Translation for "infantilizada" to french
Infantilizada
Translation examples
El gemido del alma infantilizada.
Le gémissement de l’âme infantilisée.
Ni nadie se sentía nunca ni infantilizado, ni manipulado ni estafado.
Jamais, non plus, on ne se sentait infantilisé, ni manipulé, ni trompé.
Peter Gaşpar se siente otra vez infantilizado, dando palos de ciego en medio de lo desconocido.
Peter Gaşpar se sent de nouveau infantilisé, tâtonnant dans l’inconnu.
Precisamente ese imperativo sacralizado «¡Di la verdad!», ese decimoprimer mandamiento, a cuya fuerza no supieron resistir, los convirtió en masas de miserables infantilizados.
C’est justement cet impératif sacralisé, « ne mens pas ! dis la vérité ! », ce onzième commandement à la force duquel ils n’ont pas su résister, qui les a transformés en un cortège de pauvres types infantilisés.
Esta actitud era frecuente entre los críos en Madame Tussauds, en realidad ese museo está concebido desde hace tiempo para ellos y para los adolescentes, lo que equivale a decir para las grandes masas infantilizadas del universo, que siguen yendo en aumento.
C’était là un comportement assez fréquent chez les jeunes visiteurs du musée, conçu de longue date pour eux et pour les adolescents, autant dire pour les multitudes infantilisées qui ne cessent d’augmenter de par l’univers.
A Gauvain le va a encantar, porque el hotel está atravesado por un monorraíl, una especie de metro aéreo suspendido que recorre el Hall y el Gran Salón cada ocho minutos, llevando a cuestas su carga de familias infantilizadas que acuden a divertirse con la misma seriedad con la que se va a trabajar.
Gauvain va adorer parce que l'hôtel est traversé par un monorail, sorte de métro aérien suspendu, qui parcourt le Hall et le Grand Salon toutes les huit minutes, trimballant sa cargaison de familles infantilisées qui vont s'amuser avec le même sérieux que l'on va travailler.
era una voz de niño, o de mujer infantilizada, como por otra parte lo está todo el mundo cuando llora sin poder evitarlo hasta el punto de no poder articular ni alentar apenas, cuando se trata de un llanto estridente y continuo e indisimulable que está reñido con la palabra y aun con el pensamiento porque los impide o excluye más que sustituirlos -los traba-, y esa voz cuyo mensaje aflictivo era aún más antiguo que la tanda anterior porque le faltaba asimismo el comienzo -más antiguo que el mío melifluo y que el del hombre opresor con la voz de zumbido-, decía esto de vez en cuando en medio del llanto, o incorporado al llanto como si fuera tan sólo una más de sus tonalidades: "… por favor… por favor… por favor…', esto decía y lo decía enajenadamente, no tanto como imploración verdadera que confía en causar un efecto cuanto como conjuro, como palabras rituales y supersticiosas sin significado que salvan o hacen desaparecer la amenaza.
c’était une voix d’enfant ou de femme infantilisée, comme d’ailleurs chacun peut l’être quand il pleure au point de ne pouvoir articuler ni reprendre son souffle, lorsqu’il s’agit de pleurs stridents et continus et indissimulables luttant contre la parole et la pensée qu’ils empêchent et excluent — qu’ils entravent — au lieu de s’y substituer, et cette voix dont le message affligeant était encore plus ancien que la couche précédente car il y manquait également le début — plus ancien que le mien, mielleux, et que celui de l’homme oppresseur à la voix de bourdon — disait au milieu des pleurs, ou incorporé aux pleurs comme si c’en était une tonalité : « … s’il te plaît… s’il te plaît… s’il te plaît… », elle le disait sur un ton monocorde, moins comme une imploration véritable qui compte produire un effet que comme une conjuration, comme des mots rituels et superstitieux dénués de sens mais qui sauvent ou font disparaître la menace.
en la segunda buscó indicios del recuerdo de ella que estaba invocando mientras alguien pulsaba el disparador de la cámara: la larga mesa llena de gente y de platos de comida, al sol cálido del mediodía de octubre, las caras ya remotas, la vida familiar que entonces parecía una sentencia a cadena perpetua y ahora había desaparecido sin rastro: don Francisco de Asís, doña Cecilia, las tías solteras, sonrientes y mustias, idiotizadas o infantilizadas por la soltería y la vejez, el tío cura, hinchado dentro de la sotana como en una tripa de embutido (qué habría sido de él: habría tenido tiempo de esconderse, si el estallido de la guerra lo sorprendió en Madrid, habría yacido corrompiéndose al sol y cubierto de moscas en alguna cuneta), el cuñado Víctor, con su cara turbia de agravio, sus dos hijos, Lita sonriendo sin reserva a la cámara y Miguel con su expresión de fragilidad y timidez, y Adela, cerca de ellos, una mujer madura de pronto, más envejecida y ancha en esa foto que en el recuerdo, inclinada hacia él, su marido, con el gesto idéntico de las fotografías más antiguas, sólo que ahora atenuado, un gesto que es una costumbre y sobrevive a los cambios irreversibles en el estado de ánimo, como si el cuerpo aún no hubiera aprendido lo que ya sabe la conciencia, que ese apoyo físico que se busca y parece encontrarse ya es ilusorio, y que las cosas han cambiado sin remedio aunque las apariencias se mantengan idénticas.
la longue table encombrée de convives et de plats, le soleil chaud de la mi-journée d’octobre, les visages déjà lointains, la vie familiale qui lui paraissait alors une condamnation à l’enchaînement éternel et qui maintenant avait disparu sans laisser de traces : don Francisco de Asís, doña Cecilia, les tantes, vieilles filles souriantes et timides, abêties ou infantilisées par le célibat et la vieillesse, l’oncle curé gonflé dans sa soutane comme dans la peau d’une saucisse (qu’était-il devenu : avait-il eu le temps de se cacher ; si le déclenchement de la guerre civile l’avait surpris à Madrid, il avait dû rester à se décomposer au soleil, couché dans un fossé et couvert de mouches), Victor, le beau-frère, le visage confus et offensé, ses deux enfants, Lita souriant sans réserve à l’appareil et Miguel, l’air fragile et timide, et auprès d’eux Adela, devenue soudain une femme mûre, plus âgée, la silhouette plus épaisse sur cette photo que dans son souvenir, penchée vers lui, son mari, dans la même attitude que sur des photographies plus anciennes, mais à présent estompée, une attitude habituelle et qui survit aux changements irréversibles de son état d’esprit, comme si le corps n’avait pas encore appris ce que sait la conscience, à savoir que ce contact physique qu’on cherche et qu’on semble trouver est désormais illusoire et que les choses ont changé sans recours, même si les apparences demeurent identiques.
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