Traduzione per "caere" a spagnolo
Caere
Esempi di traduzione.
Subió sujetándose con cuidado y con mucho miedo de caer al agua.
Subió sujetándose con cuidado y con mucho miedo de caer al agua.
después al caer al piso, había que tener cuidado también, porque en el piso dormía alguien que no tenía litera y uno podía pisarlo.
después al caer al piso, había que tener cuidado también, porque en el piso dormía alguien que no tenía litera y uno podía pisarlo.
Comenzaban a caer las sombras de la noche sobre el cuidado jardín y sobre el conmovedor grupo, del cual salían breves murmullos de tristeza y compasión mezclados a otros sonidos de distintas naturalezas, como si un enfermo medio despierto intentara realizar un juramento.
Comenzaban a caer las sombras de la noche sobre el cuidado jardín y sobre el conmovedor grupo, del cual salían breves murmullos de tristeza y compasión mezclados a otros sonidos de distintas naturalezas, como si un enfermo medio despierto intentara realizar un juramento.
De las barcas lejanas y casi invisibles llega-ban, agrandados por la calma, el choque de una percha al caer sobre lacubierta, el chirrido de un mástil, las voces de los barqueros avisándosepara no tropezar en las revueltas de los canales.El conductor desorejado abandonó la percha, y saltando sobre lasrodillas de los pasajeros fue de un extremo a otro de la embarcaciónarreglando la vela para aprovechar la débil brisa de la tarde.Habían entrado en el lago, en la parte de la Albufera obstruida de car-rizales e islas, donde había que navegar con cierto cuidado.
De las barcas lejanas y casi invisibles llegaban, agrandados por la calma, el choque de una percha al caer sobre la cubierta, el chirrido de un mástil, las voces de los barqueros avisándose para no tropezar en las revueltas de los canales. El conductor desorejado abandonó la percha, y saltando sobre las rodillas de los pasajeros fue de un extremo a otro de la embarcación arreglando la vela para aprovechar la débil brisa de la tarde. Habían entrado en el lago, en la parte de la Albufera obstruida de carrizales e islas, donde había que navegar con cierto cuidado.
Podemos tenerlos olvidados en una estantería o en un baúl, dejarlos entregados al polvo o a las polillas, abandonarlos en la oscuridad de los sótanos, podemos no pasarles la vista por encima ni tocarlos durante años y años, pero a ellos no les importa, esperan tranquilamente, cerrados sobre sí mismos para que nada de lo que tienen dentro se pierda, el momento que siempre llega, ese día en el que nos preguntamos, Dónde estará aquel libro que enseñaba a cocer los barros, y el libro, finalmente convocado, aparece, está aquí en las manos de Marta mientras el padre cava al lado del horno una pequeña cueva con medio metro de profundidad y otro tanto de anchura, para el tamaño de las figuras no es necesario más, después dispone en el fondo del agujero una capa de pequeñas ramas y les prende fuego, las llamas suben, acarician las paredes, reducen la humedad superficial, luego la hoguera esmorecerá, sólo restarán las cenizas calientes y unas diminutas brasas, y será sobre éstas donde Marta, habiéndole pasado al padre el libro abierto en la página, haga descender, y con extremo cuidado vaya posando, una a una, las seis figuras de la prueba, el mandarín, el esquimal, el asirio de barba, el payaso, el bufón, la enfermera, dentro de la cueva el aire caliente todavía tiembla, toca la epidermis grisácea de la que, y también del interior macizo de los cuerpos, casi toda el agua ya se había evaporado por obra de la virazón y de la brisa, y ahora, sobre la boca de la cavidad, a falta de una rejilla adecuada para este fin, coloca Cipriano Algor, ni demasiado juntas ni demasiado separadas, como el libro enseña, unas barras estrechas de hierro por donde han de caer las brasas resultantes de la hoguera que el alfarero ya ha comenzado a atizar.
Podemos tenerlos olvidados en una estantería o en un baúl, dejarlos entregados al polvo o a las polillas, abandonarlos en la oscuridad de los sótanos, podemos no pasarles la vista por encima ni tocarlos durante años y años, pero a ellos no les importa, esperan tranquilamente, cerrados sobre sí mismos para que nada de lo que tienen dentro se pierda, el momento que siempre llega, ese día en el que nos preguntamos, Dónde estará aquel libro que enseñaba a cocer los barros, y el libro, finalmente convocado, aparece, está aquí en las manos de Marta mientras el padre cava al lado del horno una pequeña cueva con medio metro de profundidad y otro tanto de anchura, para el tamaño de las figuras no es necesario más, después dispone en el fondo del agujero una capa de pequeñas ramas y les prende fuego, las llamas suben, acarician las paredes, reducen la humedad superficial, luego la hoguera esmorecerá, sólo restarán las cenizas calientes y unas diminutas brasas, y será sobre éstas donde Marta, habiéndole pasado al padre el libro abierto en la página, haga descender, y con extremo cuidado vaya posando, una a una, las seis figuras de la prueba, el mandarín, el esquimal, el asirio de barba, el payaso, el bufón, la enfermera, dentro de la cueva el aire caliente todavía tiembla, toca la epidermis grisácea de la que, y también del interior macizo de los cuerpos, casi toda el agua ya se había evaporado por obra de la virazón y de la brisa, y ahora, sobre la boca de la cavidad, a falta de una rejilla adecuada para este fin, coloca Cipriano Algor, ni demasiado juntas ni demasiado separadas, como el libro enseña, unas barras estrechas de hierro por donde han de caer las brasas resultantes de la hoguera que el alfarero ya ha comenzado a atizar.
How many English words do you know?
Test your English vocabulary size, and measure how many words you know.
Online Test