Translation for "escuchador" to french
Translation examples
Y escuchadores me aportó el tal Wizgür por cientos de miles.
Et, des auditeurs, ce Wizgür m’en fournissait à la pelle.
Héctor sabía, porque era un contumaz escuchador de boleros, que hay amores que matan.
En bon auditeur de boléros, Héctor savait pertinemment qu’il existe des amours qui tuent.
Que entre el personal a su servicio hubiera Escuchadores lo aceptaba;
Qu’il y eût des Écouteurs dans sa maison, elle l’acceptait ;
No puedo pensar por qué, somos muy buenos escuchadores.
Je ne vois pas pourquoi, nous savons très bien écouter.
—Oh Escuchador del Suelo, ¿cómo van las cosas?
— Ô Écouteur du Sol, comment vont les choses ?
Era un buen escuchador que hablaba en raras ocasiones y en voz baja y que, cuando estaba con más de dos o tres personas, guardaba un silencio casi absoluto.
Il savait écouter, mais il parlait rarement, et il le faisait à voix basse ; quand il se trouvait avec plus d’une ou deux personnes, il restait pratiquement muet.
El Escuchador dijo que había «oído decir» que habían muchas lombrices debajo de la costra, y habló de un tipo de gusano más grande y más eficaz que había sido criado en algún lejano cadmus croatanio.
L’Écouteur dit qu’il avait « entendu » beaucoup de vers de terre sous la croûte, et il parla d’un type de ver nouveau, plus gros et plus efficace, qui avait été obtenu par croisement dans un lointain cadmus croatan.
Luego, durante catorce años, Nicholas vivió la juventud que en cierto modo había postergado, y las mujeres ya no necesitaban ser de izquierdas, y Keith se convirtió en el escuchador, y no en el contador de cosas.
Puis pendant quatorze années Nicholas a vécu la jeunesse qu’il avait plus ou moins remise à plus tard, et les femmes n’avaient plus besoin d’être de gauche, et Keith devint celui qui écoute et non le raconteur.
El gran Escuchador comprendió enseguida que la humanidad le apretaba en las sisas a aquella niña despierta y, pacientemente, canapé tras canapé, extirpó de ella hasta la más pequeña raíz, plantando lo social en su lugar.
L’autre Ecouteur a tout de suite pigé que l’humanité la gênait aux entournures, cette enfant vive, et, patiemment, canapé après canapé, il en a extirpé jusqu’à la plus petite racine, et il a planté du social à la place.
De cuando en cuando, Flagg, que era un gran escuchador furtivo, había oido cuentos narrados por gente necia que hablaban sobre jóvenes principes que escapaban de las garras de genios malignos, pronunciando sencillamente una palabra mágica que les hacía desaparecer al instante, o sobre jóvenes y bellas princesas (en los relatos siempre eran bellas, a pesar de que para Flagg la mayoría de las princesas que conoció fueren productos defectuosos y, como consecuencia de una larga tradición familiar endogámica, feas como el pecado y estúpidas por añadidura) que convertian a ogros imponentes en moscas, a los cuales rápidamente mataban de un papirotazo.
De temps en temps, Flagg – qui avait un talent fou pour écouter aux portes –, avait entendu bien des imbéciles raconter qu’un jeune prince avait échappé aux griffes du diable en prononçant une formule magique qui l’avait fait disparaître sur l’instant, ou que de jeunes et belles princesses (dans les histoires, les princesses étaient toujours jeunes et belles bien que, comme le lui prouvait son expérience, la plupart des princesses, simples produits de mariages consanguins, étaient laides comme le péché et stupides par-dessus le marché) avaient déjoué des ogres en les changeant en mouches et en les écrasant entre leurs mains.
Dijo que le parecía que la depresión era tan central en su identidad y tan inseparable de la misma y de su personalidad que no ser capaz de transmitir la sensación profunda de la depresión o de describir la sensación que le causaba a ella le resultaba comparable, por ejemplo, a sentir una necesidad desesperada de describir el sol en la que le fuera la vida y, sin embargo, solamente tener permiso para señalar las sombras del suelo. Estaba exhausta de tanto señalar sombras, dijo entre sollozos. Inmediatamente ella (es decir, la persona deprimida) se detuvo, se rio de sí misma con una risotada forzada y le pidió disculpas a la psiquiatra por emplear una analogía tan floridamente melodramática y llena de autocompasión. La persona deprimida le explicaría todo aquello más tarde a su Sistema de Apoyo, con todo detalle y a veces más de una vez por noche, como parte de su proceso de sufrimiento motivado por la muerte de la psiquiatra causada por cafeinismo homeopático, incluyendo su recuerdo (es decir, el recuerdo de la persona deprimida) de que el despliegue de atención compasiva y exenta de juicios que había prestado la psiquiatra a todo lo que la persona deprimida por fin había soltado, ventilado, espetado, vomitado, gimoteado y dicho entre lloriqueos durante aquella sesión crucial y traumáticamente seminal había sido tan formidable y desinteresado que ella (es decir, la psiquiatra) había pestañeado mucho menos a menudo que ninguna otra escuchadora profesional con quien la persona deprimida se hubiera sincerado alguna vez cara a cara. Las dos integrantes actuales del Sistema de Apoyo de la persona deprimida que le merecían más confianza y que le proporcionaban más apoyo habían respondido, casi con las mismas palabras, que parecía que la psiquiatra de la persona deprimida había sido alguien muy especial, y que estaba claro que la persona deprimida la echaba mucho de menos; y la amiga «central» más especialmente valiosa, la más importante, la que más empatía mostraba y que resultaba que sufría una enfermedad física, en quien la persona deprimida se estaba apoyando más que en nadie durante el proceso de sufrimiento por la muerte de la psiquiatra, sugirió que la manera más afectuosa y apropiada de honrar tanto la memoria de la psiquiatra como la pena de la persona deprimida por su pérdida podía ser que la persona deprimida intentara ser para sí misma una amiga tan especial, generosa y llena de un cariño inagotable como lo había sido la difunta psiquiatra. [6] La persona deprimida, intentando desesperadamente abrirse y permitir a su Sistema de Apoyo que la ayudara a honrar y procesar sus sentimientos sobre la muerte de la psiquiatra, asumió el riesgo de explicar su descubrimiento del hecho de que prácticamente nunca, por no decir nunca, había usado la palabra «triste» en los diálogos del proceso terapéutico.
pour le sujet dépressif) – ou du moins pour la part d’enfant intérieur isolé, écorché vif, en demande, pathétique, égoïste, gâté et blessé en elle – l’amie intime idéale : voilà quelqu’un (la thérapeute, donc) qui, après tout, serait Toujours Là pour écouter, se sentir vraiment concernée, comprendre ce qu’elle ressentait, se montrer émotionnellement disponible et généreuse, la réconforter et la soutenir, sans pourtant jamais rien lui demander en retour, en termes d’empathie ou de soutien émotionnel, dans le sens où le sujet dépressif n’aurait jamais vraiment à se sentir concernée par la thérapeute ni même à considérer les sentiments et besoins légitimes de celle-ci en tant qu’être humain. Le sujet dépressif comprenait aussi parfaitement, avait-elle reconnu, que c’étaient en fait les 90 dollars de l’heure qui rendaient le simulacre d’amitié de la relation d’aide si idéalement à sens unique : la seule attente ou exigence que la thérapeute faisait reposer sur elle était les 90 dollars horaires convenus ; une fois cette unique exigence satisfaite, tout dans la relation était au profit et au sujet du sujet dépressif. Sur un plan rationnel, intellectuel, « cérébral », elle (c.-à-d. le sujet dépressif) était parfaitement consciente de toutes ces réalités et compensations, avait-elle dit à la thérapeute, et il lui semblait même n’avoir bien sûr aucune raison rationnelle, aucun droit, d’éprouver les sentiments vains, puérils et tyranniques dont elle venait juste de prendre le risque émotionnel inédit de confier qu’elle les éprouvait ;
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