Translation for "denuesto" to french
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Ya sabéis que esos chicos blancos son astutos. Mientras los alumnos procedían a tachar tacos y denuestos, el profesor les habló de él. Acababa de llegar a Tallahassee después de haber terminado sus estudios de magisterio en Montgomery.
Ils sont rusés, ces petits Blancs. » Pendant que les élèves biffaient insultes et injures, il leur parla de lui. Il venait de terminer sa formation de professeur et d’emménager à Tallahassee.
Los aduaneros subieron a ella con sus tablillas de cera y, lanzando un profundo suspiro, el etrusco tuvo que pagar las mulas que había alquilado, para a continuación despedir a los arrieros con denuestos y maldiciones, pues en su opinión jamás había encontrado mayores ladrones que en Erix.
Les hommes de la douane consignèrent la cargaison sur leurs tablettes de cire, et avec un profond soupir, l’Étrusque paya la location de ses ânes puis il renvoya les conducteurs avec force insultes, disant qu’il n’avait jamais rencontré d’aussi fieffés voleurs que dans le pays d’Éryx.
En estos casos, sigue refiriendo la crónica, solía verse aparecer en lo alto de estas torres un anciano de aspecto famélico y desaliñado que agitaba el puño como tratando ingenuamente de derribar de un sopapo el avión irreverente mientras cubría de denuestos al piloto.
Dans ces occasions, rapportait ensuite la chronique, on voyait habituellement apparaître en haut des tours un vieillard d’aspect famélique et négligé qui agitait le poing comme s’il essayait ingénument de descendre d’une baffe l’avion irrévérencieux tout en couvrant d’insultes le pilote.
El obrero lloraba, y cuando Quilón empezó a gemir y a lamentarse de que en el momento de la muerte del Salvador no hubiese habido hombre alguno dispuesto a defenderle si no de la crucifixión, por lo menos de los denuestos de judíos y soldados, los puños gigantescos del bárbaro se crisparon a impulsos de la compasión y de una mal reprimida cólera.
L’ouvrier pleurait, et lorsque Chilon commença à gémir et à se lamenter de ce qu’au moment de la mort du Sauveur, personne ne se fût trouvé là pour le défendre, sinon contre le supplice de la croix, du moins contre les insultes des soldats et des Juifs, les poings formidables du barbare se crispèrent de regret et de rage contenue.
Mientras espera el tranvía que lo ha de llevar a Prazeres, el doctor Ricardo Reis lee la oración fúnebre pronunciada al pie de la tumba, la lee cerca del lugar donde fue ahorcado, nosotros lo sabemos, va para doscientos veintitrés años, reinaba entonces Don João V, que no cupo en Mensagem, fue ahorcado, íbamos diciendo, un genovés, buhonero, que por causa de una pieza de droguete mató a uno de nuestros portugueses de una puñalada en la garganta, y luego hizo lo mismo con el ama del muerto, que muerta quedó allí del golpe, y a un criado le dio dos puñaladas no fatales, y a otro lo agarró como a un conejo y le vació un ojo, y si más no hizo fue porque al fin lo prendieron y aquí se cumplió la sentencia por ser cerca de la casa del muerto, con gran concurrencia, no se puede comparar con esta mañana de mil novecientos treinta y cinco, mes de diciembre, día treinta, con el cielo cargado, que sólo anda por la calle quien no puede evitarlo, aunque no llueva en este preciso instante en que Ricardo Reis, recostado en un farol en lo alto de la Calçada do Combro, lee la oración fúnebre, no del genovés, que no la tuvo, a no ser que como tal le sirvieran los denuestos del populacho, sino de Fernando Pessoa, poeta, inocente de muertes criminales, Dos palabras sobre su tránsito mortal, para él bastan dos palabras, o ninguna, quizá sería preferible el silencio, el silencio que ya lo envuelve a él y nos envuelve a nosotros, un silencio de las dimensiones de su espíritu, con él está bien lo que está cerca de Dios, pero tampoco debían, tampoco podían, los que fueron sus pares en el convivio de la Belleza, verlo descender a tierra, o mejor, ascender a las líneas definitivas de la Eternidad, sin manifestar la protesta tranquila, pero humana, el dolor que nos causa su partida, no podían sus compañeros de Orfeu, más que compañeros hermanos, que comulgan con el mismo ideal de Belleza, no podían, repito, dejarlo aquí, en la tierra extrema, sin haber al menos deshojado sobre su muerte gentil el lirio blanco de su silencio y de su dolor, lloramos al hombre que la muerte nos lleva, y con él la pérdida del prodigio de su convivencia y la gracia de su presencia humana, sólo al hombre, es duro decirlo, pues a su espíritu y a su poder creador, a ésos les dio el destino una extraña hermosura inmortal, lo que queda es el genio de Fernando Pessoa. Vaya, vaya, por suerte aún se encuentran excepciones en las regularidades de la vida, desde el Hamlet que andábamos diciendo, El resto es silencio, en definitiva, del resto es el genio quien se encarga, éste o cualquier otro. El tranvía llegó y partió ya, Ricardo Reis va sentado en él, solo en el banco, pagó su billete de setenta y cinco centavos, con el tiempo aprenderá a decir uno de siete y medio, y vuelve a leer la funérea despedida, no puede convencerse de que sea Fernando Pessoa el destinatario de ella, en verdad muerto, si consideramos la unanimidad de las noticias, sino a causa de las anfibologías gramaticales y léxicas que él abominaría, tan mal lo conocían para así hablarle o hablar de él, se aprovecharon de su muerte, estaba atado de pies y manos, pensemos en lo del lirio blanco y deshojado, como muchacha muerta de fiebre tifoidea, en aquel adjetivo, gentil, Dios mío, qué recuerdo tan ramplón, con perdón de lo vulgar de la palabra, cuando tenía allí mismo el orador la muerte sustantiva que debiera dispensar todo lo demás, en especial el resto, todo tan poco, y como gentil significa noble, caballero, gracioso, elegante, agradable, cortés, eso es lo que dice el diccionario, entonces la muerte podría ser calificada de noble, caballeresca o graciosa, o elegante, o agradable o cortés, cuál de éstas habrá sido la suya, si es que en el lecho cristiano del Hospital de San Luis le fue permitido elegir, quieran los dioses que haya sido agradable, pues con una muerte que lo fuese sólo la vida se perdería.
Mais pour ne pas rester sur la parole de quelqu’un que nous connaissons à peine, voici un autre journal qui a publié la nouvelle à la bonne page, celle de la nécrologie, et qui présente longuement le défunt, c’est hier qu’ont eu lieu les obsèques de monsieur le docteur Fernando Antonio Nogueira Pessoa, célibataire, quarante-sept ans, notez bien, quarante-sept, né à Lisbonne, diplômé ès lettres de l’université d’Angleterre, écrivain et poète très célèbre dans le milieu littéraire, on a déposé sur le cercueil des bouquets de fleurs naturelles. Les pauvres, ce sont elles qui ont le plus triste sort, si vite fanées. Tandis qu’il attend le tram qui doit le conduire aux Prazeres(7), le docteur Ricardo Reis lit l’oraison funèbre prononcée devant la tombe, il la lit tout près de l’endroit où, comme on le sait, fut pendu, il va y avoir deux cent vingt-trois ans de cela, sous le règne de Dom Joao V, nom cité dans Mensagem, nous disions donc, où fut pendu un colporteur génois, lequel avait tué d’un coup de couteau dans la gorge, à cause d’un morceau de droguet, un Portugais de chez nous, puis avait fait subir le même sort à la gouvernante qui était morte sur le coup, avait donné deux coups de couteau, non mortels ceux-là, à un domestique, crevé l’œil d’un autre comme on le fait à un lapin, et s’il n’y avait pas eu davantage de morts, c’est qu’on avait réussi enfin à l’arrêter, la sentence fut exécutée ici, tout près de la maison de la victime, et il y eut grande affluence, rien à voir avec cette matinée de mille neuf cent trente-cinq, le trente décembre, ciel couvert, dans la rue seulement ceux qui ne peuvent faire autrement, bien qu’il ne pleuve pas en cet instant précis où Ricardo Reis, adossé à un réverbère en haut de la Calçada do Combro, lit l’oraison funèbre, pas celle du Génois qui n’en a pas eue sauf, peut-être, les insultes de la populace, mais celle de Fernando Pessoa, le poète, innocent de tout crime de sang, Deux mots sur son trépas, pour lui deux mots suffisent, ou aucun, le silence eût été préférable, un silence qui l’enveloppe déjà, et nous avec lui, un silence digne de son esprit, si près de Dieu il n’est rien d’autre qui se justifie. Ceux qui furent ses compagnons dans le commerce de la Beauté ne devaient, ne pouvaient le voir ainsi porter en terre, ou plutôt ne pouvaient le voir franchir les ultimes frontières de l’éternité, sans prononcer la calme mais très humaine protestation, celle de la colère provoquée par son départ. Ses compagnons d’Orphée ne pouvaient, avant même ses propres frères, puisque appartenant au même sang idéal de la Beauté, ne pouvaient, répétons-le, l’abandonner là, dans sa dernière demeure, sans avoir au moins effeuillé sur sa mort sublime le lys blanc de leur silence et de leur douleur. Nous regrettons l’homme que la mort nous ravit, et avec lui, la perte du prodige qu’était sa fréquentation et la grâce de sa présence, l’homme seulement, et c’est dur de le dire, car pour ce qui est de son esprit et de son pouvoir créateur, le destin leur a octroyé une étrange beauté immortelle, ce reste appartient au génie de Fernando Pessoa. Eh bien, eh bien, heureusement qu’il y a encore des exceptions aux règles de la vie, depuis Hamlet qui nous disait justement, Tout le reste est silence, car finalement c’est le génie qui se charge du reste, et si c’est lui, c’est aussi bien n’importe quoi.
Al reconocerlos, los demonios prorrumpieron en denuestos y blasfemias;
En les reconnaissant, les démons se répandirent en injures et en blasphèmes ;
Pero, a pesar de sus denuestos, podía observarse en sus discursos ese buen humor y esa esperanza que anima a los soldados que manda un jefe estimado de la tropa.
mais, malgré leurs injures, on démêlait dans leurs discours la bonne humeur et l’espérance qui anime des soldats conduits par un chef estimé.
Mezclaron cumplidos con denuestos, y sólo Alice se limitó a una sonrisa difusa, a una inexpresiva mirada, y no sumó a los comentarios ninguna apreciación propia.
Elles chantaient leurs compliments et leurs injures, et seule Alice se cantonnait à un mince sourire, un regard fermé, sans ajouter ses commentaires aux leurs.
La primera señal de conocimiento que dio fue abrumar de denuestos al coronel que mandaba como segundo suyo la ciudadela y que había dado algunas órdenes de lo más simple mientras el gobernador no estaba en su sentido.
Sa première action marquant de la connaissance fut de charger d’injures le colonel commandant en second la citadelle, et qui s’était avisé de donner quelques ordres les plus simples du monde pendant que le général n’avait pas sa connaissance.
Pues ¿no me ha dicho un pajarito que tú denuestas y maldices sin cesar a los monjes de Sainte-Geneviéve porque siempre vienen a reprenderte por el hecho de que, durante la Cuaresma, vendes carne…, o la vendías?
Quel petit oiseau est venu me piailler à l’oreille que, jour et nuit, tu accables d’injures les moines de Sainte-Geneviève parce qu’ils te tapent sur les doigts chaque fois que tu vends de la viande, disons plutôt tu vendais, de la viande pendant le jeûne.
Como el señor Rênal continuó tronando contra las gentes de la nada y vomitando denuestos contra los jacobinos que se enriquecen por medios poco decorosos, Julián cubrió la mano que le habían abandonado de besos apasionados... o que apasionados parecieron a la señora de Rênal.
de Rênal continuait ses injures contre les gens de rien et les jacobins qui s’enrichissent, Julien couvrait la main qu’on lui avait laissée de baisers passionnés ou du moins qui semblaient tels à Mme de Rênal.
Las demás, bajo el férreo comando de doña Rozilda - y doña Dinorá era sargento en esa aguerrida tropa- , se deshacían en intrigas, denuestos y lamentos para convencerla de que al fin podía pensar en vivir una vida tranquila y feliz, en paz, con bienestar y seguridad.
Les autres, sous la houlette de fer de dona Rozilda – dona Dinora étant le sergent de cette troupe aguerrie –, ne proféraient qu’injures, plaintes et intrigues pour la convaincre qu’elle pouvait enfin penser à vivre une vie tranquille et heureuse, en paix, dans le confort et la sécurité.
pero Balzac sostenía que era allí, y después de montar otra vez en el coche, murmuraba denuestos contra la vieja «estriga, arpía, maga, bruja, larva, lamia, lémura, hechicera, psila, aspiola» y todos cuantos términos estrafalarios pudo sugerirle su hábito de las letanías de Rabelais.
mais Balzac soutenait que c’était bien là, et, remonté dans la voiture, grommelait des injures à l’endroit de la vieille : « Stryge, harpie, magicienne, empouse, larve, lamie, lémure, goule, psylle, aspiole, » et tout ce que l’habitude des litanies de Rabelais pouvait lui suggérer de termes bizarres.
Cuando Balzac se despertaba por sí mismo, y veía el crepúsculo de la tarde esparcir sus tintas grises por el cielo, daba un salto y nos colmaba de denuestos, llamándonos traidores, ladrones, asesinos: le hacíamos perder diez mil francos, porque estando despierto hubiera podido tener la idea de una novela que le hubiese producido dicha suma (sin contar las reimpresiones).
Quand Balzac s’éveillait de lui-même, et qu’il voyait le crépuscule du soir répandre ses teintes grises dans le ciel, il bondissait et nous accablait d’injures, nous appelant traître, voleur, assassin : nous lui faisions perdre dix mille francs, car étant éveillé il aurait pu avoir l’idée d’un roman qui lui aurait rapporté cette somme (sans les réimpressions).
—¿Algo más Fermín, algún otro denuesto, blasfemia o maldición?
– Autre chose, Fermín ? Un autre affront, blasphème ou malédiction ?
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