojas empezaban a caer al suelo, cuánto le podía doler el alma a aquella mujer. Siempre que la llamaba, hacía lo posible para sacarla del bache y animarla a pensar en otra cosa distinta del desaparecido Ed, porque mirar atrás ya no tenía sentido, consideraba él, no cabía más que sacarla del agujero de la bebida haciendo chistes a costa de la desesperación y del poco Edificante Ed, del Edematoso Ed, diciéndole que no se preocupara porque él, Ferguson, su antiguo alumno, iba a rescatarla, y si no quería que la rescataran, tendría que cerrar con cerrojo la puerta de su casa o marcharse de la ciudad, porque iba a hacerlo tanto si ella quería como si no, y de pronto los dos se echaban a reír y la nube se disipaba lo suficiente para que Evie se pusiera a hablar de cosas en vez de seguir aislada en el salón de la planta baja con una botella de whisky, pasando las noches sin amor en la casa pareada en que vivía en una manzana de frondosos y ondulantes árboles de East Orange, la casa a la que Ferguson había hecho ocho o diez visitas en el verano, y que ahora, según sabía perfectamente, era uno de los pocos sitios del mundo donde se sentía única y enteramente tal como era, y cada vez que la llamaba pensaba en aquellas visitas de verano y en la noche en que los dos bebieron demasiado y estaban a punto de acostarse juntos cuando sonó el timbre y el chico de la acera de enfrente preguntó si podían prestar a su madre una taza de azúcar.
The person he had once called Mrs. Monroe and now addressed as Evie, the short form of Evelyn she was known by to her friends, was back at C.H.S. doing her stuff in front of her several English classes and overseeing the new crop of editors in charge of the student literary magazine, but things had taken a rocky turn for her in early September when her boyfriend of the past three years, a political journalist at the Star-Ledger named Ed Southgate, had abruptly called off their affair and gone back to his wife, and Evie was down and feeling too much pain for her own good, spending the late weekend hours with a glass of scotch in her hand listening to scratchy blues records by Bessie Smith and Lightnin’ Hopkins, and hell, Ferguson kept thinking to himself as the trees changed color and leaves started falling to the ground, how that woman’s big soul could ache. Whenever he called her, he did what he could to pull her out of the doldrums and take her mind off the departed Ed because there was no point in looking back anymore, he felt, nothing for it but to jostle her out of her booze-hole by poking fun at Ed-ness, deadness, and despair, telling her not to worry because he, Ferguson, her former student, was coming to the rescue, and if she didn’t want to be rescued she should lock the doors of her house or get out of town, because he was coming whether she liked it or not, and all at once the two of them would be laughing and the cloud would lift just long enough for her to start talking about other things besides sitting alone in the downstairs parlor with a bottle of scotch, the loveless nights in her half of the two-family house where she lived on a block of tall, undulating shade trees in East Orange, the half-house Ferguson had visited eight or ten times during the summer and knew well enough by now to have learned that it was one of the few places in the world where he felt utterly and only himself, and every time he called her he would think about those summer visits and the one night when they both drank too much and were on the verge of going to bed together when the doorbell rang and the little boy from across the street asked if his mother could borrow a cup of sugar.
verb
Chocaron las botellas y bebieron un trago de la cerveza mexicana.
They clinked bottles and took a swig of the Mexican brew.
Ambas bebieron un sorbo de CocaCola y añadieron al resto del refresco una generosa dosis de whisky.
They each took a swig out of their Cokes and poured in a shot of sour mash.
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