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Il parcourut également tous les degrés de licence, maîtrise et doctorerie des arts.
Recorrió asimismo todos los grados de licenciatura, magisterio y doctorado en artes.
À vingt et un ans, il était sorti de Cambridge nanti d’un diplôme de deuxième degré en anglais et avec l’ambition d’écrire un grand roman.
A los veintiún años abandonaba Oxford con una licenciatura mediocre en inglés y la ambición de escribir una gran novela.
J’obtins ma mention « très bien » à l’examen et, quelque temps après, fus appelé au barreau de Londres. Toutefois, j’avais toujours eu l’intention d’exercer au Canada ; or cela voulait dire trois autres années d’études. Bien qu’enraciné dans le droit anglais, le droit canadien n’est pas tout à fait pareil ; ces différences, et un certain degré de protectionnisme professionnel, m’obligèrent à repasser des examens. Cela ne me posa aucun problème.
Terminé la licenciatura en Derecho en Oxford con notas excelentes, y a su debido tiempo recibí una convocatoria del colegio de abogados londinense, pero siempre había tenido la intención de ejercer la profesión en Canadá, lo cual me iba a llevar otros tres años más de trabajo previo. La ley canadiense, aunque tenga sus raíces en la ley inglesa, no es exactamente la misma, y las diferencias, así como un determinado nivel de proteccionismo profesional, me iban a obligar a licenciarme de nuevo.
Quelques degrés. Un degré simplement, un unique degré ;
Algunos grados. Un grado solamente, un solo grado;
Pas au même degré ?
¿Que no en el mismo grado?
Voilà le premier degré de mon ordre, le degré de la jeunesse héroïque.
Es el primer grado de mi Orden, el grado de la juventud heroica.
Seulement cinq degrés de déclinaison et cent degrés d’ascension droite.
No más de cinco grados de declinación, y cien grados de ascensión.
À des degrés divers.
En distintos grados.
– C’est une question de degré.
—Es una cuestión de grado.
le degré de décomposition…
El grado de descomposición...
Il y avait des degrés d’amidonnage.
Había grados de almidonado.
Le moro, en Gambie, c'était le maître ayant atteint le plus haut degré d'éminence.
El moro era el título más alto al que podía llegar un maestro en Gambia;
répétèrent plusieurs voix de jeunes gens qui en étaient déjà arrivés avec le noble Italien à ce degré d’intimité de l’appeler par son nom de baptême.
—repitieron los jóvenes, que habían llegado a tal intimidad con el italiano, que le llamaban por el apellido sin nombrarle por su título.
Il allait cesser de jouer les intellectuels de haut vol, s’inscrire à une authentique formation de professeur du second degré et, comme eux, décrocher un poste dans l’une des zones les plus défavorisées du pays.
Dejaría ya de jugar a joven promesa de la intelectualidad, cursaría estudios de magisterio como Dios manda, igual que sus padres, sacaría el título de profesor de enseñanza media y solicitaría plaza en alguna de las zonas más desfavorecidas del país.
Bien qu’il semblât sympathique, Rudolf estimait qu’il tirait un peu trop vanité du fait qu’il était issu d’une famille de tanneurs, pour qui l’obtention d’un titre universitaire signifiait un degré supérieur dans l’échelle sociale.
Daba la impresión de ser un hombre simpático, aunque, para gusto de Rudolf, insistía demasiado en el hecho de que procedía de una familia de curtidores para la cual la obtención de un título académico suponía un ascenso en la escala social.
« Par l’autorité du Conseil, et de la Cour de justice qui y préside, et par l’honneur de chacun ici présent, j’exige de tout homme portant un titre en ce pays, dont le père l’a porté et qui souhaite que ses fils le portent, qu’il se présente sur l’heure et se fasse connaître si son honneur ou celui de sa maison a été touché à un degré mortel par Asper Lindley, défunt Lord Horn. »
—Por la autoridad de este Consejo, y de la mesa de Justicia que lo preside, y por el honor de todos los presentes, conmino a todo aquél que posea un título del país, cuyo padre lo ostentara y que desee que lo ostente su hijo, que se levante ahora y proclame si fue su honor o el de su casa el que quedó restañado con la muerte de Asper Lindley, el difunto lord Horn.
et, en dépit des efforts de vénérables collèges pour conserver à la science toute sa dignité, il arrivait que des jeunes gens, absolument dépourvus d’instruction, obtenaient des places de médecin à la ville, et qu’un beaucoup plus grand nombre encore acquérait le droit de pratiquer la médecine à la campagne ; le charlatanisme se faisait partout une place fructueuse ; la pratique professionnelle consistant surtout alors à administrer des drogues en abondance, le public en concluait que plus on aurait de drogues, mieux tout irait, pourvu qu’on les eût à bon marché, et il avalait en conséquence des mètres cubes de médecines prescrites par une ignorance peu scrupuleuse qui n’avait pris de degrés ni à Oxford ni à Cambridge.
Porque debe recordarse que era aquel un período sombrío y, a pesar de las venerables instituciones[41] que se esforzaban por garantizar la pureza de los conocimientos difundiéndolos lo menos posible, y por excluir el error mediante un rígido control en lo relativo a honorarios y nombramientos, sucedía que jóvenes caballeros muy ignorantes conseguían puestos de responsabilidad en las ciudades y muchos más lograban la autorización para practicar la medicina en amplias zonas del país. De la misma manera, el elevado prestigio de que gozaba ante la opinión pública el Colegio de Médicos, el cual daba su peculiar sanción a la formación —muy cara y muy esotérica— obtenida por los graduados de Oxford y Cambridge, no impedía que también prosperara el curanderismo; porque, como la práctica profesional consistía fundamentalmente en suministrar gran número de medicinas, los pacientes llegaban a la conclusión de que aún estarían mejor con más medicinas, con tal de poder conseguirlas a un precio módico, y de aquí que ingirieran grandes cantidades de remedios recetados por ignorantes sin escrúpulos, carentes de todo título.
D’abord, le roman qu’ils ont en main n’est pas celui que je voulais écrire à l’Île Noire, pas plus qu’aucun de ceux que j’ai commencés à cette époque, mais plutôt un résultat au second degré de ma tentative avortée auprès de Pablo Neruda. J’ajoute que si d’autres Chiliens ont, entre-temps, poursuivi leurs libations à la coupe du succès (et ce, comme me l’a fait remarquer un éditeur, pour avoir su, notamment, tourner des phrases comme celle-ci), en ce qui me concerne je suis resté – et je reste – rigoureusement inédit. D’autres ont su maîtriser le récit lyrique à la première personne, le roman dans le roman, le métalangage, la distorsion des temps et des espaces, mais moi j’ai continué à me livrer aux vagues métaphores ramassées dans le journalisme, aux lieux communs cueillis chez les romanciers populaires, aux adjectifs hardis mal compris chez Borges et, surtout, à m’obstiner dans ce rôle qu’un professeur de littérature a défini avec écœurement comme celui du « narrateur omniscient ». Enfin l’article croustillant sur Neruda que, de toute évidence, le lecteur préférerait de beaucoup tenir en ce moment au lieu du roman qui le guette aux pages suivantes, cet article qui m’eût peut-être, dans un tout autre genre, tiré de mon anonymat, n’a pas vu le jour : non que j’aie manqué d’impertinence, mais parce que le poète se montra ferme sur les principes. Il fit preuve d’une affabilité que ne méritait guère la bassesse de mes desseins, pour me répondre que le grand amour de sa vie était sa femme actuelle, Matilde Urrutia, et qu’il n’éprouvait nul enthousiasme et nul intérêt à l’idée de fouiller dans ce « pâle passé », puis, quand j’osai lui demander une préface pour un roman qui n’existait pas encore, il me poussa doucement vers la porte et me dit avec une ironie que je n’avais certes pas volée : « Ce sera avec plaisir.
De grandes novelistas, todo sea dicho en honor de la verdad, pues no es labor de cualquier narrador fijar en un breve espacio de tiempo y con tensa objetividad una figura tan emblemática como la del poeta. Pienso ahora, por ello, en novelas como la de Thomas Mann (Muerte en Venecia), Hermann Broch (La muerte de Virgilio), Boris Pasternak (Doctor Zivago), Vintila Horia (Dios ha nacido en el exilio), por aludir solamente a cuatro ejemplos de autores contemporáneos que nos han dejado semblanzas memorables de un anónimo poeta (quizá el propio Mann), de Virgilio, de Pasternak y de Ovidio. Broch y Horia hacen remontar su indagación a dos poetas del mundo cíásico latino, pero con maestría ponen de relieve en sus relatos valores que sentimos muy próximos a nosotros. Escribir, en el caso de estos dos autores, sobre los años o las horas finales de un gran poeta es ya, sin más y de ahí el reto de esas obras-, escribir sobre la vida de cualquier hombre, el cual siente cómo fluye por sus venas un tiempo que fue intensísimo vital-mente, pero que ahora ya está medido en sus instantes. Estas que vengo subrayando son, a mi entender, las claves con las que hay que leer una obra como El cartero de Neruda, de Antonio Skármeta, por más que -como hemos dicho-la vida del poeta, del hombre de que se nos habla en su libro ya desde el título-esté para nosotros ahí, a la vuelta de la esquina, y sean muy vivos los acontecimientos históricos en que se desenvolvió. Y, sobre todo, nos asalte el convulsivo final de la misma, estrechamente fundido con el convulsivo final de la democracia en su país, Chile. Ésta era la prueba que, sobre todo, debía superar Skármeta en su novela: desde un presente muy delicado y vivo tenía que salvar para lo esencial no ya la figura del poeta, sino la de un poeta que nos es coetáneo, que aún sentimos muy cercano, que conocimos. Precisamente, al releer la novela de Skármeta, mi memoria vuelve hacia el encuentro que tuve con el poeta en mayo de 1971, en Milán; recuerdo de qué manera se veía que Italia precisamente el «escenario» de la versión cinematográfica de su novela-, había sido un lugar entrañable, especial para Neruda.
— Jusqu’à quel degré ?
—¿Hasta qué punto concuerda?
« Jusqu’à un certain degré.
—Hasta cierto punto.
Avec quelle fréquence, et jusqu'à quel degré?
¿Con qué frecuencia y hasta qué punto?
Quel était son degré de sincérité ?
¿Hasta qué punto era sincera?
Cela, vous l’avez tous, à un degré ou à un autre.
Eso lo tenéis todos, hasta cierto punto.
— Je m’interroge sur son degré d’expertise.
—Porque no sé hasta qué punto es experto.
Quel degré de professionnalisme exige-t-on de lui ?
¿Hasta qué punto se comportan ellos de un modo profesional?
– Jusqu’à un certain degré, bien sûr.
—Hasta cierto punto, por supuesto.
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