Translation for "están ascendiendo" to french
Están ascendiendo
Translation examples
Los conserjes siempre están ascendiendo o descendiendo.
Les préposés d’accueil ne restent jamais longtemps : ils montent ou ils descendent.
Imagina las casas parecidas a castillos que dibujaría una niña que viviera en un poblado de caravanas: unas casas enormes de piedra, cada una rematada por un bosque de chimeneas, cada una de ellas provista de una cordillera de tejados a distintos niveles, alas, torres y hastiales, todo ello ascendiendo hasta las alturas y rematado con un pararrayos.
Représente-toi le genre de petits castels qu’une gamine vivant dans un parc de caravanes s’en irait dessiner – de grandes maisons en pierre, chacune avec sa forêt de cheminées, chacune pareille à une chaîne montagneuse de pans de toits aux angles différents, d’ailes, de tourelles et de pignons, qui montent et remontent tous vers le paratonnerre au sommet.
La ciudad de México un atardecer del año 1941, cuando las sombras se alargan y los volcanes parecen flotar muy blancos sobre un lecho incendiado de nubes y el cilindrero toca «Las Golondrinas» y empiezan a escarapelarse los carteles de la pasada contienda electoral, ÁVILA CAMACHO/almazAn, y esa primera tarde el reencuentro silencioso de la familia contiene todas las tardes por venir, las tardes de tolvanera y las tardes de la lluvia que aplaca el polvo inquieto y llena de perfumes el valle donde se asienta la ciudad indecisa entre su pasado y su futuro, el cilindrero toca amor chiquito acabado de nacer, las criadas tendiendo ropa en las azoteas cantan voy por la vereda tropical y los adolescentes en la calle bailan tambora y más tambora pero qué será, pasan los fotingos y los libres, los neveros y los vendedores de jicamas rociadas de limón y polvo de chile, se instala el puesto de dulces, chiclets Adams y paletas Mimí, jamoncillo y camotes, se cierra el puesto de periódicos con sus noticias alarmantes de la guerra que están perdiendo los Aliados y sus historietas del Chamaco y el Pepín y sus exóticas revistas argentinas para damas, el Leoplán y El Hogar, y para los niños, el Billiken, los cines de barrio anuncian películas mexicanas de Sara García, los hermanos Soler, Sofía Álvarez, Gloria Marín y Arturo de Córdova, los muchachos compran a escondidas cigarrillos Alas, Faros y Delicados en la tabaquería de la esquina, los niños juegan rayuela, apuntan con huesos de durazno a hoyos improvisados, intercambian corcholatas de Orange Crush, de Chaparritas de uva, juegan carreras los camiones verdes de Roma-Piedad con los camiones marrón y crema de Roma-Mérida: el Bosque de Chapultepec se levanta detrás de las residencias mexicanas Bauhaus con un aire de musgo y eucalipto, ascendiendo hasta el milagro simbólico del Alcázar donde los muchachos, Dantón y Santiago, suben cada tarde antes de regresar a casa como si conquistasen en verdad un castillo abrupto, misterioso, al que se llega por sendas empinadas y caminos asfaltados y rutas encadenadas que guardan la sorpresa de la gran explanada sobre la ciudad, su vuelo de palomas y sus misteriosas salas de mobiliario decimonónico.
La ville de Mexico en une fin de journée de l’an 1941, lorsque les ombres s’allongent et que les volcans semblent flotter, très blancs, sur un lit de nuages enflammés, que l’orgue de Barbarie joue Las Golondrinas et que les affiches du dernier duel électoral, Avila Camacho/Almazán, commencent à s’écailler ; en ce premier soir, la réunion silencieuse de la famille contient tous les soirs à venir, les soirs de tourbillons de poussière et les soirs où la pluie calme l’agitation de la poussière et remplit de parfums la vallée où s’étend la ville indécise entre son passé et son avenir, l’orgue de Barbarie joue amor chiquito acabado de nacer, les bonnes qui accrochent le linge sur les toits-terrasses chantent voy por la vereda tropical, les adolescents dans la rue dansent au rythme de tambora y más tambora, pero qué será, on voit passer les fotingos et les taxis, les glaciers et les vendeurs de jícamas arrosées de citron et de piment en poudre, on installe l’éventaire de bonbons, de chewing-gums Adams et de sucettes Mimí, de crème renversée et de patates douces, on ferme le kiosque à journaux avec ses nouvelles inquiétantes sur la guerre que les Alliés sont en train de perdre, ses bandes dessinées de Chamaco et de Pepín, ses exotiques magazines argentins pour dames, Leoplán et El Hogar, et, pour les enfants, Billiken, les cinémas de quartier annoncent des films mexicains avec Sara García, les frères Soler, Sofía Álvarez, Gloria Marín et Arturo de Córdoba, les garçons achètent en cachette des cigarettes Alas, Faros et Delicados au bureau de tabac du coin, les enfants jouent à la marelle, visent avec des noyaux de pêche des trous improvisés, échangent des capsules d’Orange Crush ou de jus de raisin Chaparritas, organisent des courses entre les autobus verts de la ligne Roma-Piedad et les autobus marron et crème de la ligne Roma-Mérida ; le bois de Chapultepec s’élève derrière les résidences mexicaines de style Bauhaus dans les senteurs de mousse et d’eucalyptus, jusqu’au miracle symbolique de l’Alcázar où les deux garçons, Dantón et Santiago, montent tous les soirs avant de rentrer à la maison comme s’ils partaient à la conquête d’un château perché, mystérieux, auquel on accède par des sentiers escarpés, des chemins goudronnés et des routes fermées par des chaînes qui réservent la surprise de la grande esplanade qui surplombe la ville, avec son envol de pigeons et ses salles mystérieuses au mobilier XIXe.
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