Exemples de traduction
En plus…», il avait redressé la tête et croisé mon regard, et fit un nouvel effort évident pour mettre un peu de gaieté dans sa voix, «c’est un devoir pour un garçon d’enfumer sa chambre, vous êtes bien d’accord, docteur Faraday?»
Además —había levantado la cabeza y al verme se esforzó de nuevo en hablar más alegremente—, fumar en esta habitación es lo que debe hacer un hombre, ¿no cree, doctor Faraday?
Se leva, retourna dans son bourbier, s’enferma de nouveau dans un baraquement enfumé, représenta ses papiers, reprit l’avion, récupéra sa valise, monta dans un taxi au rétroviseur duquel pendait une main de Fatma, retrouva une femme qui ne l’aimait plus et une jeune fille qui ne s’aimait pas encore, les embrassa toutes les deux, honora ses rendez-vous, déjeuna avec Claire, toucha à peine son assiette, lui assura que tout allait bien, biaisa quand la conversation s’éloignait des espaces boisés classés et des opérations de maintenance programmées sur des bâtiments issus de la décentralisation, comprit que la fissure était en train de gagner du terrain quand il la vit disparaître au coin de la rue et que son cœur se cassa la gueule dans ses chaussures, secoua la tête, tenta de se disséquer sur le boulevard des Italiens, se fora en silence, analysa la qualité du terrain, conclut qu’il était en butte à une manifestation de pure complaisance, se méprisa, se cingla, fit volte-face, mit un pied devant l’autre et recommença, changea ses devises, se remit à fumer, fut désormais incapable d’absorber la moindre goutte d’alcool, perdit du poids, gagna des appels d’offres, se rasa moins souvent, sentit la peau de son visage se desquamer par endroits, renonça à scruter la bonde quand il se lavait les cheveux, devint moins loquace, se sépara de Xavier Belloy, reprit rendez-vous chez l’ophtalmo, rentra de plus en plus tard, et souvent à pied, souffrait d’insomnies, marchait le plus possible, se repérait aux bordures des trottoirs, traversait en dehors des clous, franchissait la Seine sans lever le nez, n’admira plus Paris, ne toucha plus Laurence, réalisa qu’elle creusait comme une gouttière dans la couette entre leurs deux corps quand elle se couchait la première, se mit à regarder la télévision pour la première fois de sa vie, fut sidéré, réussit à sourire à Mathilde quand elle lui annonça sa note de physique, ne réagissait plus quand il la surprenait faire son marché sur LimeWire, se foutait éperdument du pillage ambiant, se relevait la nuit, buvait des litres d’eau sur le carrelage froid de la cuisine, essaya de lire, finit par abandonner Koutouzov et ses troupes à Krasnoïé, répondait aux questions qu’on lui posait, répondit non quand Laurence le menaça d’une vraie conversation, se répéta quand elle lui demanda si c’était par lâcheté, resserra sa ceinture, fit ressemeler ses derbys, accepta une invitation à Toronto pour une conférence sur les environmental issues in the construction industry qui le laissait totalement indifférent, se mit en rogne contre une stagiaire, finit par lui débrancher son ordinateur, attrapa un crayon au hasard et lui ficha entre les mains, allez-y, s’impatienta-t-il, montrez-moi, vous, montrez-moi ce que je devrais voir, mit en branle un projet pour un complexe hôtelier près de Nice, fit un trou de cigarette dans la manche de sa veste, s’endormit au cinéma, perdit ses nouvelles lunettes, retrouva son livre sur Jean Prouvé, se rappela sa promesse, alla donc toquer chez sa grande un soir et lui lut ce passage à haute voix : « Je me souviens de mon père me disant : Tu vois comment l’épine s’accroche sur la tige de cette rose ?
Se levantó, volvió a su berenjenal, se encerró de nuevo en unos barracones llenos de humo, presentó sus documentos una vez más, volvió a coger el avión, recuperó su maleta, se subió a un taxi de cuyo retrovisor colgaba un amuleto africano en forma de mano abierta, volvió con una mujer que ya no lo quería y una chica que todavía no se quería a sí misma, las besó a las dos, cumplió con las citas que tenía pendientes, almorzó con Claire, apenas comió nada, le aseguró que todo iba bien, se escabulló cuando la conversación se alejaba de las zonas catalogadas de bosques y de las operaciones de mantenimiento programadas en edificios surgidos de la descentralización, comprendió que la fisura estaba ganando terreno cuando la vio desaparecer al doblar la esquina y se le cayó el alma en picado a los pies, trató de analizarse en el bulevar de los Italiens, se rompió por dentro en silencio, estudió la calidad del terreno, concluyó que estaba expuesto a una manifestación de complacencia pura y dura, se despreció, se flageló, dio media vuelta, puso un pie delante de otro y volvió a empezar, cambió sus divisas, volvió a fumar otra vez, fue desde entonces incapaz de absorber la más mínima gota de alcohol, perdió peso, ganó llamadas de ofertas, se afeitó menos a menudo, sintió descamársele la piel del rostro a trozos, renunció a escudriñar el desagüe cuando se lavaba el pelo, se volvió menos locuaz, se separó de Xavier Belloy, volvió a pedir cita con el oculista, empezó a volver a casa cada vez más tarde y a menudo a pie, padecía insomnio, caminaba lo más posible, se orientaba por los bordes de las aceras, cruzaba fuera de los pasos de cebra, atravesaba el Sena sin levantar los ojos del suelo, dejó de admirar París, no volvió a tocar a Laurence, se dio cuenta de que ella cavaba una especie de trinchera en el edredón entre los cuerpos de ambos cuando se acostaba antes que él, empezó a ver la televisión por primera vez en su vida, se quedó anonadado, consiguió sonreírle a Mathilde cuando le anunció la nota que había sacado en Física, ya no reaccionaba cuando la sorprendía bajándose música y películas de internet, le traía absolutamente al pairo el pillaje actual, se levantaba por la noche, bebía litros de agua descalzo sobre las baldosas frías de la cocina, trató de leer, terminó por abandonar a Kutuzov y a sus tropas en Krasnoye, respondía a las preguntas que se le hacían, contestó que no cuando Laurence lo amenazó con una conversación de verdad, volvió a decir que no cuando le preguntó si era por cobardía, se apretó el cinturón del pantalón, cambió las suelas de sus zapatos negros de cordones, aceptó una invitación para ir a una conferencia en Toronto sobre environmental issues in the construction industry que lo dejaba del todo indiferente, se cabreó con una becaria, terminó por desenchufarle el ordenador, cogió un lápiz y se lo plantó entre las manos, venga, se impacientó, enséñeme usted lo que debería ver, puso en marcha un proyecto para un complejo hotelero cerca de Niza, se hizo un agujero en la manga de la chaqueta con un cigarrillo, se durmió en el cine, perdió sus gafas nuevas, encontró su libro sobre Jean Prouvé, recordó su promesa, fue entonces a llamar a la puerta de Mathilde una noche y le leyó en voz alta este fragmento: «Recuerdo a mi padre decirme: ¿Ves cómo se agarra la espina al tallo de esta rosa?
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