Translation for "été fiancé" to spanish
Translation examples
Quand on est fiancés !
¡Cuando se está comprometido!
Peut-être même fiancée ?
¿O ya estaba comprometida?
Êtes-vous fiancés, oui ou non ?
¿Estás comprometida o no?
Elle croyait que nous étions fiancés.
Creía que estábamos comprometidos.
J’étais parfaitement disposé à reléguer le Vieux Dexter dans un coin et j’avais donc entrepris de « consolider nos vies », selon l’expression de ma fiancée.
Por lo tanto, estaba muy decidido a jubilar al Antiguo Dexter, de modo que me había dedicado a «consolidar nuestras vidas», como decía Rita.
Mais celle-ci ne l’apprécia guère, car le poète s’y répandait surtout en descriptions flatteuses de sa fiancée penchée sur le lit d’Amabel.
pero como el poema trataba más de la hermosa imagen de Cecilia inclinándose sobre el lecho de la enferma que de los sufrimientos de Amabel, no consiguió agradar a la persona a quien estaba dedicado.
Ledoux a prétendu avoir vu un exemplaire de La Tentation de saint Antoine dédicacé par Gustave à Juliet avec ces mots : « À ma fiancée. » Étrange qu’il ait vu cela à Rouen plutôt qu’à Londres où vivait Juliet.
Ledoux pretendió haber visto un ejemplar de La Tentation de saint Antoine dedicado por Gustave a Juliet, con las palabras «A ma fiancée». Es extraño que lo viera en Rouen, y no en Londres, que es donde Juliet vivía.
Conde envisagea alors les causes possibles, les moins graves et les plus probables pour une telle absence de l’étranger : une fiancée cubaine collante, fixe ou louée, à l’heure ou à la journée, un séjour en province pour méditer, une disparition volontaire pour un motif inconnu ou le plus envisageable à ce stade : la quête de la vierge noire.
Entonces, Conde especuló con las soluciones posibles, las menos graves y elevadas para tal ausencia del extranjero: una pegajosa novia cubana, fija o de alquiler por horas o días; una estancia en provincias dedicado a meditar; una desaparición voluntaria por algún motivo desconocido o por el más sospechado de momento: la búsqueda de la virgen negra.
Et des photos, partout, entassées sans respect, arrachées à leurs albums, des photos orphelines d’enfants en bas âge, de jeunes mariés d’il y a un siècle, les photos dédicacées et datées que des soldats ont envoyées à leur famille ou à leur fiancée depuis le Pacifique, l’Afrique du Nord en 1942 ou la France pendant l’été 1944, les photos de couples avec des petits enfants dans les bras et de garçons italiens ou portoricains en habit de communiant, tous avec le sourire lointain et évanoui des défunts, la détresse de ceux que personne ne peut plus se rappeler ou identifier.
Y las fotos, en cualquier parte, amontonadas sin respeto, arrancadas de álbumes, las fotos huérfanas de niños pequeños, de recién casados de hace un siglo, las fotos dedicadas y fechadas de soldados que las enviaron a sus familias o a sus novias desde el Pacífico, desde el norte de África en 1942 o desde Francia en el verano de 1944, las fotos de matrimonios con hijos pequeños en brazos y de chicos italianos o puertorriqueños con trajes de comunión, todos con la sonrisa lejana y desfallecida de los muertos, con el desamparo de los que ya no tienen a nadie que los pueda identificar o los recuerde.
Ils discutaient de choses et d’autres pendant que Pombo faisait l’éloge d’un atlas rare de José Manuel Restrepo (apporté avec quelques exemplaires de son Histoire de la révolution) ou qu’Hoyos se laissait captiver par une première édition de Moby Dick (imaginant déjà le prix qu’il en tirerait à New York) et par une autre, plus modeste mais belle, du Colonel n’a personne qui lui écrit, une édition de 1962 en parfait état. L’exemplaire avait appartenu à Aurita, la fiancée de l’éditeur, et il était dédicacé, Jacobo apprit ainsi que la librairie El Carnero cherchait un employé pour faire la poussière et accueillir le peu de clients qui venaient acheter à l’heure du déjeuner et que Pombo effrayait avec ses tirades de sage.
Conversando de esto y aquello, mientras Pombo elogiaba un rarísimo atlas de José Manuel Restrepo (que venía con algunos ejemplares de su Historia de la revolución), y mientras Hoyos se embelesaba con una primera edición de Moby Dick (ya hacía cuentas de su precio en Nueva York) y con otra más modesta, pero bella, del Coronel no tiene quien le escriba, la del sesenta y dos, en perfecto estado, pues era el ejemplar que había pertenecido a Aurita, la mismísima moza del editor, dedicada por ambos (autor y editor), Jacobo vino a saber que la librería El Carnero estaba buscando un empleado que desempolvara los libros que Pombo se negaba a sacudir aunque Hoyos se lo ordenara, y atendiera a los pocos clientes que a la hora del almuerzo venían a comprar y que Pombo espantaba con desplantes de sabio.
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