Translation for "neorrománico" to french
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Notre-Dame-de-la-Garde era un edificio de dimensiones impresionantes, de mármol, de estilo neorrománico, colocado estratégicamente en el punto más alto de la ciudad.
Notre-Dame-de-la-Garde était un édifice en marbre aux dimensions imposantes, de style néo-roman, posé sur le point culminant de la ville.
La baja fachada era de madera y estilo Tudor, pero un pequeño anexo lateral parecía de un neorrománico un tanto raro. El largo tejado de madera a dos aguas, cubierto de tejas de cerámica, presagiaba la era del bricolaje en más de medio siglo. A un lado, en una zona apartada, había un invernadero cuyos paneles de cristal estaban ya agrietados y cubiertos de enredaderas. Toda la finca estaba cercada por una valla metálica, caída y erosionada, que parecía haber sido levantada como medida de seguridad hacía decenios y olvidada desde entonces. Siguiendo a Pendergast, Kleefisch se acercó a la fachada principal de la casa, precedida por una puerta estrecha en la valla, asegurada con un candado.
La façade trapue en colombage était d’inspiration Tudor, tandis que la curieuse excroissance qui flanquait le bâtiment était de style néo-roman. Le long toit en bois, avec ses poutres apparentes, précédait d’un bon demi-siècle les expériences du mouvement Crafstman. La silhouette d’une serre, ses panneaux de verre fissurés recouverts de lierre, se dessinait sur l’arrière. L’ensemble était protégé par une clôture affaissée dont les pouvoirs dissuasifs s’étaient épuisés avec le temps.
Y los encuentros de X con su suegro, siempre que X acompaña ahora a su mujer en sus incesantes visitas a la habitación de enfermo del viejo en la opulenta casa neorrománica que él (es decir, el viejo) y su mujer tienen en la otra punta de la ciudad (en lo que parece una galaxia económica completamente distinta) respecto a la casa más bien modesta de los X, resultan especialmente atroces, por todas las razones antes mencionadas, a las que se añade el hecho de que el suegro de X —que, a pesar de que en esa fase de su enfermedad, está recluido en una cama de hospital ajustable especial de primerísima calidad que la familia ha llevado a la casa, y siempre que X va a verlo está postrado por la enfermedad en esa cama especial de alta tecnología y atendido por un técnico portorriqueño especialista en enfermos desahuciados, sin embargo siempre está inmaculadamente afeitado, acicalado y ataviado, con un doble nudo Windsor en su corbata del club y sus trifocales con montura de acero perfectamente limpias, como si se mantuviera preparado para saltar en cualquier momento, ordenarle al portorriqueño que le trajera su traje Signor Pucci y su toga de juez y regresar al Tribunal Fiscal del Distrito Séptimo para seguir tomando decisiones despiadadamente bien razonadas, un porte y una indumentaria que la familia consternada parece percibir de forma unánime como una señal más de la dignidad sobrecogedora, el dum spero joie de vivre y la fuerza de voluntad del viejo—, el hecho de que el suegro siempre parece mostrarse ostensiblemente frío y arrogante en sus modales hacia X durante estas visitas obligadas, mientras que a su vez X, de pie y sumamente incómodo detrás de su mujer mientras a esta le hacen un ademán suplicante para que se incline sobre la cama del enfermo igual que una cuchara o una vara de metal es conminada a doblarse hacia delante por la escalofriante fuerza de voluntad de un mentalista, normalmente se siente abrumado en primer lugar por la alienación, luego por el disgusto y el resentimiento y finalmente por una verdadera malevolencia hacia el viejo de mirada férrea que, la verdad sea dicha, X siempre ha creído secretamente que era un gilipollas de primera categoría, y ahora siente que un simple destello de las gafas trifocales del suegro le molesta, y no puede evitar sentir odio hacia él; y el suegro, a su vez, parece captar el odio involuntario de X y responde mostrando de forma inequívoca que no se siente en absoluto contento, animado o respaldado por la presencia de X y que desearía que X no estuviera allí en la habitación con la señora X y el flamante técnico en enfermos desahuciados, un deseo que X siente que comparte amargamente en su interior por mucho que se esfuerza en mostrar una sonrisa todavía más amplia, compasiva y generosa dirigida a la habitación en general, de forma que X siempre se siente confuso, asqueado y colérico en la habitación de enfermo del viejo con su mujer y siempre termina preguntándose qué demonios está haciendo allí. Sin embargo, como es obvio, a X le produce unos remordimientos considerables el hecho de sentir ese disgusto y ese resentimiento en presencia de un humano semejante y un pariente legal que está deteriorándose de forma continuada e inoperable, y después de cada visita a la resplandeciente cabecera, mientras lleva en coche en silencio a su consternada esposa, X se castiga a sí mismo en secreto y se pregunta dónde están su decencia y su compasión fundamentales.
Et quand X voit son beau-père, à l’occasion des visites incessantes auxquelles il escorte sa femme, dans la chambre de malade aménagée dans son (c.-à-d. celle du vieux monsieur) opulente résidence néoromane sise à l’autre bout de la ville (et, ce lui semble, dans une tout autre galaxie économique, à des années-lumière), très loin de la demeure plutôt modeste des X, l’expérience est insoutenable, pour toutes les raisons citées plus haut, et ce d’autant que le père de la femme de X – lequel, bien qu’il demeure à ce stade confiné au lit d’hôpital télécommandé dernier cri installé par sa famille, une aide-soignante portoricaine postée à ses côtés, est cependant toujours rasé de près, vêtu et coiffé avec grand soin, le double Windsor de sa cravate club impeccablement noué, les triple foyer à monture d’acier immaculées, comme s’il se tenait prêt à sauter du lit dans le costume Signor Pucci et la robe d’avocat qu’il aurait exigés de la Portoricaine pour retourner au tribunal d’instance du septième district rendre quelques derniers verdicts implacablement syllogisés, mise et maintien que dans son égarement la famille semble interpréter comme une preuve supplémentaire de la dignité déchirante et de la joie de vivre dum spiro du vieil oiseau de proie, et de son inflexible volonté – d’autant que le beau-père, donc, semble toujours réserver à X une froideur et une distance démonstratives lors de ces visites charitables et lui, sentinelle maladroite derrière sa femme qui s’incline au-dessus du lit, les larmes aux yeux, au-dessus du malade telle la petite cuillère ou la barre de métal attirée et tordue par la puissance maléfique du médium, lui se sent d’abord submergé par un sentiment d’exclusion puis de dégoût, tenaillé par le ressentiment et le désir de faire du mal au vieux monsieur aux prunelles d’acier qu’il a, à vrai dire, toujours tenu in petto pour un connard de la pire espèce, et il découvre maintenant qu’il suffit d’un reflet sur les triple foyer du beau-père pour l’attiser, cette haine qu’il n’a jamais pu étouffer ; et de son côté le beau-père, percevant sans doute la haine secrète et involontaire de X, lui fait sentir qu’il n’éprouve aucune joie à le voir, ne tire nul réconfort ni soutien de sa présence et préférerait qu’il ne soit pas dans la pièce, entre Mrs. X et la luxueuse infirmière d’hospice, souhait que X lui-même, dans l’amertume de son for intérieur, se surprend à partager, lors même qu’il s’applique à déployer et projeter un sourire toujours plus large, toujours plus dévoué, toujours plus empathique, d’où l’intense perplexité, le dégoût et la rage qui l’étreignent dans la chambre du malade où, aux côtés de son épouse, il finit invariablement par se demander ce qu’il a bien pu venir chercher.
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