Traduction de "j'ai occupé" à espagnol
J'ai occupé
Exemples de traduction
J’étais l’hôte et Morrison prétendit que je devais en occuper le haut bout.
Yo era el anfitrión, y Morrison sostuvo que debía sentarme a la cabecera de la mesa.
Il leva les yeux, croisa un instant son regard et se replongea dans son livre sans plus s’occuper d’elle.
Él levantó la vista, sostuvo su mirada por un instante y volvió a su lectura, olvidándola inmediatamente.
Il s’assit au chevet de sa grand-mère et la redressa de son unique bras valide, l’autre côté du lit étant occupé par son médecin.
Se sentó junto a su abuela y la sostuvo con el brazo bueno, mientras el médico se sentaba al otro lado.
J'avalai une gorgée de bière et soutins son regard sans gêne: est-ce que cette fille était au moins capable de s'occuper correctement d'une bite?
Bebí un trago de cerveza y le sostuve la mirada sin sentirme incómodo; ¿sería capaz aquella chica, al menos, de ocuparse correctamente de una polla?
il soutint avec beaucoup d’adresse notre conversation particulière, en ne paraissant s’occuper que de la conversation générale, dont il eut l’air de faire tous les frais.
Es menester hacerle la justicia de decir que sostuvo muy bien la conversación particular conmigo, no pareciendo ocuparse sino de la general, con la que tuvo el aire de hacerse todo el gasto.
Tu as bien fait de le retenir le temps que nous puissions nous occuper de lui. » Le jeune mage s’agenouilla pour tirer du fourreau la longue épée de Dilvish, qu’il jeta à l’autre bout de la pièce.
Muchas gracias por entretenerlo aquí para que nos diese tiempo a encargarnos de él. Ridley se arrodilló, sacó de su vaina la larga espada que había caído junto a Dilvish y la arrojó al otro lado de la habitación. Luego, dándole la vuelta a Dilvish, desenvainó también la daga y la sostuvo en alto. —Será mejor que termine el trabajo. —¡Estúpido!
Il alla dans la cuisine, sans cesser de se représenter Herbert Molin à ses côtés. Un homme de soixante-quinze ans, seul. Qui se lève le matin, se prépare à manger, fait passer le temps. On s’occupe toujours à quelque chose.
De nuevo volvió a la sala de estar, de donde pasó a la cocina, sin dejar de imaginarse a su lado la persona de Herbert Molin, un anciano solitario de setenta y seis años que se levantaba por las mañanas, cocinaba, veía pasar los días… «Las personas siempre hacen algo», sostuvo para sí. «También Herbert Molin debía de hacer algo.
— Hey, Covadonga, yes or no, c’est vrai que tu as repéré une autre Caribéenne ? C’est vrai qu’une nouvelle Cubaine occupe une place dans ton cœur ? Elle n’eut pas le temps d’y réfléchir à deux fois. Deux pas rapides permirent à Mona d’atteindre l’automobile. Elle poussa le persécuteur et retint de justesse l’invité sous les bras alors qu’il pliait les genoux et tombait par terre.
Hey, Covadonga, say yes or no, ¿es cierto que le tiene echado el ojo a otra caribeña?, ¿es verdad que otra cubana va camino de ocupar su corazón? No hubo tiempo para pensárselo: con unos cuantos pasos rápidos, Mona alcanzó el automóvil, dio un brusco empujón al fustigador para apartarlo y sostuvo al invitado por debajo de la axila justo cuando a éste se le doblaban las rodillas y estaba a punto de precipitarse al suelo. Cerró él entonces los ojos —clarísimos y aterrados— y en su cara se plasmó un gesto de alivio infinito.
Qu’il soit extrêmement beau m’avait donné une formidable joie de vivre et quelques déceptions. Qu’on ne puisse lui faire confiance avait fini par détruire complètement la vie de Virtudes et la mienne aussi : moi, j’avais survécu, mais pas elle. Aucun des lapins qu’il m’avait posés, aucune de ses infidélités, aucun de ses voyages et aucune de ses missions fictives – si secrètes, disait-il toujours, qu’il ne pouvait en parler à personne, même pas à moi –, et qui se terminaient toujours de la même façon – par quelqu’un venant me raconter qu’on l’avait aperçu en compagnie d’une, de deux, ou même de trois femmes, en train de parader dans les tavernes tout en prétendant qu’il en avait assez de coucher avec une petite bourgeoise de la rue Montesquinza, entre les draps de fils brodés à la main de sa sainte mère –, ne m’avaient suffi à comprendre l’individu misérable qui s’était présenté, comme il l’avait fait, la dernière fois devant moi. Pendant tout ce temps, je travaillais, travaillais et travaillais sans relâche, au bureau du Secours rouge que j’avais moi-même installé chez mes parents et dont je m’étais occupée toute seule presque jusqu’à la fin de la guerre, grâce à la considérable quantité d’argent qui se trouvait dans le coffre. Je n’arrivais pas à croire les confidences de ces hommes et de ces femmes qui s’évertuaient à m’ouvrir les yeux. Je voulais ignorer ses prouesses de gigolo de bas étage, car j’étais amoureuse de lui, voilà tout, car j’étais persuadée que, tôt ou tard, il me reviendrait avec des baisers, des caresses et des mots doux – Pardonne-moi, pardonne-moi, je suis un imbécile, mais je t’aime. Si je fais cela, c’est parce que je n’arrive pas à comprendre qu’une femme aussi bien que toi puisse aimer un pauvre type comme moi, qui ne suis rien du tout, qui ne possède rien dans la vie.
Ninguno de sus plantones, de sus infidelidades, todas esas mentiras de viajes repentinos, misiones importantes, encargos secretos que no me podía contar ni siquiera a mí y que siempre terminaban igual, cuando era otro quien me contaba que le habían visto con una, o con dos, o con tres, exhibiéndose por las tabernas, porque otra vez se había cansado de alardear de que se cepillaba por las noches a una burguesita de la calle Montesquinza entre las sábanas de hilo bordadas a mano de su santa madre, me preparó para verle como le vi por última vez. Y yo, que mientras tanto trabajaba, y trabajaba, y trabajaba sin cansarme jamás, en la oficina del Socorro Rojo que había instalado en casa de mis padres y que sostuve sin ayuda de nadie, casi hasta el final de la guerra, con el dineral que había en la caja fuerte, no lograba agradecer las confidencias de esos hombres, esas mujeres empeñadas en arrancarme la venda de los ojos, y le quitaba importancia a sus proezas de chulo barriobajero porque estaba enamorada de él, porque sabía que antes o después volverían los besos, los abrazos, las palabras calientes, «perdóname, perdóname, soy un imbécil pero te quiero, es sólo que no puedo creerme que una mujer como tú me quiera a mí, a mí, que no soy nada, un desgraciado que no tiene donde caerse muerto, pero tú sabes que te quiero, Inés, que te quiero, te quiero tanto que ni siquiera lo entiendo, y el amor es siempre un problema para un revolucionario, y querer a una mujer como tú, mucho más, porque tú eres mi revolución dentro de la revolución, Inés, por eso a veces se me olvida todo y me vuelvo loco, pero tienes que perdonarme, porque te quiero tanto, tanto…». Él, que tenía un pico de oro, que se las sabía todas, y sobre todo la mejor manera de explotar el pecado original de la riqueza de mi familia, de mis antecedentes burgueses y derechistas, de mi complejo de inferioridad de señorita acomodada, sólo necesitó dos palabras para venderme.
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