Translation for "torva" to french
Translation examples
Me dirige una mirada torva.
Elle me regarde, l’air sombre.
Raleigh sonríe con gesto torvo.
Raleigh sourit sombrement.
Conan esbozó una torva sonrisa.
Conan eut un bref sourire sombre.
Julia le lanzó una mirada torva.
Julia lui lança un regard sombre.
Su muerte le produjo una torva satisfacción—.
Il regarda la créature mourir avec une sombre satisfaction.
Con expresión algo torva, pensó Dixie Mae.
Dixie Mae les trouva un rien sombres.
Samah lanzó una torva mirada a Alfred y anunció:
Samah regarda sombrement Alfred.
—Exacto —sonrió Thrawn, con torva satisfacción—.
— Exactement, fit Thrawn, l’air sombre et satisfait.
—¡Yo no he seducido a nadie! —respondió Haplo con voz torva—.
— Je n’ai séduit personne, dit sombrement Haplo.
Los labios de Erij se curvaron en una sonrisa torva ante su insolencia.
Les lèvres d’Erij s’étirèrent en un sombre sourire devant cette insolence.
Zaleshoff tenía la expresión torva.
Zaleshoff avait l’air sinistre.
—Se enterarán —dijo UrLeyn con voz torva—.
— Ils le seront, affirma UrLeyn d’un ton sinistre.
Acometieron una torva pieza de Bartok.
Ils attaquent à un rythme soutenu un sinistre Bartók.
U-Dor sonrió con torva sonrisa.
U-Dor eut un sourire sinistre.
Los animales eran inocentes, incluso los torvos cuervos;
Les animaux étaient innocents, même les sinistres corbeaux ;
La expresión de Elric se transformó en una torva mueca.
À présent, l’expression d’Elric était un masque sinistre.
En infrarrojos era como el ojo torvo de un dragón soñador.
En infrarouge, il ressemblait à l’œil sinistre de quelque dragon ensommeillé.
Una tenue sonrisa flotaba aún en los torvos labios del guerrero.
Un vague sourire errait sur les lèvres sinistres de cet homme.
La seguridad era extrema y había guardias de torvo aspecto por todas partes.
Les règles de sécurité étaient draconiennes, et il y avait partout des gardes sinistres.
Los prisioneros prosiguieron su ascenso, desplazándose en torva proximidad unos con otros.
Les prisonniers poursuivaient leur ascension, progressant dans une sinistre proximité les uns des autres.
Joe esgrime tristemente una torva sonrisa.
Joe se fend tristement d’un sourire torve.
–Como a corderitos camino del matadero -replicó Gunn, con torva sonrisa.
— Comme des agneaux à l’abattoir, dit Gunn avec un sourire triste.
Lejos ya su joven audiencia, la provincara se concedió una torva sonrisa.
Ses jeunes auditrices ayant disparues, la provincara s’autorisa un sourire triste.
Torvo, espectral y antiguo Cuervo que errante llegas de las nocturnas orillas…».
Tristement lugubre et antique corbeau dérivant depuis les rives de la nuit… 
¿Por qué Russ tenía que pronunciar tales palabras, cuando era obligado enfrentarse a aquellas dos torvas realidades?
Pourquoi Russ devait-il prononcer ces mots, lui imposer cette confrontation avec les tristes réalités ?
Si bien la chispa pareció sufrir un espasmo, prosiguió su letal curso. Entonces, Thrall, con gesto torvo, apretó con fuerza el puño.
La flamme sembla vaciller, mais continua finalement sa route. La mine triste, Thrall serra alors le poing.
vagabundeaba por los cafés abiertos toda la noche, pasando horas en los billares eléctricos o siguiendo con mirada torva por encima de un café percolador a juerguistas achispados, borrachos tristes, carniceros obesos, marinos y prostitutas.
il traînait dans les cafés qui ne ferment jamais la nuit, passant des heures à jouer au billard électrique ou à regarder d’un œil torve par-dessus un café perco les fêtards en goguette, les soûlots tristes, les bouchers obèses, les marins et les filles.
La idea de que cada zumo de tomate consumido en el trans- curso de una noche de marcha sea acogida con benévolas y aproba-doras sonrisas, en tanto que todo bandazo beodo para llegar hasta la barra suscite miradas de falsa y torva lástima o desdeñosos comentarios del tipo ya-te-decía-yo, me da un asco que te cagas.
L’idée que les consommateurs de jus de tomates puissent être accueillis par des sourires approbateurs alors que les poivrots au bar ne récoltent que des regards de fausse tristesse torve ou des coups d’œil genre, « je-t’avais-prévenu », m’est totalement insupportable, putain.
Cuando finalmente ella se sienta en el sillón frente a él y se quita sus finos zapatos de tacón de aguja, él nota, para su sorpresa, que lleva las uñas de los pies pintadas de negro, jamás había visto ese color en los pies de una mujer adulta, ¿es ese su modo de llevar el luto? Siente el impulso de sentarse a sus pies para borrar con su lengua el barniz de sus dedos, en realidad ya no quiere hablar de nada, no quiere oír ni decir nada, solo desea que ella le susurre unas pocas y conocidas palabras al oído, mañana te sentirás mejor, en realidad esas son las únicas palabras que no lo lastiman, que no le provocan un dolor casi insoportable, como lo que ella estaba por decir en el momento en que servía el vino para ambos, alzaba su copa en dirección a él con una torva sonrisa y bebía sedienta, su piel enrojece como si la bebida la coloreara por dentro, en su frente se dibujan pequeñas perlas de sudor, extiende su mano hacia él y coge las fotografías, las examina pensativa, como si no las hubiera visto desde hacía mucho. Fue idea suya, ríe ante ese capricho trágico, que nos fotografiáramos exactamente en la misma postura, tenía muchas bromas de ese tipo, privadas, trata de explicarlo, de cumplir el pedido de aquel extraño visitante y Abner se oye a sí mismo preguntando, ¿por qué no seguisteis juntos? ¿Por qué te interesa saber eso, en realidad?, pregunta ella, pero en su voz no hay agresividad sino asombro, él intenta contestar con liviandad, ni siquiera yo lo comprendo, a partir del momento en que os vi pienso en vosotros, el aura que irradiabais me acompaña, para su alivio ella se conforma con esa respuesta, fui yo, lo dejé, dice, su discurso es coherente y forzado, como la conferencia que impartió hace unas pocas horas.
Lorsqu’elle se cale enfin face à lui et qu’elle enlève ses escarpins, il est surpris de voir apparaître des ongles vernis de noir, jamais il n’a rencontré de femme adulte avec des orteils d’une telle couleur, est-ce sa manière de porter le deuil, comme il voudrait s’asseoir à ses pieds et effacer de sa langue ces taches mortifères, en fait, il n’a plus du tout envie de discuter avec elle, ni de l’écouter ni d’être écouté, la seule chose qu’il aimerait, c’est l’entendre lui chuchoter au creux de l’oreille une phrase déjà prononcée, demain tu seras soulagé, il n’y a que ces mots-là qui ne le révoltent pas, qui ne lui infligeront pas la douleur presque insupportable de ce qu’elle allait immanquablement lui raconter après avoir servi le vin, mais elle lève d’abord son verre dans sa direction avec un sourire triste, boit goulûment, sa peau rougit comme si le liquide la colorait de l’intérieur, son front se perle de gouttes de sueur, elle tend le bras et lui prend les photos des mains, les détaille avec intérêt, à croire qu’elle ne les a pas vues depuis longtemps, c’était son idée de se faire photographier exactement dans la même position, il aimait ce genre d’enfantillages, précise-t-elle avec un petit rire qui souligne encore davantage le tragique de cette pirouette espiègle, espère-t-elle ainsi satisfaire la demande de son étrange visiteur, et Avner s’entend l’interrompre, pourquoi n’êtes-vous pas restés ensemble ? Qu’est-ce qui vous intéresse tellement dans notre histoire ?
Nedra como un pajarillo herido con su mandíbula rota, los nombres de los caballos, la sonrisa de Lucas en el retrovisor, su gran sable de cartón dorado, el campanario de la iglesia, los rectángulos de tiza en los troncos de los castaños, la carta de amor que Alexis guardaba en su cartera, el sabor del Port Ellen, los chillidos de uno de los bellezones cuando Leo había querido mojarla con su espray «Señuelo de jabalí, aroma a jabalina en celo», el olor de las gominolas de fresa fundiéndose a la brasa, el chapoteo del agua en la noche, la noche bajo las estrellas, las estrellas que ese hombre del que Kate había querido un hijo pretendía conocer, los burros del Jardín de Luxemburgo, el Quick al que tantas veces había llevado a Mathilde, la juguetería de la calle Cassette ante cuyo escaparate se habían quedado extasiados ellos también y que se llamaba Erase una vez…, las moscas muertas en las habitaciones de los mozos de cuadra, el tonto del haba de Mathew que no había sabido aislar el ADN de la felicidad, la curva de la rodilla de Kate cuando había ido a sentarse a su lado, el abordaje que había seguido, la perplejidad de Alexis, esa funda que ya nunca abría, la sonrisa triste del Gran Perro, el ojo torvo de la llama, el ronroneo de ese gato que había acudido a sacarlo de su tristeza inconsolable, la vista que se extendía ante sus cuencos de café esa mañana, la muralla de seguridad en la que Corinne había circunscrito a su fragilísimo marido, la risa de su Marión que bien pronto la derrumbaría, la manera que tenía de soplarse sobre el mechón de pelo aunque lo llevara bien recogido, el griterío de los niños y el estruendo de las latas de conserva en el patio, el rosal Wedding Day que se caía a pedazos bajo la pérgola, los vestigios de Pompeya, la danza de las golondrinas y las quejas de la lechuza cuando habían evocado a Nino Rota, la voz de Nounou mandándolos a la cama por última vez, la vejiga del camionero, el viejo profesor que había dejado en la mejilla de su hija pequeña la impronta de un hermoso efebo, el sabor de la fruta tibia que nunca había probado, ese polo que ya no se pondría más, el pronóstico de Rene, el jaleo que montaron todos sobre la báscula de la estación, el ratón en la alfombra del salón, los diez niños con los que habían cenado la víspera, los deberes bajo la lámpara de la cocina y el visto bueno que no le habían dado, ese puente que se vendría abajo algún día y los aislaría definitivamente del mundo, la belleza de las armaduras, las manchas de liquen gris verdoso sobre las piedras de la escalera, su tobillo al lado, la forma de las cerraduras, la delicadeza del perfil de las molduras, el siniestro total del coche, sus dos noches en un hotel cerca del velatorio, el taller de Alice, el olor de las zapatillas de deporte chamuscadas, el lunar que tenía en la nuca que lo había obsesionado mientras habían durado sus confidencias, como si Anouk le guiñara un ojo cada vez que reía o lloraba, la resistencia al impacto de Yacine y la de todos ellos, el aroma de la madreselva y las claraboyas «a la capuchina», el pasillo del primer piso, en cuya pared todos habían escrito sus sueños, el sueño de Kate, el pésame del policía, las urnas en el silo, los preservativos entre los terrones de azúcar, el rostro de su hermana, esa vida que había abandonado, esas camas que había acercado unas a otras, ese pasaporte que debía de haberle caducado ya, sus sueños de abundancia que la habían dejado estéril, el grosor de las paredes, el olor de la almohada de Samuel, la muerte de Esquilo, los faros en la noche, sus sombras, la ventana que Kate había abierto, el…
Nedra en oiseau blessé avec sa mâchoire béante, les noms des chevaux, le sourire de Lucas dans le rétroviseur, son grand sabre en carton doré, le clocher de l’église, les rectangles de craie à l’assaut des marronniers, la lettre d’amour qu’Alexis gardait dans son portefeuille, le goût du Port Ellen, les hurlements d’une des grandes gigues quand Léo avait voulu l’asperger de son spray « Leurre pour sanglier, odeur de la laie en chaleur », celle des fraises Tagada qui fondaient au bout de leurs bâtons, les clapotis de la rivière dans la nuit, la nuit sous les étoiles, les étoiles que cet homme dont elle avait voulu un enfant prétendait reconnaître, les ânes du jardin du Luxembourg, le Quick où il avait si souvent emmené Mathilde, le magasin de jouets de la rue Cassette devant lequel ils avaient rêvé eux aussi et qui s’appelait Il était une fois…, les mouches crevées dans les chambres des palefreniers, ce bécassou de Matthew qui n’avait pas su isoler l’ADN du bonheur, l’arrondi de son genou quand elle était venue s’asseoir près de lui, l’abordage qui avait suivi, le trouble d’Alexis, cet étui qu’il n’ouvrait plus, le sourire triste du Grand Chien, l’œil torve du lama, le ronronnement de ce chat qui était venu le sortir de son inconsolable chagrin, la vue depuis leurs bols ce matin, la muraille de beaufitude dont Corinne avait circonscrit son très fragile mari, le rire de leur Marion qui viendrait bientôt pulvériser tout ça, la façon qu’elle avait de toujours souffler sur sa mèche même quand ses cheveux étaient bien attachés, les cris des enfants et le vacarme des boîtes de conserve sous le préau, le rosier Wedding Day qui croulait devant la tonnelle, les vestiges de Pompéi, la danse des hirondelles et les coups de balai de la chouette quand ils avaient rappelé Nino Rota, la voix de Nounou qui les avait envoyés se coucher une toute dernière fois, la vessie du camionneur, le vieux professeur qui avait laissé sur la joue de sa cadette l’empreinte d’un bel éphèbe, le goût des fruits tièdes qu’il n’avait jamais connu, ce polo qu’il ne remettrait plus, la prédiction de René, leur boxon sur la balance, la souris dans le tapis, les dix enfants avec lesquels ils avaient dîné la veille, les devoirs sous la lampe et l’agrément qu’on lui avait refusé, ce pont qui s’effondrerait un jour et les couperait définitivement du monde, la beauté des charpentes, les taches de lichens vert-de-gris sur les pierres de l’escalier, sa cheville à côté, le dessin des serrures, la délicatesse des modénatures, l’épave de la voiture, ses deux nuits dans un hôtel près du funérarium, l’atelier d’Alice, l’odeur des baskets braisées, le grain de beauté qu’elle avait dans la nuque et qui l’avait obsédé tout le temps de sa confidence, comme si Anouk lui faisait de l’œil à chaque fois qu’elle tombait dans ses paumes pour en rire ou en pleurer, la résilience du petit Yacine, leur résilience à tous, l’odeur du chèvrefeuille et les lucarnes « à la capucine », le couloir du premier étage sur le mur duquel ils avaient tous écrit leurs rêves, son rêve à elle, les condoléances du militaire, les urnes dans la grange, les préservatifs dans les morceaux de sucre, le visage de sa sœur, cette vie qu’elle avait abandonnée, ces lits qu’elle avait rapprochés, ce passeport qui devait être périmé, ses rêves d’abondance qui l’avaient rendue stérile, l’épaisseur des murs, l’odeur de l’oreiller de Samuel, la mort d’Eschyle, les phares dans la nuit, leurs ombres portées, la fenêtre qu’elle avait ouverte, le…
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