Translation for "acosó" to french
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Fue entonces cuando empezó el acoso.
C’est là que les intimidations ont commencé.
Empezó por enviarme un tuit: «Reni se ha equivocado y Caroline se ha equivocado al ceder ante su acoso. Yo no lo habría hecho».
Elle se mit à poster des tweets qui m’étaient adressés. « Reni a eu tort, tout comme Caroline, qui n’aurait pas dû s’écraser face à ses intimidations.
Pero, van a permanecer en las orillas del complejo… sólo fuego de acoso… hasta que el escudo quede desactivado o hasta que dé órdenes adicionales. —Sí, señor.
Mais ils doivent rester aux limites du complexe – tirs d’intimidation uniquement – jusqu’à ce que le bouclier soit désactivé ou jusqu’à nouvel ordre. — Bien, amiral.
El Banco del Afán Insaciable está involucrado en una cadena de falsificación de documentos, engaño, acoso, obstrucción de la investigación e intento de apropiación del patrimonio de propietarios en situaciones pasajeras de apuro.
La Banque du Harcèlement Permanent continue de fonctionner selon un schéma consistant à déformer la réalité, tromper, intimider, atermoyer et tenter de soustraire leur bien à des propriétaires immobiliers confrontés à des difficultés temporaires.
El efecto de las compañías fruteras en el desarrollo de Honduras fue profundamente pernicioso. Aunque finalmente se liberara de su yugo, ese legado de inestabilidad y acoso corporativo perdura en la disfunción política, las instituciones nacionales subdesarrolladas y las relaciones íntimas entre las familias poderosas, los intereses económicos, el gobierno y el ejército.
Le développement économique du pays a été profondément entravé par leurs actions, et même si le Honduras a fini par se libérer de leur joug, ce lourd passif d’instabilité et d’intimidation de la part du secteur privé se retrouve dans les dysfonctionnements politiques, le sous-développement des institutions nationales, et les relations étroites qui perdurent entre les familles puissantes, les intérêts commerciaux, le gouvernement et l’armée.
«¿Cuál escándalo?», respondió el Negro Félix, quien enseguida se recompuso, asumiendo cierta altanería ante los uniformados que teníamos enfrente, que éstos no eran macabros militares salvadoreños sino pinches policías pedigüeños mexicanos. Pero el gordo de la nariz porquina dijo de mala manera que habíamos ido a amenazar a la gente del edificio que recién dejábamos, que los tendríamos que acompañar a la delegación y, adoptando un tono intimidante, que hacía vibrar sus aletas nasales, exigió que le mostráramos nuestros documentos de identidad, instante en que mi amigo con altivez sacó de la billetera su credencial de periodista, en cuya esquina resplandecía el logotipo de la revista para la que trabajaba y que de inmediato aflojó al gordo de marras, y también al chaparrín con el bigotito a lo Cantinflas, que donde antes vieron acoso y mordida ahora apenas habría ladrido. Y mientras el Negro Félix les explicaba que la causante de todo el enredo era la mugrosa sirvienta que no quiso entregarme la libreta de apuntes que había dejado olvidada en el apartamento del médico, yo permanecía expectante, primero aterrado ante la posibilidad de que los policías nos obligaran a meternos al autopatrulla y descubrieran en mi bolsillo el cheque con mi liquidación, luego con unas inmensas ganas de decirles que el Negro Félix mentía, que él había sido el causante de todo y no la sirvienta, que sólo a él se le pudo ocurrir prorrumpir en insultos y amenazas a través del interfono contra una chica que nada más cumplía órdenes, que hicieran el favor de llevárselo preso de inmediato a la delegación. Pero en vez de ello les tendí mi credencial de editor, con cierta vergüenza, como si yo fuera el mentiroso, el único culpable de tal zarabanda por juntarme con la gente que me juntaba en vez de seguir a solas mis pasos, y les bastó una ojeada a mi credencial, emitida por la agencia en la que ya no trabajaba, para terminar de convencerse de que no sacarían ni propina para los refrescos, por lo que pronto nos dijeron que retomáramos nuestro camino, y hasta nos llamaron caballeros, antes de regresar a su auto. «Pinches nacos pendejos», exclamó el Negro Félix con gesto despectivo, una vez que el autopatrulla hubo desaparecido por la calle de Fresas, y enseguida lanzó un gritó desafiante: «¡Queeeé, hijos de puta!», alzando los brazos al aire con júbilo, como el gladiador que acaba de vencer al más feroz de los contrincantes, mientras yo me percataba de que estaba empapado en sudor, a tal extremo que tuve que quitarme el saco porque la camisa me hacía aguas por los sobacos.
“Quel tapage ?” a répondu le Negro Félix, qui a aussitôt retrouvé son assurance, endossant même un air légèrement supérieur face aux deux agents en uniforme, après tout ce n’étaient pas de sinistres militaires salvadoriens mais de pauvres flics mexicains en mal de pots-de-vin. Mais le gros au visage porcin a ajouté d’un ton mauvais que nous étions allés menacer les gens de l’immeuble que nous venions de quitter, que nous allions devoir les accompagner au commissariat et, adoptant un ton d’intimidation qui faisait vibrer ses narines, il a exigé que nous lui montrions nos papiers d’identité, instant où mon ami, d’un geste solennel, a tiré de son portefeuille sa carte de presse, au coin de laquelle resplendissait le logo de la revue pour laquelle il travaillait, ce qui a eu pour effet immédiat de calmer le gros, et aussi le petit avec la moustache de Cantinflas, obligés de troquer leurs espoirs de chantage et pot-de-vin contre de faibles aboiements tout au plus. Et tandis que le Negro Félix leur expliquait que la cause de tout ce malentendu était la servante pouilleuse qui avait refusé de me remettre le carnet de notes que j’avais laissé dans l’appartement du médecin, je suis demeuré dans l’expectative, d’abord anéanti à l’idée que les flics nous obligent à monter dans leur voiture et trouvent dans ma poche le chèque de mon indemnité de départ, ensuite avec une immense envie de leur dire que le Negro Félix était un menteur, que c’était lui qui avait été la cause de tout et pas la bonne, qu’il n’y avait que lui pour avoir l’idée de se répandre en insultes et en menaces par l’interphone sur une pauvre fille qui ne faisait qu’obéir aux consignes, et qu’ils aient l’obligeance de l’embarquer le plus vite possible. Mais, au lieu de cela, je leur ai tendu ma propre carte de journaliste, avec un peu de honte, comme si c’était moi le menteur, le seul coupable de tout ce pataquès, qui fréquentais les gens que je fréquentais au lieu de tracer mon chemin tout seul, et il leur a suffi d’un coup d’œil à ma carte, émise par l’agence où je ne travaillais plus, pour achever de se convaincre qu’ils n’obtiendraient même pas de nous de quoi se payer deux Cocas, ce qui les a incités à nous dire que nous pouvions poursuivre notre route, et même à nous donner du “messieurs”
—¿Qué hay del acoso?
— Et cette histoire de harcèlement ?
Es él quien la acosa.
Et c’est justement lui qui les harcèle.
El acoso había comenzado.
Le harcèlement avait commencé.
Esto es acoso, joder.
C’est un putain de harcèlement.
Yo no lo llamaría acoso ni nada.
J’appellerais pas ça du harcèlement.
No más acosos, espero.
Plus de harcèlement, j’espère.
¿Lo denunciarás por acoso?
Déposer une plainte pour harcèlement ?
–Te acosó durante meses.
— Il t’a harcelée pendant des mois.
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