Translation for "esquilar ovejas" to english
Esquilar ovejas
verb
Translation examples
verb
—¿Pretendes esquilar ovejas? —preguntó Emma. —Es mejor que nada.
“Planning on shearing some sheep?” said Emma. “It’s better than nothing.”
Mientras se afeitaba con una antigua maquinilla eléctrica que parecía estar hecha para esquilar ovejas, Grushko me relató los acontecimientos de la noche.
Grushko explained the night's events while he shaved with an ancient electric razor. It looked like it had been designed to shear sheep.
—Entonces, sustituiste la tijera de esquilar ovejas por la espada y convenciste a otros en el valle para que hicieran lo mismo, luego tendiste una emboscada a los chicos de Bethod.
‘No need for the shears, then, but she took up a sword, and she got a few others in the valley to do the same, and she laid an ambush for ’em.’
En aquel glorioso momento tal acto le había parecido al jovenzuelo algo infinitamente más emocionante que apacentar reses, esquilar ovejas o decapitar pollos.
    In that glorious moment such action had seemed to the youngster to be infinitely more exciting than tending cattle, or shearing sheep, or cutting the heads from chickens.
La imitación se fue intensificando de forma gradual: la breve aparición de mi padre retrocedió frente al brillo del avance del dial, el cajón de utensilios se alejó de su apertura máxima, la cara desprovista de cuerpo de mi hermano imitaba y distorsionaba mis intentos desesperados de conseguir únicamente mediante la expresión de mi cara que mamá apartara la vista de mí y lo viera a él, y yo ya no notaba los movimientos de los rasgos de mi cara sino que los veía reflejados en aquella cara blanca gesticulante que se recortaba sobre el fondo negro de la despensa, con los ojos abultados como si me estuvieran estrangulando y las mejillas abultadas contra la presión de la mordaza, y mamá se agachó junto a la silla para igualarme el pelo que me bordeaba las orejas, y mi cara expuesta a los ojos de ambos estaba cada vez más fuera de mi control a medida que yo iba viendo en su cara gemela lo que todo chiquillo con la cara manchada de caramelo y cogiendo la mano de su padre ha de ver en un parque de atracciones: la semejanza grotesca y despiadada, la distorsión en la que se encuentra, diminuto y en el centro, algo cruelmente cierto acerca del mismo yo que mira con cara lasciva y menea de forma convulsiva el cuello alargado y el cráneo hundido, esos ojos abultados que se inflan hasta llenar toda la imagen, y a medida que la imitación se fue intensificando alcanzó cierto nivel en que se convirtió en la parodia de una histeria sudorosa que hacía que los mechones de pelo cortado se adhirieran al ceño húmedo; y los sollozos del estrangulado eran ahogados por el trapo, el repiqueteo y el crujido eléctrico de la tormenta y el murmullo de papá por encima del susurro de unas tijeras pensadas para esquilar ovejas, y una arcada no vista por nadie hizo que mis ojos se pusieran en blanco una y otra vez presa del terror, sabiendo sin necesidad de verlo que la cara de mi gemelo adoptaría la misma expresión, para burlarse de ella, hasta que el último refugio fue el abandono, dejar de luchar por completo y adoptar la mirada inexpresiva, flácida y amordazada de una máscara —no vista por nadie y tampoco viendo nada—, enfrentada a un espejo sin el cual no podía conocerme ni sentirme. Nunca más podría. DAVID FOSTER WALLACE (1962 - 2008). Nacido en 1962, es contemporáneo de autores como Rick Moody o David Leavitt, y, para muchos críticos, el autor más relevante de su generación. Entre sus obras destacan las colecciones de relatos La niña del pelo raro y Entrevistas breves con hombres repulsivos, el magnífico ensayo Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer y su extensa y alabada novela La broma infinita.
It ascended by levels: Da’s cameo recessed against the glow of the tuner’s parade, the drawer of utensils withdrawn past its fulcrum, the disembodied face of my brother miming and distorting my desperate attempts by expression alone to make Mum look up from me and see him, I no longer feeling my features’ movements so much as seeing them on that writhing white face against the pantry’s black, the throttle-popped eyes and cheeks ballooning against the gag’s restraint, Mum squatting chairside to even my ears, my face before us both farther and farther from my own control as I saw in his twin face what all lolly-smeared hand-held brats must see in the funhouse mirror—the gross and pitiless sameness, the distortion in which there is, tiny, at the center, something cruelly true about the we who leer and woggle at stick necks and concave skulls, goggling eyes that swell to the edges—as the mimicry ascended reflected levels to become finally the burlesque of a wet hysteria that plastered cut strands to a wet white brow, the strangled man’s sobs blocked by cloth, storm’s thrum and electric hiss and Da’s mutter against the lalation of shears meant for lambs, an unseen fit that sent my eyes upward again and again into their own shocked white, knowing past sight that my twin’s face would show the same, to mock it—until the last refuge was slackness, giving up the ghost completely for a blank slack gagged mask’s mindless stare—unseen and -seeing—into a mirror I could not know or feel myself without. No not ever again.
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