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Le acometió una fuerte tiritona y se dejó caer en la silla.
Après un violent frisson, il se laissa retomber sur sa chaise.
Con accesos de calor en los hielos de la tundra y sudores fríos en el horno de los barracones, y tiritonas, continuas tiritonas, Lev seguía trabajando como un mulo en la brigada.
Avec des bouffées de chaleur dans le gel de la toundra, avec des sueurs froides dans le chaudron des baraquements, et des frissons, c’était en continuant à frissonner que Lev devait travailler dans une brigade de durs.
Lo que yo soy en realidad no es ese pobre esqueleto de Lynda, puro hueso tiritón y temblón.
Ce que je suis réellement, ce n’est pas la pauvre vieille peau de Lynda, le squelette qui tremble et frissonne.
La idea de una playa brasilera con cocoteros en compañía de su familia me producía tiritones;
J’avais des frissons rien qu’à m’imaginer sur une plage brésilienne de cocotiers en compagnie de sa famille ;
Sucumbieron con una cagantina repugnante, calenturas de fritanga y tiritones incontrolables, que en el caso de Babalú remecían la casa.
Tous avaient une diarrhée répugnante, des températures extrêmement élevées et des frissons incontrôlables qui, dans le cas de Babalu, faisaient trembler la maison.
Cuando el reloj dio las nueve, fue al lavabo y se cepilló los dientes; luego se desnudó, se metió en el saco de dormir y, entre tiritonas, intentó dormir.
À neuf heures, il alla se laver les dents dans les toilettes, puis il se déshabilla et se glissa dans le sac de couchage. Il tenta de s’endormir malgré ses frissons.
Desconcertado, se lo puso en el bolsillo y continuó vigilando la faena de cargar las cajas en el carretón, mientras le ardían las orejas, se le mojaba la ropa de sudor y una fiebre de tiritones le recorría la espalda.
Déconcerté, il la mit dans sa poche et continua à surveiller le chargement des ballots dans la charrette, tandis que ses oreilles s'enflammaient, que ses vêtements se trempaient de sueur et que des frissons lui parcouraient le dos.
Al segundo día en esta isla caí en cama doblada de dolor de estómago y todavía ando a tiritones, paso horas frente a la ventana con una bolsa de agua caliente en la barriga.
Le deuxième jour dans cette île, je suis tombée dans le lit pliée en deux par de terribles douleurs d’estomac et j’ai encore des frissons, je passe des heures devant la fenêtre, une bouillotte sur le ventre.
corren con la cabeza gacha de edificio en edificio a la caza de un café irlandés que les reanime los dedos y los caliente lo bastante para contener la tiritona y permitirles afrontar una rápida caminata de vuelta a casa.
ils baissent leur tête nue et se hâtent d’immeuble en immeuble à la poursuite d’un irish coffee pour ranimer leurs doigts et se réchauffer suffisamment pour cesser de frissonner et avoir l’énergie de rentrer chez eux.
Ya no hacía tanto calor como antes y se echó por encima tres cubos de agua entre una tiritona incontrolable, sin más ropa encima que los boxer, empapados, y las Nike, que chapoteaban a cada paso.
Dehors, il ne faisait plus aussi chaud que dans l’après-midi, et Weed fut pris de frissons incontrôlables, obligé de déverser plusieurs litres d’eau sur son petit corps frêle, protégé seulement par son caleçon trempé et ses Nike qui faisaient des bruits d’éponge à chaque pas.
Podía sobrevivir a toda una noche de tiritona.
Je devais être capable de tenir une nuit en grelottant.
un mendigo con tiritona defeca a la vera del rumoroso río;
un mendiant grelottant défèque au bord de la bruyante rivière ;
Durmieron a tiritonas bajo un saliente arbolado entre el ulular de los búhos y la fragancia de los enebros mientras las estrellas hervían en la noche insondable.
Ils dormirent grelottants sous un promontoire boisé parmi les hululements des chouettes et le parfum des genévriers tandis que des essaims d’étoiles passaient dans l’immense nuit.
Los paseos, que habían empapado los continuos chaparrones del otoño, parecían más largos, cubiertos de una gruesa alfombra de hojas secas bajo la desmedrada tiritona de los chopos casi desnudos.
Les avenues, détrempées par les continuelles averses d’automne, s’allongeaient, couvertes d’un épais tapis de feuilles mortes, sous la maigreur grelottante des peupliers presque nus.
Ahora pueden partir: el cochero se encarama en la carroza, la nuera se pone los guantes calados para manejar, los caballos negros piafan inquietos, lagrimean los ojos de las viejas que salen a la vereda arrebozadas, tiritonas, tosiendo, para despedir el cortejo.
Maintenant on peut partir : le cocher grimpe sur le corbillard, la belle-fille met ses gants à trous pour conduire, les chevaux noirs sont inquiets, on voit pleurer les yeux des vieilles qui sortent emmitouflées sur le trottoir, toussotantes et grelottantes, dire un dernier adieu au convoi.
Las viejas están reunidas en la cocina para tomar el desayuno: pan, el fondo en que hierve el café, estornudos, cuchicheos, el humo de los palos que arden en el vientre de la cocina negra, figuras que son apenas un rasgo, un perfil que define un bulto, cabezas y mandíbulas que tiemblan un poco pero incontrolablemente, el escorzo de un brazo que la luz dibuja entre harapos olvidando dibujar la mano, tazas de esmalte plomizo, codo junto al pan desmigajado sobre la madera lavada y fregada y gastada de la mesa, trozos de seres que vuelven a componerse para levantarse, ha entrado la dueña, la señora vestida de escarlata, envuelta en su manto de pieles, portando un cofre flordelisado, seguida por su bufón que va repartiendo paquetes de regalo, los reciben manos temblorosas, uñas astilladas desgarran envoltorios, dedos tiritones destapan cajas, mira, un ludo, qué tiempo hace que no juego al ludo, y éstas son damas, y éste un rompecabezas, y éste un ajedrez pero es tan difícil jugar al ajedrez yo encuentro que es un juego de hombres, carreritas de caballos, de autos, de perros, tableros a cuadros blanco y negro, con puntas, con agujeros, mira Clementina lo que me tocó a mí, qué será, qué cosa tan rara parece dominó pero es un juego que se llama mahjong que nadie sabe cómo se juega pero las fichas son tan lindas, naipes, muchos naipes, docenas de barajas, ahora sí que no nos vamos a poder aburrir nunca más porque tenemos para jugar juegos distintos toda la vida, misiá Inés, que Dios se lo pague, usted es un alma caritativa de veras, una santa.
Les vieilles se trouvent réunies dans la cuisine pour prendre le petit déjeuner : du pain, le chaudron où bout le café, des éternuements, des chuchotements, la fumée des bouts de bois qui brûlent dans le ventre de la cuisinière noire, des figures qui sont à peine une esquisse, profil définissant une entité humaine, des têtes et des mâchoires qui tremblent un peu mais incontrôlablement, le raccourci d’un bras que la lumière dessine près des haillons en oubliant de former la main, des tasses en émail grisâtre, un coude près du pain émietté sur le bois lavé, frotté et usé de la table, des morceaux d’êtres qui se recollent pour se lever, la patronne est entrée, la dame vêtue d’écarlate, enveloppée dans son manteau de fourrure, portant un coffret fleurdelisé, suivie de son bouffon qui distribue des paquets de cadeaux, que reçoivent des mains tremblantes ; des ongles ébréchés déchirent les emballages, des doigts grelottants ôtent le couvercle des boîtes, regarde, un loto, ce qu’il y a longtemps que je n’ai pas joué au loto, et ça, ce sont des dames, et ça un puzzle, et ça un jeu d’échecs, mais c’est si difficile de jouer aux échecs, moi je trouve que c’est un jeu d’hommes, des petites courses de chevaux, d’autos, de chiens, des damiers à carrés blancs et noirs, avec des pointes, avec des trous, regarde Clementina ce que j’ai reçu, qu’est-ce que ça peut bien être, quel drôle de truc, on dirait un domino mais c’est un jeu qui s’appelle mah-jong auquel personne ne sait jouer, mais les jetons sont si jolis, et des cartes, beaucoup de cartes, des dizaines de jeux, maintenant, alors, on ne va plus jamais pouvoir s’ennuyer, comme on a de quoi jouer à des jeux différents toute notre vie, misiá Inés, Dieu vous le rende, vous êtes une vraie âme charitable, une sainte.
Algo que en la sombra parece tronco de árbol puede ser una pordiosera desdentada y tiritona que con su cantinela de miserias y enfermedades puede llevarlo a uno a un baldío y la bandada sangrienta se puede lanzar sobre uno… mejor no andar solo de noche por este barrio que no es lo que era antes, en los buenos tiempos, está maleado por estas viejas… pero cómo va a ser cierto… debe ser mentira… nadie cree… la pura verdad… cómo vamos a creer que un grupo de pordioseras ancianas salidas quién sabe de dónde haya invadido este barrio tan tranquilo, dicen que hay gente que quiere cambiarse a otros barrios, dicen que al cabro ese del negocio de compraventa de revistas entraron a pedirle limosna cuando estaba solo y que entre seis viejas le robaron la caja, mejor buscar en otra pensión lejos de aquí, es peligroso salir de noche porque un pedazo de noche de repente se encarna y cae sobre uno para robarle lo poco que lleva en los bolsillos, siguen a la gente, despacito, y de pronto eso que parecía sombra se rebela y se deforma y ataca, eso es lo que pasa, puede ser que esas viejas de que están hablando tanto aquí en el barrio no sean más que las sombras de los miedos, pero de haber muchas viejas… en fin, no sé si muchas pero parece que hubiera más viejas que antes… sale con su cabeza arrebozada en su chal, arrastrando chancletas, deslizándose junto a la pared, sola, pero cuando uno la ve avanzando sola, encorvada y renga, uno sabe que hay un grupo armado esperando detrás de la esquina, así es que uno inmediatamente cruza hacia el farol de la otra vereda, pero divisa a un par de viejas ocultas en el umbral de la casa de más allá, entonces uno sale al medio de la calle y se encuentra con un grupo de sombras que avanzan, y uno quiere volver atrás pero hay sólo un muro sin ventanas porque yo las tapié todas y con mi pincel simulé vejez para que nadie note ausencias, sólo rostros, sólo harapos, a veces atacan y a veces no, es cuestión de suerte porque no se puede tenerles miedo a viejecitas que se escabullen como lauchas y después llegan aquí a la capilla con su botín, a repartirlo, a comer cosas para llevarnos, este paltó de señora gorda se lo voy a llevar de regalo a la Mercedes Barroso, y esta cadena de reloj de oro a la Brígida que va a estar contenta la pobre. —Vi a la Iris. —¿Dónde? —Por aquí cerca. —¿Cómo?
Ce qui dans le noir a l’air d’un arbre peut être une mendiante édentée et grelottante qui, en débitant son chapelet de misères et de maladies, vous conduira à un terrain vague où la bande sanguinaire se jettera sur vous… mieux vaut ne pas sortir seul la nuit dans ce quartier qui n’est plus ce qu’il était avant, au bon temps, il est mal famé, avec ces vieilles… mais comment ça peut être vrai… ça doit être une blague… personne n’y croit… non, c’est la pure vérité… mais comment peut-on croire qu’un groupe de vieilles mendiantes sorties d’on ne sait où a envahi ce quartier si tranquille, on dit qu’il y a des gens qui veulent déménager, on dit que chez le type qui fait l’achat et la vente des revues, elles sont entrées demander l’aumône quand il était seul et qu’à six elles sont parties avec la caisse, il vaut mieux chercher une chambre dans une autre pension loin d’ici, il est dangereux de sortir la nuit car tout à coup un morceau de nuit prend forme humaine et vous vole le peu que vous avez dans vos poches, ça suit les gens, tout doucement, et soudain ce qui avait l’air d’une ombre se rebelle, change de forme et attaque, voilà ce qui se passe, il est possible que ces vieilles dont on parle tant dans le quartier ne soient que les ombres de la peur de chacun, mais s’il y a beaucoup de vieilles… enfin, je ne sais pas s’il y en a beaucoup, mais on dirait qu’il y en a plus qu’avant… elle sort, la tête emmitouflée dans son châle, se glissant le long des murs, seule, mais en la voyant avancer seule, voûtée et éclopée, on sait qu’il y a un groupe armé au coin de la rue, de sorte qu’on traverse immédiatement en direction du réverbère de l’autre trottoir, mais on aperçoit un couple de vieilles cachées dans l’embrasure d’une porte un peu plus loin, alors on veut se tenir au milieu de la rue et on donne sur un groupe d’ombres en marche, on veut revenir en arrière et il n’y a qu’un mur sans fenêtres car je les ai toutes murées et j’ai imité la vétusté au pinceau pour que personne ne puisse soupçonner les manques, ce ne sont que des visages, que des haillons, parfois ça attaque et parfois non, c’est une question de chance, car on ne peut pas avoir peur de petites vieilles qui se défilent comme des souris et puis viennent ici à la chapelle partager leur butin et manger un morceau, ce paletot de femme forte, je vais l’apporter en cadeau à Mercedes Barroso, et cette chaîne de montre en or à la Brígida, elle va être contente, la pauvre. — J’ai vu Iris. — Où ? — Par ici tout près. — Comment était-elle ?
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