Translation for "springloaded" to spanish

Springloaded

• cargado de resortes
• accionado por resorte
• por resorte

Translation examples

por resorte

Both the lock for the chain and for the flat case were springloaded and only Rodin had the keys.
Tanto la cadena como el estuche se cerraban por medio de un resorte, pero sólo Rodin poseía las llaves necesarias para abrirlos.

The springloaded piston shot the hedgehog into the darkness, where its momentum and roller bearing wheels took it smoothly around the bend.
El émbolo movido por el resorte proyectó en la oscuridad el erizo, y el impulso y las ruedas de cojinetes hicieron que éste se deslizara por la pendiente con suavidad.

They were springloaded and when he had them undone he took hold of the strap at the bottom of the board and pulled it and the board slid down and came free.
Funcionaban por resorte y cuando las hubo aflojado agarró la correa que asomaba del fondo y tiró y el tablero quedó suelto.

his faith, his friends, his hockey, his golf, then out through his new life, the life that still could be: San Diego, California, the Pacific-blue California sky, the endlessly clean sea-washed light, that woman down there he liked—Misty!—the two of them driving in a big air-conditioned car to a putt-putt course like you’ve never seen, David, a classy one, not with plaster dinosaurs and cartoon bears, but with intricate miniature windmills, an entire Swiss village, little window boxes and dwarf trees and lights in the windows and elaborate model trains moving through sidings, through hand-masoned stone tunnels, past saloons with doors that really did swing both ways on tiny springloaded hinges, his simple white golf ball struck well and cleanly, banking off the wall at the perfect angle, finding the right slot, pouring through some unseen piping, dropping out onto the green, green synthetic turf, rolling at an ideal trajectory, making right for the hole…
su fe, sus amigos, su hockey, su golf, luego a su nueva vida, la vida que aún podía ser: San Diego, California, el cielo azul Pacífico de California, la luz límpida eternamente bañada por el mar, aquella mujer que le gustaba —¡Misty!—, los dos en un gran coche con aire acondicionado de camino a un minigolf como no has visto en tu vida, David, con clase, no de esos con dinosaurios de escayola y osos de los dibujos animados, sino con intrincados molinos de viento en miniatura, una aldea suiza entera, pequeñas jardineras y árboles enanos y luces en las ventanas y complicadas maquetas de trenes circulando por raíles, por túneles de piedra excavados a mano, y en los laterales cantinas con puertas batientes de verdad montadas en diminutas bisagras sujetas por resortes, su bola de golf blanca y sencilla golpeada bien, limpiamente, despegándose de la pared en un ángulo perfecto, cayendo en el green, un green hecho de césped sintético, trazando una trayectoria ideal, directa al hoyo…