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noun
Aunque nuestro, previo pago de su importe, ese individuo es terreno minado, decían sus ojos.
He may be ours, when he's paid off, but that guy is a minefield, his eyes said.
El tono de Lisette daba a entender que aquella conversación era terreno minado y que haría bien en ignorar la pregunta.
From Lisette’s tone of voice Martin sensed that he was stepping into a minefield, and the best policy would be to ignore the question entirely.
La cual se aventura de puntillas en terreno minado: ansiosa de exponer su deseo de abandonar sus funciones en el bufete de Hubert, a fortiori sin previo aviso, Nadine se pierde en circunloquios temiendo que su jefe se tome a mal sus planes.
Like someone tiptoeing through a minefield, Nadine Alcover loses herself in fearful circumlocutions as she attempts to express her desire to quit her job at Hubert’s office, anxious as she is that her employer will take the news badly.
Así, hablando de Alberto y su presunta enfermedad, habíamos introducido sin darnos cuenta en nuestras conversaciones nocturnas también el tema, antes tabú, de los Finzi-Contini. Nos dábamos perfecta cuenta los dos de que caminábamos por terreno minado y, precisamente por eso, avanzábamos siempre con mucha cautela, atentísimos a no dar un paso en falso.
Thus, starting with Alberto and his presumed illness, we imperceptibly brought the Finzi-Continis-a subject taboo until then-into our evening conversations. We both knew quite clearly that we were walking on a minefield, and for this very reason went ahead very cautiously, careful not to stumble.
Francamente te digo que no sé cómo no nos matamos por esa carretera, yo prendido a mi moto, tú prendida a mi, tu locura prendida a ti y los cuatro volando en estampida ciega y a mil por hora, hasta llegar al caserío de Puente Piedra y ahí Agustina le indicó al Midas que se detuvieran a tomar café, él le hizo caso, entraron a una tienda, pidieron dos tintos y ella soltó la risa, recuperada ya de la cabeza y hasta divertida, como si volviera a estar habitada por si misma y no por esa otra, Vaya, vaya, le dijo al Midas dándole un abrazo, nos escapamos justo antes de que se armara la podrida, y el, también de buen humor, Qué provocadora eres, Agustina, yo creo que usas esos guantuchos atroces sólo para enloquecer a tu hermano Joaco, Es verdad que son mañé, reconoció ella y propuso que fueran a enterrarlos en algún lado, así que se encaramaron de nuevo en la moto y encontraron a la orilla de la carretera un potrero que a ella le pareció apropiado, Te quitaste los guantes, los tiraste a una acequia y nos quedamos ahí parados mirando cómo se los tragaba esa sopa de agua verde y espesa, como el día seguía espléndido y el sol acogedor, decidimos tendernos en el pasto y de pronto el mundo era cómico, niña Agustina, pese a que eres dueña de innumerables hectáreas allí estábamos, invasores de terreno ajeno, atentos a que no nos echaran los perros pero contentos, otra vez adolescentes, amigazos, conchabados, debe ser cierto eso de que quienes han compartido sábanas nunca se apartan del todo. Se pusieron a conversar sobre el regreso del Bichi y Agustina se estremecía de emoción con la noticia, Cuando regrese mi padre…, dijo, Quieres decir cuando regrese el Bichi, la corrigió el Midas y la volvió a corregir la segunda vez que lo dijo, pero ya a la tercera sospechó que era mejor dar el timonazo y swichar de tema para salirse del terreno minado, No sabes el merequetengue que tengo armado en el Aerobic's, le comentó y Agustina ya lo sabía porque unas horas antes, en la casa de tierra fría, lo había traído a cuento la mujer de Joaco, que es habitué del gimnasio, al preguntarle al Midas si había resuelto el enigma de la desaparecida, Y en medio de esa conversación tu hermano Joaco me sugirió, por burlarse de ti, o por burlarse de mí, que te llevara a que adivinaras el paradero de la tal enfermera, Con suerte Agustina la localiza en Alaska, como al hijo del ministro, había echado a chacota Joaco, y así las nenas del Aerobic's se calman y dejan de echarle la culpa al Midas.
I don’t know how we managed not to kill ourselves on that road, me clinging to my motorcycle, you clinging to me, your madness clinging to you, and the four of us flying along blindly at a thousand miles an hour, until we reached the tiny town of Puente Piedra and there you informed me that we should stop for coffee, and I agreed; we went into a store and asked for two black coffees, and you burst out laughing, back to normal now and even finding it all funny, like you were your real self again, and not inhabited by that other person, Well, well, you said to me, giving me a hug, we escaped just in time, before things got ugly, What a tease you are, Agustina, I said, I think you wear those hideous gloves just to drive your brother Joaco insane, It’s true they’re nasty, you admitted, and you came up with the idea of burying them somewhere, so we got back on the motorcycle and found a field by the side of the road that seemed right to you. You took off your gloves, threw them into an irrigation ditch, and we stood there watching as the soupy green water swallowed them up. Since the day was still beautiful and the sun was inviting, we decided to lie down in the grass and suddenly everything seemed very amusing, Agustina doll, there you were, the owner of countless acres, and here we were, trespassers on someone else’s land, keeping a careful eye out in case they set the dogs on us, but happy, adolescents again, great friends, partners in crime; it must be true that those who’ve shared a bed never completely grow apart. We started to talk about Bichi’s return and you shivered with emotion at the news, When my father returns…, you said, You mean when Bichi returns, I corrected you, and I corrected you again the second time you said it, but by the third time I suspected that it would be better to change course, steering us away from that particular minefield.
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