Traduction de "hoquetant" à espagnol
Hoquetant
Exemples de traduction
demanda Antoine en hoquetant.
-preguntó Antoine con hipo.
Kayla renifle et s’endort en hoquetant, après quoi je lave tout à l’eau et au savon jusqu’à ce que la salle de bains soit aussi blanche qu’avant.
Kayla resuella y se queda dormida, le entra hipo mientras duerme, y entonces lo limpio todo con agua y jabón hasta que el blanco se queda igual de blanco que estaba.
Il se mit à rire en dégageant ses dents jaunes et en hoquetant, tout en regardant d’un air compatissant les garçons interloqués, et dans son regard il y avait une lueur diabolique, qui rappela à mon grand-père la bêtise insensée de la chèvre dans leur petite courée.
Se echó a reír, dejando al descubierto sus dientes amarillos, y le entró un breve ataque de hipo, mientras observaba con aire compasivo el pasmo que su relato había causado en los críos. En su mirada había un brillo diabólico que a mi abuelo le recordó a la bobalicona y vacua expresión de la cabra que tenían en el patio de su casa.
Le chemin menant chez la mère de Pip était spongieux, recouvert d’aiguilles de séquoia délogées et trempées par la pluie, dont le bruit entourait Pip sur une multiplicité de rythmes : un crépitement régulier en fond sonore, ponctué de chocs plus lourds, de gargouillis hoquetants.
El camino que llevaba a la cabaña de la madre de Pip parecía esponjoso de tanta pinaza caída y empapada por la lluvia, cuyo sonido polirrítmico envolvió a Pip; un patrón fijo de fondo, un goteo más fuerte, unos gorgoritos como de hipo.
Je passe sur les effusions lacrymales et le récit hoquetant que je lui fis des catastrophes de la journée, d’abord Melvin Downs, puis les bourdes de Nancy Sullivan, ce que j’avais découvert au palais de Justice et les ponctions opérées dans les comptes bancaires de Gus, plus ma visite au cabinet de l’avocat, et après ce lamentable cafouillage, le retour à la case départ : Melvin Downs !
No contaré mi llorera ni la descripción entrecortada, interrumpida por el hipo, de los desastres del día, empezando por Melvin Downs, siguiendo con las meteduras de pata de Nancy Sullivan, lo que había averiguado en el juzgado sobre los cargos a las cuentas de Gus y la visita al bufete del abogado, y volviendo de nuevo a Melvin para poner fin al patético relato.
Le vent balaya tout le parc, fit trembler les chênes, le pavillon d’été, puis ils entendirent les voix s’élever triomphalement au-dessus de leurs têtes avant de s’éteindre, ne laissant derrière elles que quelques morceaux de voile flottant dans les airs, que le grincement des tuiles sur le toit du château, l’effrayant claquement des lambeaux de gouttières contre le mur… Ils restèrent un instant les yeux fixés sur la clairière puis, comme il ne se passa rien, peu à peu ils reprirent leurs esprits. « Je crois que c’est fini, dit Irimiás en hoquetant.
El viento recorrió el parque, los robles se agitaron, y vibró también el ruinoso pabellón de verano; luego oyeron las voces cristalinas que sonaban triunfantes sobre sus cabezas y se iban apagando poco a poco, de manera que no quedaron más que unos jirones de velos en el aire, el ruido de las tejas en la cubierta desvencijada del castillo, los golpes aterradores contra el muro de los canalones de hojalata que colgaban rotos… Durante unos minutos permanecieron paralizados contemplando el claro, pero luego, como no ocurría nada, recobraron el juicio: «Creo que ha terminado», sentenció Irimiás, y soltó un sonoro hipo.
Après l’abandon, la maison se détériora peu à peu. La bonne table d’antan laissa place à une infecte tambouille, le lit se transforma en un désert stérile et le père de Jacobo, malade de tristesse, plus veuf que les vrais veufs, se réfugia chaque jour plus profondément dans la lecture et un silence rancunier auquel il renonçait parfois, émettant une phrase brève ou en hoquetant de manière régulière l’éternel même commentaire, écho d’amertume de sa mémoire : « Elle s’appelait Rose, ta mère, la défunte, véritable bouquet d’épines. » Il répétait le même vers, y ajoutant parfois des variantes : « Bourrée d’épines était Rose, la défunte, ta mère. » Il n’exprimait rien d’autre sinon les mots vraiment indispensables pour ne pas vivre hors du monde.
Tras el abandono, la casa se fue cayendo poco a poco, la buena mesa de antes se convirtió en bazofia culinaria, la cama era un desierto estéril de pesadillas eróticas, y el padre de Jacobo, enfermo de resentimiento, más viudo que los viudos verdaderos, se refugió cada vez más en la lectura y en un silencio rencoroso al que apenas de cuando en cuando renunciaba con una frase breve o con el hipo intermitente del mismo comentario, un eco de amargura en su memoria: «Se llamaba Rosa, tu madre la difunta, y era un puñado de espinas». Siempre el mismo sonsonete con pequeñas variaciones: «Espinas fue la Rosa, tu madre la difunta». Y poco más decía, salvo lo meramente indispensable para no vivir fuera del mundo, y la misma jaculatoria repetida entre dientes todas las mañanas, cuando abría los ojos y veía a su lado un vacío como de precipicio: «Este es el despertar de un condenado a muerte».
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