Translation for "paludal" to spanish

Paludal

adjective

• palúdico

Translation examples

palúdico adjective

It is the end of summer and the paludal air is stretched thin.
Ha llegado el final del verano y el aire palúdico parece enrarecido.

Dr Behenna had declared it a light paludal fever caught from the river, and had given her purges and Peruvian bark.
El doctor Behenna había declarado que era una leve fiebre palúdica contraída en el río, y le había administrado purgas y corteza peruana.

Omega-Froid running out through the Gulf Stream into the paludal bed of the Sargasso Sea, running through the marsupials and the f oramini-fera, through the mammal whales and the Polar fissures, running down through island universes, through dead cathodes, through dead bone and dry rot, through the follicles and tentacles of worlds unformed, worlds untouched, worlds unseen, worlds unborn and forever lost.
Omega-Froid atravesando la corriente del Golfo hasta el lecho palúdico del mar de los Sargazos, a través de los marsupiales y los foraminíferos, a través de las mamíferas ballenas y las fisuras polares, bajando por universos de islas, por cátodos muertos, por huesos muertos y podredumbre seca, por folículos y tentáculos de mundos no formados, mundos intocados, mundos no vistos, mundos no natos y perdidos para siempre.

His Southern hatred of New York was not the primitive, weirdly solipsistic hatred of the father of a college friend of mine from one of the more moistly paludal counties of South Carolina: this countryman's refusal to visit New York was based on an apocalyptic and everhaunting fantasy-scenario in which, seated at a Times Square cafeteria minding his own business, he finds the chair next to him preempted by a large, grinning, malodorous male Negro (politely or rudely preempted, it doesn't matter; propinquity is the sole issue), whereupon he is forced to commit a felony through the necessity of seizing a Heinz Ketchup bottle and bashing it over the black bastard's head.
La poca gracia que le hacía Nueva York no era el odio primitivo, terriblemente solipsista, que yo había tenido ocasión de observar en el padre de un amigo mío de la escuela superior, natural de una de las zonas más húmedas y palúdicas de Carolina del Sur: la negativa de este hombre del campo a visitar Nueva York se basaba en una apocalíptica y obsesiva fantasía en cuya escena central se veía a sí mismo sentado en una cafetería de Times Square junto a un enorme y maloliente negro instalado en una silla casi pegada a la suya que no cesaba de rozarlo con un cuerpo rebosante por todas partes (sin que importara que se moviera con brusquedad o que se comportara cortésmente, pues el hecho capital era la proximidad), lo que le obligaba a cometer una compulsiva brutalidad: cogía una botella de Heinz Ketchup y golpeaba fuertemente con ella la cabeza del bastardo, pollo que era condenado a cinco años en Sing Sing.