Translation for "lacras" to french
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Además, daba la impresión de que el lacre se había aplicado precipitadamente, porque el pergamino a su alrededor estaba manchado con gotas dispersas de cera roja.
De plus, il semblait avoir été appliqué à la hâte, car le parchemin tout autour était taché de gouttes éparses de cire rouge.
Un joven corpulento, pelirrojo y pecoso, cuya camisa abierta dejaba ver el vello rojo que cubría su pecho, estaba sellando una caja con lacre.
Un jeune géant aux cheveux roux, le visage criblé de taches de rousseur, la chemise ouverte sur sa poitrine velue, rousse, elle aussi, scellait une boîte avec de la cire.
Regresó donde se hallaba el microscopio y procedió a recubrirlo con una campana de cristal, y, tras derretir algo de cera de sellar sobre la llama azul del quemador lacró a la mesa los bordes de aquella campana, apretando la cera con sus pulgares.
Il couvrit le microscope d’une hotte en verre, fit fondre sur la flamme bleutée d’un bec Bunsen un morceau de cire à cacheter et scella à la table les bords de la cloche, puis sur les taches de cire imprima son pouce.
Brizeux casi parecía una caricatura del funcionario nervioso e irritable, con los dedos manchados de tinta y el cuerpo envuelto en una aureola de olor a lacre y encuadernaciones viejas, pero actuaba como si ostentara una posición de autoridad y, para gran sorpresa de Crawford, también parecía dispuesto a extenderle un pasaporte.
C’était presque la caricature du clerc de notaire, tatillon, miteux, taché d’encre et sentant les reliures et la cire à cacheter, mais il semblait détenir une position d’autorité et, à la surprise de Crawford, paraissait disposé à lui donner un passeport.
Le complacía esa actividad, la sugestión de tareas urgentes, tan distinta del sosiego letárgico de las oficinas ministeriales a las que a veces tenía que acudir para despachar asuntos relacionados con las obras de la Ciudad Universitaria, expedientes de pagos que nunca estaban resueltos, trámites que se detenían por la falta de una firma o de una póliza, del óvalo morado de un sello o de un lacre de rojo medieval al pie de un documento.
Il aimait cette activité qui suggérait des tâches urgentes, tellement différente du calme léthargique des administrations dans lesquelles il devait parfois se rendre pour régler des problèmes en relation avec le chantier de la Cité universitaire, pour des formalités de paiement qui jamais n’aboutissaient, des démarches qui étaient bloquées par l’absence d’une signature ou d’une quittance, de l’ovale violet d’un tampon ou d’un cachet de cire d’un rouge médiéval en bas d’un document.
Al cabo, extendió el brazo para hacerse con el paquetito de piel de venado, desató los cordones que la rodeaban y descubrió en su interior unas ganzúas de ladrón, un juego de punzones, diminutas sierras y limas, barritas de lacre, un saco pequeño de harina, dos dagas arrojadizas, cuyas afiladas hojas de color azul destilaban un olor amargo y punzante, las empuñaduras pulidas, con manchas oscuras, y cuyas guardas estaban engoznadas para configurar una guarda en forma de equis, y pomos de acero agujereados y sopesados alrededor de ejes de plomo.
Après un moment, elle tendit la main vers la pochette de peau, délaça les cordons qui la refermaient et la déplia pour mettre à jour un remarquable jeu d’outils de voleur – un assortiment de petites scies, de limes et de pointes, des morceaux de cire, un petit sac de farine finement moulue, ainsi que deux stylets démontés – étroites lames bleuies exsudant une odeur amère et caustique, poignées en os poli taché de noir, quillons métalliques qui s’assemblaient pour former une garde en forme de x, et pommeaux d’acier à noyau de plomb lestés et percés. Des armes de jet.
Siguiendo a la Iris que arrastra mi carrito ahora que no tengo fuerza, cruzo el patio de la portería, el corredor del patio de la cocina donde tenemos que ahuyentar a las viejas que acuden a ver qué cosas traen ahí, mira, Antonieta, pieles, palpan, agarran, dejen que son de la señora y se va a enojar con ustedes si tocan los paquetes, qué cajita más linda con incrustaciones doradas, qué cosas habrá adentro de tanto paquete tan bien hecho que se ve que son paquetes de tienda, el patio del tilo, paso frente a la capilla y doblando hacia el claustro del patio de la palmera llego hasta tu puerta. Golpeo. Me abres. Tu bata lacre está manchada, el ruedo sucio, le falta un botón.
Derrière Iris qui tire ma petite charrette, maintenant que je n’en ai plus la force, je traverse la cour d’entrée, la galerie de la cour de la cuisine d’où il faut chasser les vieilles qui viennent voir ce qu’on amène là, regarde, Antonieta, des fourrures, elles palpent, elles agrippent, laissez, c’est à Madame, elle va se fâcher contre vous si vous touchez aux paquets, quel joli petit coffret avec des incrustations dorées, qu’est-ce qu’il peut bien y avoir dans tous ces paquets si bien faits, on voit qu’ils viennent des boutiques, la cour au tilleul, je passe devant la chapelle et en virant vers le cloître de la cour au palmier, j’arrive à ta porte. Je frappe. Tu m’ouvres. Ta robe de chambre rouge est tachée, le bas en est sale, il y manque un bouton.
Una vieja le besa la mano, otra se arrodilla para besarle el borde del visón, se van organizando grupos alrededor de los tableros y las barajas, Inés se pasea entre las mesas observando el garito, afuera picotean las palomas en el sol débil del patio pero adentro, en la humareda, las figuras se giban sobre los tableros y las manos barajan naipes en la penumbra, una partida de brisca con naipes flamantes no es como una partida de brisca con mis naipes traposos que voy a guardar porque les falta la sota de bastos, tú das, Zunilda, a ti te toca robar, yo no quiero jugar con la Erna porque es una tramposa, ven a esta mesa, Iris, si quieres jugar dominó yo te enseño, no, que la Iris juegue aquí con nosotras a las carreritas de caballos que es un juego más para chiquillas chicas, la Eliana que juegue con ustedes si quieren o la Mirella, se olvidan del café que humea y del pan y de los ojos abiertos de las brasas y de la misa que iban a oír en la radio de la Brígida que preside en el aparador, el padre Azócar dice que nos vale porque somos ancianas, somos enfermas, nos cuesta mucho caminar, pero hoy no oímos misa porque nuestra bienhechora nos trajo juegos y nos vigila paseándose entre nosotras mientras jugamos, sonriente con la alegría que ve en nuestros ojos que lagrimean, escuchando el ruido de los dados agitándose en el cubilete, manos casi tullidas que organizan pilas de fichas verdes, de fichas negras para un juego que desconocen, caen bolitas de cristal rodando por el suelo, una vieja se encuclilla, otra gatea debajo de la mesa para buscar la bolita de cristal lechoso entre las patas calzadas con zapatillas que revientan, pies hinchados, várices cubiertas con medias sucias, pero las viejas a quienes pertenecen las enaguas manchadas y los juanetes ni se dan cuenta de que hay una vieja gateando porque me falta una bolita, era como leche mi bolita, quita para allá tu pata pues, Clemencia, qué importa que falte una bolita no más, ya, empecemos a jugar, brisca sí, burro sí, chiflota sí, pero póker no, ni monte… no, no por Dios, no vayan a jugar al monte que es el juego del demonio y está penado por la ley yo no sé qué juego será éste con fichas de tantísimos colores, y el tablero tan bonito mejor guardado para que la Rita me lea las instrucciones que vienen aquí en la tapa que yo no leo no vaya a creer que no leo porque no sé leer sino porque la letra es tan chiquitita y tengo tan mala vista, ésa no es regla del dominó, María, usted está inventando reglas que le convienen, qué hablái tú que soi una vieja ignorante no más, pasó la hora de la misa pero no importa porque misas transmiten a toda hora y más tarde hay una misa cantada de lo más linda pero tampoco nos acordamos de oír esa misa porque nuestras manos agrietadas agitan los cubiletes, nuestros dedos arcillosos roban un as de oro y adelantan seis espacios el caballito azul y revuelven las fichas del tablero porque la Rosa Pérez hizo trampa, yo no juego más con la Rosa Pérez, que se vaya a otra mesa alegan nuestras bocas sumidas que resoplan indignación mientras humea el fuego y se enfría el café y misiá Inés se pasea, se pasea, coloca su mano un segundo sobre el hombro de la Zunilda que le sonríe, se pasea y no dice nada, mira, escucha, se pasea envuelta en su visón color caramelo, arrastrando su bata lacre entre las mesas donde ruedan los dados, corren los caballos, luchan los reyes y los alfiles, se acumulan las fichas negras y se terminan las blancas, diga usted si no es trampa pues, misiá Inés, usted sí que debe entender de estas carreras de autos, no, no entiendo nada de carreras de autos, pero de carreras de perros, sí.
Une vieille lui baise la main, une autre s’agenouille pour baiser le bord de son vison, des groupes se forment autour des échiquiers et des jeux de cartes, Inés se promène entre les tables, inspectant le tripot, dehors les pigeons picorent au faible soleil de la cour mais à l’intérieur, dans la fumée, les silhouettes se courbent sur les damiers et les mains battent les cartes dans la pénombre, une partie de brisque avec des cartes flambant neuves, ce n’est pas la même chose qu’une partie avec des cartes chiffonnées que je vais mettre de côté parce qu’il manque le valet de trèfle, tu donnes, Zunilda, c’est à toi de prendre, je ne veux pas jouer avec Ema, c’est une tricheuse, viens à cette table, Iris, si tu veux jouer au domino, je vais te montrer, non, Iris ferait mieux de jouer ici avec nous aux courses de chevaux, c’est davantage un jeu pour petites gamines, Eliana peut jouer avec vous si vous voulez, ou Mirella, elles oublient le café qui fume, le pain, les yeux vifs des braises, la messe qu’elles allaient écouter à la radio de Brígida qui trône sur le buffet, le père Azócar dit que ça compte comme si on y allait, parce qu’on est vieilles, malades, et qu’on a beaucoup de mal à marcher, mais aujourd’hui nous n’écoutons pas la messe parce que notre bienfaitrice nous a apporté des jeux et qu’elle nous surveille en se promenant parmi nous pendant qu’on joue, souriant de la joie qu’elle voit dans nos yeux larmoyants, écoutant le bruit des dés agités dans le cornet, mains presque paralysées disposant des piles de jetons verts, de jetons noirs, pour un jeu qu’elles ignorent, il tombe des billes de verre qui roulent à terre, une vieille s’accroupit, une autre va à quatre pattes sous la table chercher la bille de verre laiteux entre les pattes chaussées de pantoufles éventrées, pieds gonflés, varices couvertes de bas sales, mais les vieilles à qui appartiennent les jupons tachés et les oignons ne se rendent même pas compte qu’il y a une vieille à quatre pattes parce qu’il me manque une bille, elle était comme du lait, ma bille, tire donc ta patte, Clemencia, qu’est-ce que ça peut faire qu’il manque juste une bille, allons, commençons, à la brisque, au burro(53) à la chiflota(54), mais pas au poker ni au monte, non, non, mon Dieu, ne jouez surtout pas au monte, c’est le jeu du démon et il est réprimé par la loi, je ne sais pas ce que ça peut bien être que ce jeu avec des jetons de toutes les couleurs et ce damier si joli, il vaut mieux le mettre de côté pour que la Rita me lise le mode d’emploi qui est là sur le couvercle et que je ne peux pas lire, n’allez pas croire que je ne le lis pas parce que je ne sais pas lire, c’est parce que les caractères sont si petits et que j’ai une si mauvaise vue, ce n’est pas la règle du domino, María, vous êtes en train d’inventer des règles à votre guise, qu’est-ce que tu racontes, toi, que je ne suis qu’une vieille illettrée, l’heure de la messe est passée mais ça n’a pas d’importance parce que des messes, on en transmet à toute heure, et plus tard, il y a une messe chantée tout ce qu’il y a de bien, mais on ne se souvient pas non plus d’écouter cette messe-là, car nos mains gercées agitent les cornets, nos doigts terreux prennent un as de carreau et font avancer de six cases le petit cheval blanc et bousculent les jetons sur la table à jeu parce que la Rosa Pérez a triché, moi je ne joue plus avec la Rosa Pérez, qu’elle aille à une autre table, allèguent nos bouches aux lèvres rentrées qui halètent d’indignation tandis que le feu se met à fumer, que le café refroidit et que misiá Inés se promène, se promène, pose une seconde sa main sur l’épaule de Zunilda qui lui sourit, se promène et ne dit rien, regarde, écoute, se promène enveloppée dans son vison caramel en traînant sa robe de chambre purpurine entre les tables où roulent les dés, courent les chevaux, rivalisent les rois et les fous, s’accumulent les jetons noirs et s’épuisent les blancs, dites-nous donc si ce n’est pas de la triche, misiá Inés, vous devez sûrement vous y connaître, vous, dans ces courses d’autos, non, je ne connais rien aux courses d’autos, mais aux courses de chiens si :
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