Translation for "rabaissement" to spanish
Rabaissement
Translation examples
— Tu es ma junkie préférée, plaisanta-t-il en rabaissant la jupe de Beth.
—Eres mi yonqui favorita —‌bromeó bajando la falda de Beth.
— Et pata… Oh, b’soir, Esmé, fit Nounou en rabaissant les instruments d’un juste châtiment.
—Ruibar... Oh, hola, Esme —dijo Tata, bajando los implementos de justo castigo—.
– Et ce dernier tour que vous venez de me jouer… Vous avez dû bien vous amuser. Vous prenez votre pied en vous rabaissant à fréquenter des gens du commun avant d’aller tout raconter à d’autres ? Quel imbécile… Et dire que je me suis inquiété pour vous, ajouta-t-il à voix plus basse, en s’avançant vers elle.
—Y con la última broma, ¿se ha divertido? ¿Le emociona rebajarse al trato con plebeyos y después contárselo a otros? Me parece increíble cuánto sentimiento he desperdiciado preocupándome —continuó, bajando la voz de tono mientras volvía a acercarse a ella—. Temiendo hacerle daño de algún modo.
C’étaient des feuillets tapés à la machine, des photocopies fatiguées, j’appelais ces numéros, anxieux, et quelqu’un demandait : d’où êtes-vous ? Après quoi j’entendais un “merci d’avoir appelé” et retour aux panneaux, à la pluie et au froid, aux chaussures trempées, au cuir couvert de moisissure, avec un vague sentiment de ridicule, en sachant pertinemment qu’à part moi personne ne s’en souciait, car nous retournions tous consulter les offres d’emploi, rabaissant chaque jour d’un cran le niveau de ce que nous croyions pouvoir accepter, au début uniquement des cours d’espagnol, mais au bout d’une semaine les petites annonces de baby-sitter, ensuite celles des malades et des vieux, ou des fous, et enfin au plus bas, constatant que notre fierté nous a fait arriver trop tard – ceux qui s’étaient décidés tout de suite avaient pris le meilleur –, il ne reste que les trucs compliqués, mais pas déshonorants, rien ne l’est quand on est dans le besoin, alors on y va, on a noté le téléphone des cafés et des restaurants, on se voit déjà embauché comme plongeur – littéralement celui qui plonge les assiettes dans l’eau savonneuse –, et on découvre qu’au bas de ce dernier échelon social il y a encore la valse du soupçon, “Vous avez dit que vous étiez d’où ?”, mais on obtient, du bout des lèvres, un rendez-vous pour le lendemain et on se retrouve devant un employé du restaurant qui vous toise avant d’appeler le gérant ou le responsable, et quand ce dernier s’approche, il ne vous accorde pas un regard, il n’a pas une réaction qui veuille dire “Vous êtes notre égal”, non, rien de tout cela, juste une main froide et un imprimé à remplir, nom, nationalité, date de naissance, et, à la fin, dans votre chemise repassée, votre plus beau pantalon et vos chaussures cirées, vous entendez qu’on vous dit merci, ces renseignements suffiront, quand il y aura quelque chose on vous appellera, et retour dans la rue, sous la pluie et dans la touffeur du métro, retour chez Rafael et Luz Amparo qui chaque fois me demandaient quand j’avais franchi la porte : alors ?
Eran papeles mecanografiados, fotocopias manoseadas, y al llamar a los números, ansioso, alguien hacía la siguiente pregunta, ¿y de dónde es usted?, tras lo cual escuchaba decir, «gracias por llamar», y vuelta a los tablones, a la llovizna y al frío, las botas empapadas, el cuero con una capa de moho, una vaga sensación de ridículo a sabiendas de que a nadie más que a uno le importa, pues todos volvíamos a las papeletas de ofertas, bajando cada día el nivel de lo que creíamos poder aceptar, al principio solamente clases de español pero una semana después ya estaba en los anuncios de «canguro» o baby sitter, y luego en los de enfermos y ancianos, o de locos, y al final en lo más ínfimo, y comprobar que el orgullo nos hizo llegar tarde, quienes lo decidieron antes ya cogieron lo mejor y ahora sólo quedan cosas realmente complicadas, no denigrantes, pues nada lo es cuando uno tiene necesidad, y para allá se va uno, con el teléfono de varios restaurantes o bares, con la ilusión de ser aceptado como «plongeur», es decir lavador de platos, el que hunde los platos en el agua enjabonada, literalmente, y ver que en ese último escalón social también hay un titubeo de sospecha, ¿de dónde dijo que es usted?, y obtener luego, sin mucha simpatía, una cita para el día siguiente y encontrarse con que un empleado del restaurante lo estudia a uno de arriba abajo antes de llamar al gerente, o al responsable, y cuando éste se acerca no hay una mirada a los ojos o algo que quiera decir «es usted nuestro igual», no, nada de eso, sólo una mano fría y un papel fotocopiado con los datos por llenar, el nombre y la nacionalidad, la fecha de nacimiento, y al terminar, con la camisa planchada, el mejor pantalón y los zapatos limpios, oye decir gracias, con esos datos es suficiente, cuando haya algo lo llamaremos, y vuelta a la calle, a la llovizna y los vapores del Metro, de vuelta a la casa de Rafael y Luz Amparo que al verme abrir la puerta preguntaban, ¿qué tal?, y cuando negaba con la cabeza cambiaban de tema y me contaban algo o sencillamente callaban, ¿ya comiste?, y yo respondía sí, gracias, ya comí, y me iba a la cama con las tripas pegadas, pensando que nunca lograría salir a la lejana superficie.
— Non, dit Duff en rabaissant le canon.
—No —contestó Duff volviendo a bajar el cañón—.
Nous avons dû renégocier les baux, réduire les loyers et proposer des rabais qui étaient pratiquement des pots-de-vin.
Tuvimos que renegociar los contratos, bajar los alquileres y ofrecer bonificaciones que eran prácticamente sobornos.
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