Similar context phrases
Translation examples
Scheherazade, muy erguida, se quedó ensimismada.
Shéhérazade, concentrée et érigée.
El sexo del hombre estaba erguido como un avión que levanta vuelo.
Le sexe de l’homme était érigé comme un avion qui s’envole.
Había una cruz erguida en el parking de empleados, hacia los arboles, donde la tierra hacía de tumba.
Il y avait bel et bien une croix érigée derrière le bar, juste à la lisière de la forêt, devant le rideau d’arbres, là où la terre succédait au gravier.
Metes la mano bajo la gabardina para rascártelo con el dedo corazón erguido, sólo para que quien venga detrás sepa que lo sabes. ¿Qué trama Blue?
Tu mets une main sous ton manteau pour te gratter avec ton index érigé, simplement pour que quiconque se trouvant derrière toi sache que tu sais. Que manigance Blue ?
Mirad una mezquita cualquiera y veréis que cada cúpula es una copia del pecho de la mujer, con su pezón erguido en dirección al cielo, y cada minarete una representación del órgano masculino, también alegremente erecto.
Regardez n’importe quel masjid, vous verrez dans le dôme une représentation fidèle du sein féminin avec son mamelon fièrement érigé vers le ciel, et dans le minaret une image vivante de l’organe viril du mâle tout aussi joyeusement raidi.
A lo largo de la pared circular de la gigantesca rotonda, erguidos con el mismo desafío orgulloso que posiblemente habían mostrado en vida, estaban las estatuas de los gobernantes muertos, cada una de ellas encarada al centro de la cámara, donde había un extraño altar que se alzaba con la forma de una serpiente enrollada.
Des fresques, sur la paroi circulaire, vantaient pour l’éternité leurs plus hauts faits d’armes et leurs titres de gloire. Les statues à leur effigie faisaient face au centre de la salle et à l’étrange autel en forme de serpent lové érigé au milieu.
Cerca de su carromato azul intenso la mujer había levantado un pequeño recinto con una pared de lona de ocho pies de altura para lanzar las flores nocturnas, y se puso erguida al tiempo que dirigía una mirada fulminante hacia allí cuando Mat alzó el faldón de la entrada y se metió en el interior.
Près de sa roulotte bleu vif elle avait érigé un petit enclos, de huit pieds de haut, pour lancer ses fleurs nocturnes. Elle se redressa, les yeux flamboyants, quand il souleva le rabat et se baissa pour entrer.
Detrás de él se encontraba Semirama, completamente inmóvil, y los dos contemplaban la figura erguida de Tualua. El techo se había abierto sobre sus cabezas e, incluso ante la atenta mirada de Dilvish y sus compañeros, una serie de dedos gigantescos penetraron por él, se doblaron, se apoderaron de una parte del tejado, lo arrugaron con un único movimiento y lo echaron a un lado.
Derrière lui Sémiramis, parfaitement immobile. Tous deux contemplaient la forme érigée de Talua. Le plafond était éventré, et nos trois compagnons virent des doigts gigantesques s’intro­duire dans l’ouverture, se recourber, saisir un coin du plafond, le broyer d’un seul geste et l’écarter.
Por lo tanto, concluyó, mientras que la virilidad genital, vergonzosamente oculta en la oquedad más baja y remota del cuerpo, atrae al animal hacia la tierra, la cornamenta, su expresión sublimada y erguida hacia el cielo, le rodea de un resplandor que impone respeto, incluso al ciego ardor de los más jóvenes.
Ainsi, conclut-il, alors que la virilité génitale honteusement tapie au creux le plus bas et le plus reculé du corps, tire la bête vers la terre, la ramure, son expression sublimée et érigée en plein ciel, l’enveloppe d’un rayonnement qui en impose même à l’ardeur aveugle des plus jeunes.
Aquél era el liso abdomen de Margot, sus pequeños pechos erguidos sobre los grandes pectorales, los pezones duros apuntando al chorro, las ingles de Margot, nudosas en el lugar donde el tronco se unía a los muslos, y eso tenía que ser la raja de Margot, enmarcada por una cresta rubia estrecha y desmochada con mimo.
Oui, c’était le ventre plat de Margot, ses petits seins érigés sur ses puissants pectoraux dont les tétons pointaient sous les gouttes impétueuses, son bas-ventre bosselé entre l’abdomen et le haut des cuisses. Et ce devait être sa chatte, là, émergeant de la courte toison blonde sévèrement taillée.
—¡Mantenedlo erguido!
— Maintenez-le debout !
Sobre una pierna, pero erguida.
Sur une jambe, mais debout.
Eran ellas las que la mantenían erguida.
C’étaient eux qui la faisaient tenir debout.
– Erguidos – le corrigió Trillian. – Pues cadáveres erguidos – prosiguió Zaphod – en este desolado…
— Debout ! rectifia Trillian. — Euh… morts debout, dans ce lugubre…
Una vez erguido, tiritaba.
Une fois debout, il vacilla.
Trataba de mantenerse erguida.
Elle essayait de tenir debout.
Es el pilar que lo mantiene erguido.
C’est la colonne qui le tient debout.
Janet está erguida y dispuesta a todo.
Janet est debout, prête à tout.
Erguida sobre él está la yegua negra.
Debout au-dessus de lui se trouve la jument noire.
Solo Soraya permaneció erguida.
Seule Soraya resta debout.
Se raja primero, menea la cabeza y retrocede, con el dedo erguido:
Il décroche le premier, secoue la tête et recule, le doigt en érection :
—¡Señoras y señores! —gritó a un micrófono grande e inalámbrico cuya forma hizo pensar a Støp en un pene robusto y erguido.
« Mesdames et messieurs ! » cria-t-il dans un gros micro sans fil dont la forme rappela à Støp un énorme pénis en érection.
Me enseñó canciones de cada país, de Italia, de la Galia y del blanco Norte, antiguas canciones de Oriente; extrañas melodías errantes que habían llegado al oeste, dijo, desde las islas de Oriente con los hombres de la antigüedad que habían levantado las piedras erguidas, hombres que hablaban de ciencias olvidadas, de las que sólo quedaban las canciones. No creo que él considerara dichas canciones nada más que como cantos de antiguas magias, relatos poéticos, pero cuanto más pensaba yo en ellas, más claramente me hablaban ellas a mí, me hablaban de hombres que realmente habían existido y que las habían creado cuando levantaban las grandes piedras para marcar el Sol y la Luna y para dedicarlas a sus dioses y a los reyes gigantes de la antigüedad. Una vez dije algo de esto a Tremorino, que era tan inteligente como amable y que siempre encontraba tiempo para dedicármelo; pero se rió y lo olvidó pronto.
Il m’enseigna des chansons de tous les pays, d’Italie, de Gaule et du Grand Nord, et d’autres plus anciennes venues d’Orient – des airs étranges, lancinants, originaires d’îles orientales et apportés à l’ouest, disait-il, par les hommes qui avaient jadis dressé les pierres levées. Ces ballades parlaient de sciences oubliées depuis longtemps… sauf dans les chansons. Je ne crois pas que lui-même les considérait comme autre chose que de la magie ancienne, des fables de poètes. Pourtant, plus j’y pensais, plus j’étais persuadé qu’elles me parlaient d’hommes qui avaient vraiment existé et de travaux qu’ils avaient vraiment exécutés, comme par exemple l’érection de ces grandes pierres pour repérer le soleil et la lune ou offrir quelque chose en hommage à leurs dieux et aux rois géants d’autrefois. J’y fis allusion une fois devant Tremorinus – cet homme aussi gentil qu’intelligent qui, généralement, me consacrait du temps –, mais il écarta le sujet en riant.
(pero no vas a contar ahora tu vida, no vas, de esta manera neutra, como si describieses un experimento químico, a contar la historia de Pedralbes, no vas a describir ahora la lujosa y barroca mansión situada no lejos de la antigua propiedad de los Güell construida por Gaudí y de la que aún queda el pabellón circular de la entrada, en el cual, después de una función de ópera en el Liceo, el dueño invitaba a las damas y caballeros de la buena sociedad barcelonesa a asistir a las salidas de los sementales de su cuadra, y estas damas y caballeros con vestidos y trajes de noche se instalaban en la galería circular que dominaba el ruedo central, y veían entrar a las yeguas que iban a ser entregadas al semental, sujetado éste desde arriba por una soga que un palafranero podía utilizar para refrenar los ardores del caballo, en el caso de que esos ardores arriesgaran lastimar a una potranca demasiado estrecha, y las damas lanzaban gritos agudos, reían con risa histérica y complacida al ver al semental encabritarse, erguido el miembro como una maza de bronce reluciente de borboteante esperma, montando a las yeguas unas tras otras, entre el ruido infernal de sus cascos golpeteando el suelo de arena dura, de sus ensordecedores relinchos que hacían estremecerse la amelocotonada piel de las damas escotadas, las cuales abrían frenéticamente las piernas para que sus maridos o amantes deslizaran entre ellas dedos ávidos; pero no vas a describir ahora la mansión de Pedralbes, sus cuartos de baño de estilo romano, semejantes a los del viejo Ritz de Barcelona, en los que había que descender varios peldaños para sumergirse en bañeras profundas como piscinas, sus invernaderos, sus muebles rococó, no vas a recordarnos ahora que tía Inés adoraba los tangos y que había en su casa una doncella cuya única función era ocuparse de un gramófono que durante mucho tiempo había sido manual, de cuerda, pero que ahora era eléctrico y en el que giraban incansablemente discos de tangos argentinos cuya música se difundía por toda la casa mediante un sistema de altavoces; no vas a revelarnos ahora que era Caminito el que se oía aquel día en que tía Inés —tenía veintiocho años entonces— te descubrió en el cuartito trastero en que se colocaban los cestos destinados a recoger la ropa sucia de la casa antes de enviarla al lavadero del sótano, cuartito en el que tú te encerrabas desde hacía varias semanas, primero para inventariar con trémula curiosidad las prendas interiores femeninas, para aspirar el perfume del cuerpo de tía Inés en sus combinaciones de seda, y, luego, envalentonándote, pese al temor de ser sorprendido, pues el cuartito no se podía cerrar por dentro, envalentonándote en una especie de vértigo hasta vestirte tú mismo con aquellas ropas de mujer, medias de seda, ligueros, sostenes y bragas, que te quitabas en seguida, las bragas, claro, para agarrar con tu mano inexperta pero febril la erección de un miembro hinchado de sangre juvenil, y en esta actitud te sorprendió tía Inés aquel día, involuntariamente por otra parte, ya que nunca se le habría ocurrido la idea de espiarte; pero te sorprendió, sin embargo, y te llevó suavemente fuera de aquel sitio, después de haberte contemplado un instante, asustado pero todavía en erección, diciéndote dulcemente palabras dulces, tranquilizadoras, y te quitó las prendas femeninas que te habías puesto y te hizo conocer, habiéndote tendido junto a ella en un diván del invernadero, desnudo bajo la caricia de sus manos y de su boca, enloquecido de feliz estupor cuando ella vino finalmente a cabalgarte, te hizo conocer los goces del placer más libre, más audaz, entregado únicamente a los imperativos de su satisfacción; pero no vas a contar cómo te despidió tía Inés de Pedralbes cuando cumpliste dieciséis años, cómo reanudó sus relaciones contigo más tarde, en 1956, cuando cumpliste los veinte —ella tenía treinta y ocho— para un año de viajes libertinos y, sin embargo, culturales —el verdadero libertinaje no existe sin cultura— a través de la vieja Europa, viaje que recordarás siempre;
(mais tu ne vas pas raconter ta vie maintenant, tu ne vas pas, de cette façon neutre, comme si tu décrivais une expérience chimique, raconter l’histoire de Pedralbes, tu ne vas pas décrire à présent la grande maison luxueuse et baroque, située non loin de l’ancienne propriété des Güell qui avait été construite par Gaudi, et dont il reste encore le pavillon circulaire où le maître de céans invitait, après une séance d’opéra au Liceo, les dames et messieurs de la bonne société barcelonaise à assister aux saillies des étalons de son écurie, et ces messieurs-dames en habit et en robe du soir s’installaient sur la galerie circulaire qui surplombait une arène centrale, et voyaient entrer les juments qu’on livrait à l’étalon, tenu d’en haut par une longe qu’un palefrenier pouvait utiliser pour retenir les ardeurs du cheval entier, au cas où elles eussent risqué, ces ardeurs, de défoncer une pouliche trop étroite, et les dames poussaient des cris perçants, riaient d’un rire hystérique et charmé en voyant l’étalon se cabrer, membre dressé comme une massue de bronze luisante de sperme bouillonnant, chevauchant les pouliches les unes après les autres, dans le bruit d’enfer de ses sabots tapant le sol de sable dur, de ses hennissements assourdissants qui faisaient passer des frissons sur la peau de pêche des dames en peau, lesquelles écartaient frénétiquement les jambes pour que leurs maris ou amants y glissent des mains avides, mais tu ne vas pas décrire la grande maison de Pedralbes, maintenant, ses salles de bains de style romain, semblables à celles du vieux Ritz de Barcelone, où il fallait descendre quelques marches pour se plonger dans des baignoires profondes comme des piscines, ses jardins d’hiver, ses meubles rococo, tu ne vas pas nous rappeler maintenant que tante Inès adorait les tangos et qu’il y avait chez elle une femme de chambre dont l’unique fonction était de surveiller un gramophone qui avait longtemps été manuel, à ressort, mais qui était désormais électrique et sur lequel tournaient inlassablement des tangos argentins dont la musique était diffusée dans toute la maison par un système de haut-parleurs, tu ne vas pas maintenant nous révéler que c’est Caminito qu’on entendait ce jour-là, celui où tante Inès – elle avait vingt-huit ans à l’époque – te découvrit dans le cagibi où l’on rangeait les panières destinées à recueillir le linge sale de la maison avant de l’envoyer à la laverie du sous-sol, cagibi où tu t’enfermais depuis plusieurs semaines, d’abord pour inventorier avec une curiosité frémissante les dessous féminins, pour humer le parfum du corps de tante Inès sur ses combinaisons de soie, et ensuite, t’enhardissant malgré la crainte d’être surpris, car le cagibi ne pouvait se fermer de l’intérieur, t’enhardissant dans une sorte de vertige jusqu’à t’habiller toi-même avec ces vêtements de femme, bas de soie, porte-jarretelles, soutiens-gorge et culottes, que tu enlevais d’ailleurs aussitôt, les culottes, bien sûr, pour saisir dans ta main inexperte mais fiévreuse l’érection d’un membre gonflé de sang juvénile, et c’est dans cette attitude que tante Inès te surprit ce jour-là, involontairement d’ailleurs, car l’idée de te surveiller ne lui serait même pas venue à l’esprit, mais te surprit pourtant, et elle t’entraîna doucement hors du cagibi après t’avoir contemplé un instant, saisi d’effroi, mais toujours en érection, te disant doucement des mots doux, rassurants, et elle t’enleva les dessous féminins dont tu t’étais affublé et elle te fit connaître, allongé près d’elle sur un divan du jardin d’hiver, nu sous la caresse de ses mains et de sa bouche, éperdu lorsqu’elle vint finalement te chevaucher, te fit connaître les joies du plaisir le plus libre, le plus hardi, uniquement voué aux impératifs de l’assouvissement, mais tu ne vas pas raconter comment tante Inès te renvoya de Pedralbes lorsque tu eus seize ans, comment elle renoua avec toi, plus tard, en 1956, lorsque tu en eus vingt – elle en avait trente-huit – pour une année de voyages libertins et néanmoins culturels – le vrai libertinage ne va pas sans culture, d’ailleurs – à travers la vieille Europe, dont tu garderas le souvenir à tout jamais, tu ne vas pas non plus nous raconter ta revanche sur ou sous Mercédès, on a compris, on n’est pas idiots au point de ne pas deviner ce qui t’était passé par la tête, ou par le sang et le sexe, à Londres, en 1973, lorsque tu vis apparaître cette cousine-sœur qui était tout le portrait de tante Inès : le même charme, la même chaleur, la même folie, mais tu ne vas pas maintenant)
Y esa ciudad que ella había ayudado a construir, erguida sobre el puerto seco... Sintió que se elevaba, que cruzaba el equinoccio y alcanzaba la gloriosa euforia.
Et elle était là, sur le front de mer encore sec de cette ville qu’elle avait aidé à construire… Elle décollait à l’intérieur d’elle-même, franchissait l’équinoxe dans l’élan glorieux de l’euphorie.
No me gustan las mujeres inmersas en las languideces, o rencores o desquites del feminismo, que desearían cortar en cuatro trozos el pene, sólo me excitan realmente las que aceptan los riesgos de la sumisión a la jabalina masculina, que saben construir su identidad sexual, su libertad, pues, en torno a la arrogancia narcisista de un instrumento erguido hacia el cielo como un desafío.
Je ne goûte pas les femmes transies dans les langueurs, ou rancœurs ou revanches du féminisme, coupeuses de pénis en quatre, je ne bande vraiment que pour celles qui acceptent les enjeux de la soumission à l’épieu masculin, qui savent construire leur identité sexuelle, leur liberté donc, autour de l’arrogance narcissique d’un engin dressé vers le ciel comme un défi !
Recuerdo que una vez, en la Galia, en una gran villa cerca de Nemausus, mi anfitrión me llevó al centro de un laberinto de espejos que había hecho construir para su entretenimiento y, al instante sentí que me caía mareado hacia adelante, desvaneciéndome entre las imágenes multiplicadas hasta el infinito y, con esfuerzo, tuve que echarme hacia atrás para mantenerme erguido, mientras me latía aceleradamente el corazón y la cabeza me daba vueltas.
Je me souviens qu’une fois, en Gaule, dans une magnifique villa près de Nemausus, mon hôte m’avait fait entrer dans un labyrinthe de miroirs qu’il avait fait construire par amusement ; je m’étais retrouvé aussitôt à tituber comme pris de vertige, me perdant dans le dédale d’images dupliquées à l’infini et ce n’est pas sans un certain effort que j’avais réussi à m’extirper de là, légèrement étourdi et le cœur palpitant.
Estaban erguidos, uno frente al otro.
Ils étaient dressés l’un en face de l’autre.
También él se había erguido cuan alto era.
Il s'était dressé de toute sa hauteur.
—Grace estaba sentada muy erguida.
Grace s’était dressée sur sa chaise.
Las antenas erguidas vibran.
Les antennes dressées frétillent.
Una sombra se ha erguido entre las columnas.
Une ombre s’est dressée entre les colonnes.
Se mantenía erguido sobre sus patas traseras.
Il était dressé sur ses pattes de derrière.
La sombra erguida siguió avanzando.
L’ombre dressée continuait de décamper.
Permaneció erguida, frente al jurado.
Elle est restée dressée, face aux jurés.
Los perros están otra vez erguidos y ladran.
Les chiens sont de nouveau dressés, ils aboient.
Tenía el pene erguido y venía para violarme.
Son pénis était dressé, et il s’est approché pour me violer.
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