Translation for "fruit-picker" to spanish
Translation examples
He has paid taxes to the State as a car detailer and fruit picker.
Ha pagado impuestos al Estado en calidad de vendedor de automóviles y de recolector de fruta.
‘Pursued by a large and hostile crowd of fruit pickers?’
—¿Perseguido por una gran multitud hostil de recolectores de fruta?
A man and his wife from Regional Intelligence dropped by, posing as itinerant fruit pickers.
Llegó un matrimonio enviado por Inteligencia Regional, haciéndose pasar por recolectores de fruta.
So did housemaids traveling to Silk, laundresses, fruit pickers, as well as teachers in broken-down schools;
Y lo mismo les sucedía a las sirvientas que viajaban a Silk, las lavanderas, los recolectores de fruta como los maestros de escuelas destartaladas;
The Islamists had shaved their beards, donned djellaba robes, sometimes pretended to be fruit-pickers, rifles at their side in the orange groves, resting in the slums at night, walking out through the suburban wadis by the sewage overflows at dawn.
Los islamistas se habían afeitado la barba, se habían puesto chilabas, algunas veces fingían ser recolectores de fruta, y dejaban las escopetas junto a ellos en los naranjales, descansaban en las barriadas por las noches, salían a través de los uadis de las afueras a través de los desbordamientos de las aguas residuales al amanecer.
In the mid-1930s, a journalist named Orville John covered a fruit pickers’ strike in the Imperial Valley in California and was so moved by the dignity of the strikers that he wrote of them as men bearing “ruined faces worthy of Michelangelo.”
A mediados de la década de los treinta del siglo XX, un periodista llamado Greville John cubrió la huelga de recolectores de fruta en el Imperial Valley de California, y se sintió tan conmovido por la dignidad de los huelguistas que los describió como hombres con «unos rostros derrotados dignos de Miguel Angel».
By the behavior of the loudly praying pilgrims in the Solitude Virgin’s basilica, and given their cloddishly rustic attire, Juan Diego and Lupe were left with little doubt: dump kids were definitely superior to these wailing and kneeling farmers or fruit pickers (whoever the uncouth countryfolk were).
Por el comportamiento de los estridentes peregrinos en oración en la Basílica de la Virgen de la Soledad, y habida cuenta de su basta indumentaria de aldeanos, Juan Diego y Lupe no albergaron la menor duda: los niños de la basura eran, sin lugar a dudas, superiores a aquellos labriegos o recolectores de fruta arrodillados y gemebundos (o lo que quiera que fuese aquella patulea de gente rústica y tosca).
Felix Mandelbaum had been born fifty years ago in the noise and dirt and sweatshops of the lower East Side, and life had been kicking him around ever since; but he kicked back, with a huge enjoyment. He’d been everything from itinerant fruit picker to skilled machinist and O.S.S. operative overseas during the war — where his talent for languages and people must have come in handy.
Félix Mandelbaum había nacido hacía cincuenta años en el bajo East Side, ruidoso, sucio y de talleres de dura explotación. Desde entonces la vida le había estado tratando a patadas, pero él había respondido del mismo modo con enorme jovialidad. Había sido desde recolector de fruta ambulante hasta hábil maquinista y mecánico en la Marina durante la guerra, al otro lado del mar, donde sus dotes para los idiomas y el trato con gentes debieron tener ocasión de ejercitarse.
The Basílica de Nuestra Señora de la Soledad was grandiose—a pompous eyesore between Morelos and Independencia—and the first time the dump kids visited it, their access to the altar was blocked by a caterwauling contingent of pilgrims, countryfolk (farmers or fruit pickers, Juan Diego had guessed), who not only prayed in cries and shouts but ostentatiously approached the radiant statue of Our Lady of Solitude on their knees, virtually crawling the length of the center aisle.
La Basílica de Nuestra Señora de la Soledad era efectista —un engendro de puro relumbrón entre Morelos e Independencia—, y la primera vez que los niños de la basura la visitaron, impidió su acceso al altar un vocinglero contingente de peregrinos, gente rústica (labriegos o recolectores de fruta, había supuesto Juan Diego), que no sólo oraban a gritos y grandes voces, sino que, además, con mucho alarde, se aproximaban de rodillas a la rutilante estatua de Nuestra Señora de la Soledad, casi a rastras por el pasillo central.
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