Translation for "esquizofrénicamente" to english
Translation examples
A veces, el gato pretende que su rabo no tiene nada que ver con él, y lo ataca esquizofrénicamente.
Sometimes the cat pretends to have no relation to its own tail, which it schizophrenically attacks.
Los fantasmas pueden ser emanaciones de su propia imaginación bisexual, esquizofrénicamente alienada: rechazado el matrimonio, macho y hembra se separan para correrse una juerga homosexual.
The ghosts may be emanations of her own double-sexed imagination, schizophrenically alienated: rejecting marriage, male and female separate for a homosexual spree.
Yacer indefenso en la oscuridad, mientras las dos manos propias comienzan a actuar con absoluta independencia, esquizofrénicamente, es casi tan nefasto como las arañas.
Lying helpless in the dark while one’s two hands begin to operate completely on their own, schizophrenically, is almost as bad as spiders would have been, believe me.
Supongamos que alguien me hubiera dicho, hace diez años, en Scarsdale, o en el tren de cercanías, supongamos que esa persona hubiera sido mi vecino de al lado, Rex Metalman, el contable de empresa que tenía una hija increíblemente sinuosa, supongamos que hubiera sido en los días previos a que lo dominaran por completo su manía por el césped y su sentido nocturno y paramilitar del deber con su cortadora de césped iluminada y las rociadas semanales de DDT desde el cielo en busca de quizá un nido de oruga del césped y su total intransigencia a pesar de las peticiones razonables y en principio educadas de uno o incluso todos los vecinos cuya hostilidad frente a la variedad de potenciales enemigos del césped que a él lo obsesionaban fuera moderada, o al menos relativa, antes de que todo ello abriera una brecha del tamaño de un saco de semillas en nuestra amistad tenística, supongamos que Rex Metalman hubiera especulado en mi presencia, pues, que diez años más tarde, lo que equivale a decir ahora, yo, Rick Vigorous, viviría en Cleveland, Ohio, entre un lago biológicamente muerto y de olor absolutamente desagradable y un desierto de mil millones de dólares fabricado por el hombre, que me habría divorciado de mi esposa y distanciado físicamente del crecimiento de mi hijo, que dirigiría una firma junto a una persona invisible, poco más, ya parece estar claro, que una corporación interesada en las pérdidas por motivos impositivos, las asuntos de la firma editorial quizá más bien ridículos que otra cosa, y que encima de la cumbre de esa montaña de lo inimaginable estaría el hecho de que yo estuviera enamorado, escandalosa y patética y violenta y completamente enamorado de una persona dieciocho años más joven que yo, una mujer perteneciente a una de las familias más prominentes de Cleveland, que vive en una ciudad propiedad de su padre pero que trabaja respondiendo al teléfono por cuatro dólares a la hora, una mujer cuya indumentaria consistente en un vestido blanco de algodón y unas zapatillas altas negras Converse es una constante perturbadora e indescifrable, que, sospecho, se ducha entre cinco y ocho veces al día, que trata las neurosis como un ballenero sus tallas de marfil, que vive con una chica esquizofrénicamente narcisista y una zorra casi seguramente ninfómana como compañera de habitación, y que encuentra en mí, quién sabe por qué, al amante total…, supongamos que todo esto me lo hubiera contado Rex Metalman, apoyando con familiaridad su lanzallamas contra la valla que separaba nuestras parcelas mientras yo estaba de pie con un rastrillo en la mano, supongamos que Rex me hubiera dicho todo esto, y yo casi seguro que habría contestado que la posibilidad de todo ello era aproximadamente igual a la probabilidad de que el joven Vance Vigorous, por entonces de ocho años de edad y a esos ocho años en ciertos aspectos ya mucho más hombre que yo, que el joven Vance, justo cuando nos quedábamos por allí para que se nos viera dar patadas a un balón de fútbol bajo el frío cielo de otoño y a través de una ventana, su risa resonando más allá de los cercanos y coloridos árboles suburbanos, de que al final resultara que el fornido Vance fuera un… un homosexual, o algo igualmente improbable o ridículo o totalmente impensable.
Suppose someone had said to me, ten years ago, in Scarsdale, or on the commuter train, suppose the person had been my next-door neighbor, Rex Metalman, the corporate accountant with the unbelievable undulating daughter, suppose this was back in the days before his lawn mania took truly serious hold and his nightly paramilitary sentry-duty with the illuminated riding mower and the weekly planeloads of DDT dropping from the sky in search of perhaps one sod webworm nest and his complete intransigence in the face of the reasonable and in the beginning polite requests of one or even all of the neighbors that hostilities against the range of potential lawn enemies that obsessed him be toned down, at least in scale, before all this drove a wedge the size of a bag of Scott’s into our tennis friendship, suppose Rex Metalman had speculated in my presence, then, that ten years later, which is to say now, I, Rick Vigorous, would be living in Cleveland, Ohio, between a biologically dead and completely offensive-smelling lake and a billion-dollar man-made desert, that I would be divorced from my wife and physically distanced from the growth of my son, that I would be operating a firm in partnership with an invisible person, little more, it seems clear now, than a corporate entity interested in failure for tax purposes, the firm publishing things perhaps even slightly more laughable than nothing at all, and that perched high atop this mountain of the unthinkable would be the fact that I was in love, grossly and pathetically and fiercely and completely in love with a person eighteen count them eighteen years younger than I, a woman from one of Cleveland’s first families, who lives in a city owned by her father but who works answering telephones for something like four dollars an hour, a woman whose uniform of white cotton dress and black Converse hightop sneakers is an unanalyzable and troubling constant, who takes somewhere, I suspect, between five and eight showers a day, who works in neurosis like a whaler in scrim shaw, who lives with a schizophrenically narcissistic bird and an almost certainly nymphomaniacal bitch of a roommate, and who finds in me, somewhere, who knows where, the complete lover ... suppose all this were said to me by Rex Metalman, leaning conversationally with his flamethrower over the fence between our properties as I stood with a rake in my hand, suppose Rex had said all this to me, then I almost certainly would have replied that the likelihood of all that was roughly equal to the probability of young Vance Vigorous, then eight and at eight in certain respects already more of a man than I, that young Vance, even as we stood there to be seen kicking a football up into the cold autumn sky and down through a window, his laughter echoing forever off the closed colored suburban trees, of strapping Vance’s eventually turning out to be a ... a homosexual, or something equally unlikely or preposterous or totally out of the question.
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