Translation for "traste" to french
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¿A los trastes del instrumento que producía el sonido de la vida al pasar?
Les frettes sur l’instrument produisant le son de la vie qui passe ?
Añadió unos trastes extras a una guitarra. Salió sin volver a encender la lámpara italiana.
Il a taillé des frettes supplémentaires dans une guitare. » Elle sortit sans rallumer le parapluie italien.
Tommy situó los dedos en los trastes y, sin rasguear, puso letra a los cambios mentalmente: Te he traído a una judía, ahora no sabes qué hacer.
Il plaça les doigts sur ses frettes et, sans jouer, changea mentalement les paroles : J’t’ai apporté une Juive, tu sais plus quel’voie suiv’e.
Los ferrocarriles obtuvieron permiso para elevar sus tarifas, puesto que el petróleo escaseaba y el coste de los trenes-cisterna había dado ya al traste con dos pequeñas compañías.
Puis les compagnies de chemins de fer obtinrent la permission d’augmenter les tarifs de fret, car il restait peu de pétrole à transporter et les coûts exorbitants d’exploitation des trains de wagons-citernes avaient fait disparaître deux petites compagnies de chemins de fer.
El Volga es un viejo trasto mixto que navega a vela y a vapor, aparejado como navío de tres palos y con una sola caldera central, una modesta embarcación para setenta pasajeros y unas pocas toneladas de flete.
Le Volga est un vieux machin mixte à voile et à vapeur, gréé en trois-mâts barque, unique chaufferie centrale, un modeste bâtiment pour soixante-sept passagers et quelques tonnes de fret.
Se trata de una pieza rápida, además de que el maldito arpegio en do te obliga a expandir al máximo la articulación de la mano y a hacer saltar los dedos deprisa sobre todos los trastes, al mismo tiempo que debes tener cuidado de no tocar notas sucias o atenuadas.
C’est un morceau rapide, avec un fichu arpège en do qui oblige à écarter au maximum l’articulation de la main, pour faire sauter rapidement les doigts sur les frettes, en veillant à ne pas produire de notes sales ou étouffées.
Gary Davis ocupaba su silla con la postura solemne de una escultura de madera, aparte del movimiento por los trastes y el taconeo del zapato derecho, con las gafas de sol puestas dentro de casa, porque era ciego y probablemente no se las quitaba nunca, ni dentro ni fuera.
Gary Davis occupait son siège avec toute la solennité d’une statue en bois sombre, à l’exception de l’effervescence autour de ses frettes et de son soulier droit avec lequel il martelait le sol ; comme il était aveugle, il portait des lunettes de soleil à l’intérieur et ne les retirait sans doute jamais, dedans comme dehors.
Durante las conversaciones en la cocina el cantante folk se sentaba a la mesa con la guitarra, como si fuera una extensión de su cuerpo, moviendo silenciosamente los dedos por los trastes incluso mientras con la mano gesticulaba a propósito de la conversación o blandía el cigarrillo humeante o el tenedor engalanado de espaguetis.
Lors de conversations à la table de la cuisine, le chanteur folk gardait sur lui sa guitare, permanente extension de son corps, ses doigts se déplaçant en silence sur les frettes alors que son autre main accompagnait ses dires en gesticulant ou brandissait une cigarette oriflammant des ronds de fumée ou une fourchette oriflammée de spaghettis.
Neal observó cómo los dedos del guitarrista se deslizaban sobre las cuerdas, pulsando acordes enérgicos y precisos, o volaban sobre los trastes para puntear notas individuales. Observó las manos de Blackie trazar patrones con las baquetas sobre los timbales; el modo en que oscilaban sus caderas cada vez que apretaba el pedal del bombo.
Neal regarda les doigts du guitariste glisser sur les cordes, les pincer, plaquer des accords vibrants, ou bien voler d’une frette à l’autre pour produire les notes une à une. Il regarda les mains de Blackie dessiner des formes dans les airs avec ses baguettes, et ses hanches bouger quand elle appuyait du pied sur la pédale.
–Nada de eso, Bella, el trasto funciona a las mil maravillas.
— T’inquiète, Bella, cet engin est comme neuf.
También me preocupa que puedas hacer algo que dé al traste con nuestra investigación.
Le fait que vous risquiez de faire quelque chose qui pourrait mettre en danger l’enquête m’inquiète aussi.
Estaba preocupado. «No se puede confiar en los iraníes -dijo-. Eso podría dar al traste con toda nuestra estrategia.» Carmel respondió sin rodeos: «¿Qué han hecho ustedes por nosotros?
Il était inquiet. « Vous ne pouvez pas faire confiance aux Iraniens, dit-il, cela pourrait compromettre toute la statégie. » Carmel répondit franchement : « Qu’avez-vous fait pour nous ?
«¿No convendría que amarráramos este trasto -pensó Nate-, o que por lo menos buscáramos unas aguas más someras?» Jevy no parecía preocupado; su imperturbabilidad resultaba en cierto modo consoladora.
Ou au moins trouver des eaux calmes ? » Jevy ne semblait pas inquiet. Sa nonchalance avait quelque chose de rassurant.
Uno de los dos dice algo sobre «profesionalidad» o «poner límites» o se empieza a preocupar por la opinión de la tripulación y todo se va al traste. Luego a ellas les sigues gustando. A todas.
L’un de vous commence à parler de professionnalisme, de limites à ne pas dépasser, et se met à s’inquiéter de ce que le reste de l’équipage va penser, et l’affaire se termine comme ça, sans esclandre. Une fois que c’est fini, la femme vous apprécie toujours.
La previsión, fruto de muchas horas de ansiedad, ya no servía de nada, se había ido al traste por el capricho insensato de los obreros, que se perjudicarían a sí mismos más que a él, aunque nadie pudiese poner coto a los daños que estaban causando.
Les nombreuses heures passées à faire des prévisions inquiètes étaient inutiles, réduites à néant par l’aveuglement insensé de ses ouvriers, qui leur serait encore plus préjudiciable à eux qu’à lui, même si personne ne pouvait prévoir les limites du mal qu’ils faisaient.
Y entonces, en ese instante, antes de descoser mis infortunios, recordé mi primera visita a donde Pico Molins, unos ocho años atrás, cuando le expliqué con la mayor ansiedad los dolores que me aquejaban en todo el abdomen, que una úlcera me reventaría en cualquier instante, me quejaba yo, mientras Pico sólo se puso de pie para observar el iris de mi ojo y luego me pidió que sacara la lengua, en vez de revisar mi cuerpo con detenimiento, en vez mandarme a hacer estudios clínicos, tan sólo había visto el iris de mi ojo y mi lengua, lo que claro está que despertó la peor de mis sospechas, sobre todo cuando continuó con una serie de preguntas que parecía juego de infantes, como eso de si yo prefería el frío o el calor, la carne o el pescado, el color rojo o el azul —vaya estupidez, pensé entonces—, y por si esto fuera poco enseguida dijo que me recetaría unas gotitas de sulfur a la menos 60, las cuales debía preparar en un trasto de peltre con agua pura y de las que debía tomar tres cucharaditas al día, caramba, que para gotitas estaba yo con los dolores que padecía... «Si quiere, mejor conversamos después», dijo don Chente, poniéndose de pie e indicándome que lo siguiera a la habitación donde me revisaría, un pequeño cuarto con una cama para paciente en la que pronto estuve acostado, con la camisa y el pantalón desa botonados, sin escuchar murmullo alguno de las mujeres que tomaban té y jugaban a la canasta, en espera de que el médico tomara su estetoscopio para revisar mi abdomen, mis pulmones, mi garganta, mis reflejos y mi presión arterial, tal como las convenciones reclaman, y no como se comportó Pico Molins durante la primera visita que le hice, cuando nada más me observó el iris y la lengua, hizo las preguntitas sospechosas, me dio el frasco con las gotas de sulfur y me dijo que eso era todo, que no le pagara nada, sin darme la menor explicación sobre los males que me aquejaban, ante lo que por supuesto me quedé impávido unos segundos, agradecido porque la consulta me saliera gratis pero desconcertado ante la falta de explicaciones sobre mi enfermedad, hasta que reaccioné rogándole que por favor me revelara el origen de mis males, que es lo normal que todo médico haga, pero Pico Molins era un poco raro, a decir verdad, y sólo dijo que lo mío era una gastritis y una colitis producidas por la irritación generalizada del aparato digestivo, que con la cantidad de ron que entonces bebía y el stress que cargaba era lo menos que podía sucederme, y que buscara una piscina para nadar u otra forma de distraerme si no quería terminar con las tripas desolladas.
Et alors, à ce moment-là, avant de lui révéler mes soucis, je me suis souvenu de ma première visite chez Pico Molins, quelque huit ans plus tôt, quand, inquiet au plus haut point, je lui avais expliqué les douleurs qui affectaient tout mon abdomen, j’étais sûrement à deux doigts d’un ulcère perforé, et tandis que je me plaignais, Pico s’était contenté de se lever pour observer l’iris de mon œil et puis m’avait demandé de tirer la langue, au lieu de m’examiner minutieusement, au lieu de m’envoyer faire des analyses, il s’était contenté de regarder l’iris de mon œil et ma langue, ce qui n’avait fait bien sûr qu’aiguiser les pires soupçons en moi, d’autant qu’il avait enchaîné par une série de questions qui ressemblaient à un quizz pour enfants, comme de savoir si je préférais le froid ou le chaud, la viande ou le poisson, le rouge ou le bleu – c’est vraiment des conneries, avais-je alors pensé –, et pour couronner le tout il m’avait ensuite dit qu’il allait me prescrire quelques gouttes de sulfur 6 ch, une soixantaine au moins, que je devais mélanger dans un bol en étain avec de l’eau pure et dont je devais prendre trois petites cuillères par jour, et zut, moi qui me tordais de douleur et lui qui me parlais de prendre des gouttes… “Si vous voulez bien, nous en parlerons plus tard”, a dit don Chente en se levant et en me faisant signe de le suivre dans une pièce où il allait m’examiner, une petite salle d’auscultation avec un lit où je me suis retrouvé bientôt allongé, chemise et pantalon déboutonnés, aucun murmure de femmes en train de prendre le thé en jouant à la canasta ne se faisait entendre, et j’attendais que le médecin prenne son stéthoscope pour examiner mon abdomen, mes poumons, ma gorge, mes réflexes et ma tension, comme l’exigeait la procédure normale, et comme ne l’avait pas fait Pico Molins à notre premier rendez-vous, quand il s’était contenté de m’examiner l’iris et la langue, m’avait posé les petites questions suspectes, m’avait prescrit le flacon avec les gouttes de sulfur et m’avait dit que c’était tout, que je ne lui devais rien, sans me donner la moindre explication sur les maux dont je souffrais, ce qui avait tout d’abord provoqué en moi quelques secondes de stupeur, je lui étais reconnaissant parce que la consultation était gratuite mais j’étais surpris du manque d’explications sur ma maladie, jusqu’à ce que je finisse par réagir, en le priant de me révéler l’origine de mes maux, puisque c’était ce que n’importe quel médecin aurait fait normalement, mais Pico Molins était un peu bizarre, à vrai dire, et il s’est contenté de dire que j’avais une gastrite et une colite provoquées par une irritation généralisée de l’appareil digestif, ce qui vu la quantité de rhum que je buvais alors et le stress dont je souffrais était le minimum qui pouvait m’arriver, et que je devais en outre chercher une piscine pour aller nager, ou une autre façon de me détendre si je ne voulais pas terminer avec les tripes en compote.
Tenía un vientre oval y un mástil con veinticuatro trastes.
Elle avait une caisse arrondie et un manche de vingt-quatre touchettes.
luego el matrimonio contempló el instrumento, deslizando los dedos sobre las siete cuerdas y los diez trastes como si estuvieran acariciando un icono familiar recién recuperado.
Puis les deux époux se mirent à examiner l’instrument, faisant glisser leurs doigts sur les sept cordes et les dix touchettes comme s’ils avaient retrouvé et caressé une icône familiale.
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