Translation for "del arranque" to french
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Acabé por abrir, cerré de golpe, me arranqué la chaqueta, los zapatos, me senté ante la mesa de madera que me servía para todo y que sabía muy bien que un día serviría para escribir.
Je finis par ouvrir, je refermai en claquant, j’arrachai ma veste, mes chaussures, je me mis à la table de bois qui me servait à tout, dont je savais bien qu’elle servirait un jour à écrire.
Sacó unos zapatos adherentes, un par de depósitos de aire y activó su traje. Mientras lo hacía no dejó de hablar con Tor. Su voz mantenía un tono alto, y tuvo que luchar por reprimir ocasionales arranques de rabia.
Elle enfila des chaussures à semelles magnétiques et une paire de réservoirs d’air puis activa sa combinaison sans jamais cesser de s’adresser à Tor. Mais sa voix montait de plus en plus dans les aigus et elle devait réprimer de brusques accès de rage.
Salí huyendo del cine, corrí con los zapatos en la mano, arranqué despavorida y no paré hasta llegar al hotel, me pareció ver a Sting a la salida, pero detenerme a saludarlo era tan ridículo como permanecer de pie junto a Gerónimo respaldando su «ficción».
Je partis en courant du cinéma, les chaussures à la main, terrifiée, et ne m’arrêtai qu’en arrivant à l’hôtel, il me sembla apercevoir Sting en sortant, mais m’arrêter pour le saluer était aussi ridicule que de rester debout à côté de Gerónimo pour cautionner sa « fiction ».
Arranqué el cartel del poste, hice una bola con él, lo arrojé a la cuneta y lo pisoteé con rabia hasta que se me empaparon las botas, sin dejar de ver los carteles de línea aérea con paisajes de Tahití y de Japón que colgaban de las paredes de la casa de Steve Sifakis y el recuerdo original que me había eludido hasta entonces: el del amante de Season zarandeándome, la oscuridad en la luz, los carteles parecidos en la pared, y el tipo sacudiéndome de forma humillante.
J'arrachai l'affiche du poteau et la roulai en boule avant de la jeter dans le ruisseau et d'écraser le carton à pieds joints jusqu'à ce que mes chaussures soient trempées. J'avais, devant les yeux, les affiches de Tahiti et du Japon, sur les murs de Steven Sifakis, ainsi que le souvenir premier qui m'avait échappé jusque-là : l'amant de Saison qui m'avait éjecté cul par-dessus tête, des ténèbres vers la lumière, avec des affiches similaires sur le mur pendant qu'il m'humiliait de ses coups.
Mercader, por su parte, que estaba más lejos de la joven —ya que Moedenhuik se encontraba entre ella y él—, pero cuya posición, de espaldas al bar, con el tacón de su zapato izquierdo apoyado en la barra de cobre inferior, le permitía mirar a la joven inglesa de cara, la hubiese mirado largamente, con su vaso de vodka en la mano, como se mira una lámpara, la nada, un mueble inglés, detallando en su visión minuciosa, pero a la vez distante, la curva del perfil, el saliente de los altos pómulos, el estremecimiento de las pestañas, el arranque del cuello, el mohín redondeado de los labios, el abandono de los dos brazos, el pecho alto y firme, la torsión de la cintura, que hacía resaltar la cadera derecha, pues si su busto se erguía paralelamente a la superficie pulida de la madera barnizada del bar, sus caderas, sus muslos y sus piernas, se encontraban desplazados lateralmente, por el cruce de las piernas, que dejaba al descubierto, bajo la falda corta verde manzana, esta playa de piel muy blanca sobre la cual ahora su mirada se inmovilizaba, con la suficiente precisión como para que el pie derecho de la joven comenzase a agitarse con un movimiento nervioso, que terminaba por liberar a medias el ligero zapato acharolado, cuyo tacón flotaba en el aire, y este movimiento, convertido en espasmódico, se extendía por el tobillo, la pantorrilla, el muslo, subía a lo largo de todo el cuerpo de la joven, seguido por la mirada de él, que volvía de nuevo, meticulosamente, pero con una violencia distraída, hacia el rostro impasible hace un momento, cuya boca ahora se entreabría, hasta el instante en que la joven le entregaba su mirada, durante una fracción de segundo, pero intensamente, con un débil resplandor de avidez, o bien de interrogación, pero no irritada, sumisa ya casi…
Mercader, pour sa part, qui était plus éloigné de la jeune femme — Moedenhuik se trouvant entre elle et lui — mais dont la position, le dos au bar, le talon de son soulier gauche appuyé sur la barre de cuivre inférieure, lui permettait de regarder la jeune Anglaise de face, l'aurait regardée longuement, son verre de vodka à la main, comme on regarde une lampe, le néant, un meuble anglais, détaillant dans sa vision minutieuse, mais à la fois distante, la courbe du profil, le saillant des hautes pommettes, le frémissement des cils, l'attache du cou, la moue arrondie des lèvres, l'abandon des deux bras, la poitrine haute et ferme, la torsion de la taille, qui faisait jaillir sa hanche droite, car si son buste se dressait parallèlement à la surface polie du bois verni du bar, ses hanches, ses cuisses et ses jambes se trouvaient déportées latéralement, par le croisement des jambes, qui avait découvert, sous la courte jupe vert pomme, cette plage de peau très blanche sur laquelle, maintenant, son regard s'immobilisait, assez précisément pour que le pied droit de la jeune femme commence à s'agiter d'un mouvement nerveux, qui finissait par détacher à demi la légère chaussure vernie, dont le talon flottait en l'air, et ce mouvement, devenu spasmodique, gagnait la cheville, le mollet, la cuisse, remontait tout le long du corps de la jeune femme, suivi par son regard à lui, qui revenait de nouveau, méticuleusement, mais avec une violence distraite, vers le visage tout à l'heure impassible, dont la bouche à présent s'entrouvrait jusqu'au moment où la jeune femme lui livrait son regard, une fraction de seconde, mais intensément, avec une mince lueur d'avidité, ou bien d'interrogation, mais non pas irritée, déjà soumise, presque.
Su aparente piedad es sólo política, nada más, y por eso tenemos que esperar que desaparezca Jerónimo para entronizar a la Iris con su hijo en brazos, aunque me digan que no los cardenales a mí qué me importa si tengo la fortuna de Jerónimo en mis manos y puedo construir con ella el santuario que haga perdurar el nombre que ellos quisieron sepultar, ustedes, mientras tanto, aquí conmigo, tranquilas, no, no se van a morir, el niño va a alcanzar a hacer su milagro antes de que mueran para llevarlas al cielo, a un sitio exactamente igual a éste, pero tenemos que esperar, esperar todas cantando y rezando, pero también jugando al canódromo con que las voy despojando de todo, las viejas tiritan de frío en la capilla, no tienen zapatos, yo hago un montón a mi lado con las cosas que voy ganando y después las guardo para el niño, nada es para mí, todo será para el niño, ahora pañales, algodón, colonia, talco del mejor, cirios, flores, después serán otras sus necesidades y puede necesitar alguna de estas cosas que les he ido ganando a las viejas, yo siempre soy la perra amarilla, no puedo desprenderme de ella, tengo la obligación de hacerla correr por los montes y los caminos y por los campos y hacerla vadear esteros y lagos, en mis manos revive, no es que quiera ganarles las cosas, pobres viejas, para qué necesito mugres si no es para elegir la más mugrienta y apolillada para cambiarla por otra prenda un poco menos sucia y rota que llevaba puesta, yo no quiero ganar, es la perra la que me obliga a ganar corriendo por la pista, uno, dos, tres, cuatro, agua, atrás, dos, tres, tú, Rita, tú Rosa, a mí ahora, la sombra de la perra amarilla es enorme sobre el muro y vibra y corre mientras los cirios se consumen y mi pila de harapos para el niño, por si acaso, porque la perra amarilla me impone la servidumbre de hacerla ganar una y otra vez, crece y crece mi montón de porquerías que las brujas me entregan llorosas, sus pobres talismanes que no quiero yo sino la perra que corre por las paredes de la capilla execrada donde la Iris y el niño presiden entronados, y las viejas lloran, tienen que jugar, ellas, como yo, obedecemos a la perra, somos ávidas, nuestras manos arrancan vestiduras, se apoderan de relojes descompuestos, del calendario con la última página de hace siete años, de las zapatillas, de la media impar, de la gorra de bañista color frambuesa, gané, gané, la perra amarilla ganó otra vez porque es invencible y yo grito y les arrebato lo que me ruegan que no les cobre aunque yo no quiero abusar con estas ancianas, no quiero despojarlas, pero la perra amarilla quiere, yo la obedezco porque así corre y ladra y le aúlla a la luna y vadea charcos, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, me toca otra vez, qué suerte misiá Inesita, ya empezó, cinco, uno, dos tres, cuatro, cinco, enorme en la pared su sombra, las viejas no ven qué grande y qué viva es la sombra de la perra porque ellas sólo ven mi tablero y el miedo de que les arrebate unas varillas de paraguas, una bufanda desteñida, eso ven, corre, corre, perra, ya Iris, deja a tu niño para que te lo cambien, ven a jugar conmigo, qué cosa apuestas, bueno, me gusta tu abrigo café, contra él van las zapatillas estas que eran de la Rosa Pérez, tira tú primero, cuatro, uno, dos, tres, cuatro ahora la perra blanca, uno, dos, mala suerte, y corre la perra azul por el tablero y la perra colorada por el tablero, pero la perra amarilla corre y corre ensangrentándose las patas para llegar primero a la meta y así yo arranqué el abrigo café de los hombros de la Iris que trata de impedírmelo, tengo frío, pero a mí no me importa aunque me da pena que la beata tenga frío, lucho por quitártelo porque la perra lo quiere, qué te importa que te dé frío, Iris, ya tuviste a tu niño así es que ya no estás inflada, bueno, si quieres, como un gran favor, porque eres la beata, mañana te daré la revancha para ver si me puedes ganar el abrigo de vuelta para que no tengas frío, tú con tu guagua amorosa en tu cama sí que no vas a pasar frío, las guaguas calientan mucho cuando duermen en la misma cama que su mamá, y yo no me caliento con nada, mis huesos se van enfriando más y más y más y más y no sé qué hacer para que se calienten.
Son apparente piété est seulement politique, c’est tout, c’est pourquoi on doit attendre la disparition de Jerónimo pour introniser Iris avec son fils dans ses bras, même si les cardinaux me disent que non, qu’est-ce que ça peut me faire si je dispose de la fortune de Jerónimo, avec, je pourrai construire le sanctuaire qui fera perdurer le nom qu’ils ont voulu ensevelir, vous autres, en attendant, restez avec moi tranquilles, non, vous ne mourrez pas, l’enfant arrivera à faire son miracle avant votre mort pour vous emmener au ciel dans un endroit exactement pareil à ici, mais il faut attendre, attendre en chantant toutes et en priant, mais aussi en jouant au canodrome avec lequel je vous dépouille de tout, les vieilles grelottent de froid dans la chapelle, elles n’ont plus de chaussures, je fais un tas à côté de moi des affaires que je gagne et ensuite je les mets de côté pour l’enfant, rien n’est pour moi, tout sera pour l’enfant, maintenant des langues, du coton, de l’eau de Cologne, du talc de la meilleure qualité, des cierges, des fleurs, plus tard il aura d’autres besoins, il pourra avoir besoin d’un de ces effets que j’ai gagné aux vieilles, je suis toujours la chienne jaune, je ne peux pas m’en détacher, je suis obligée de la faire courir par monts et par vaux, à travers champs, de lui faire franchir des marais et des lacs, elle revit dans mes mains, ce n’est pas que je veuille vous gagner ces affaires, pauvres vieilles, pourquoi aurais-je besoin de ces saletés si ce n’est pour choisir la plus crasseuse et la plus mitée et remplacer un autre vêtement un peu moins sale et déchiré que j’avais sur moi, moi je ne veux pas gagner, c’est la chienne qui m’oblige à gagner en courant sur la piste, un, deux, trois, quatre, à l’eau, je recule, deux, trois, à toi, Rita, à toi Rosa, maintenant, à moi, l’ombre de la chienne jaune sur le mur est énorme, elle vibre et elle court tandis que se consument les cierges et que grandit mon tas de guenilles pour l’enfant, pour le cas où, car la chienne jaune me force à la faire servilement gagner, encore et encore, que ne cesse de grandir le tas de saletés que les sorcières me remettent en pleurnichant, leurs pauvres talismans dont je ne veux pas, moi, mais la chienne qui court sur les murs de la chapelle désaffectée où trônent Iris et l’enfant, occupant la présidence, et les vieilles pleurent, elles doivent jouer, elles aussi bien que moi, on obéit à la chienne, on est avides, nos mains arrachent des vêtements, s’emparent de montres pourries, du calendrier qui porte encore la dernière page d’il y a sept ans, des chaussons, du bas unique, du bonnet de bain framboise, j’ai gagné, j’ai gagné, la chienne jaune a encore gagné car elle est invincible et je crie et je leur arrache ce qu’elles me supplient de ne pas leur prendre, quoique je ne veuille pas, moi, abuser de ces vieilles, que je ne veuille pas les dépouiller, mais la chienne jaune le veut, je lui obéis parce qu’elle court comme ça, qu’elle aboie et hurle à la Lune et franchit des mares, un, deux, trois quatre, cinq, six, c’est encore à moi, quelle chance, misiá Inesita, ça y est, elle démarre, cinq, un, deux, trois, quatre, cinq, son ombre est énorme sur le mur, les vieilles ne voient pas combien grande et vivante est l’ombre de la chienne, car elles ne voient que le terrain de jeu et leur peur que je prenne possession de quelques baleines de parapluie, d’un cache-nez déteint, c’est ça qu’elles voient, cours, cours, chienne, allez, Iris, laisse ton enfant, qu’on le change, viens jouer avec moi, qu’est-ce que tu paries, moi, eh bien, j’aimerais ton manteau café contre ces pantoufles qui viennent de Rosa Pérez, joue la première, quatre, un, deux, trois, quatre, maintenant la chienne blanche, un, deux, pas de chance, et la chienne bleue court sur le terrain, et la chienne rouge sur le terrain, mais la chienne jaune ne cesse de courir, elle se met les pattes en sang pour arriver la première au but, et ainsi j’ai arraché le manteau café des épaules d’Iris qui essaie de m’en empêcher, j’ai froid, mais je m’en moque, bien que j’aie de la peine que la bienheureuse ait froid, je me bats pour te l’enlever parce que la chienne le veut, qu’est-ce que ça peut faire que tu aies froid, Iris, maintenant tu as eu ton enfant, ce qui fait que tu n’es plus grosse, eh bien si tu veux, à titre de grande faveur, comme c’est toi la bienheureuse, demain je te donnerai la revanche, on verra si tu peux regagner le manteau pour ne pas avoir froid, toi avec ton bébé amoureux dans ton lit, pour sûr que tu ne vas pas te refroidir, les bébés, ça tient très chaud quand ils dorment dans le lit de leur maman, et moi rien ne me réchauffe, mes os ne cessent de se refroidir davantage, toujours davantage, et je ne sais que faire pour les réchauffer.
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