Käännös "j'entendis" espanja
Samankaltaiset kontekstilausekkeet
Käännösesimerkit
Je tendis l’oreille mais n’entendis pas le moindre son.
Esforcé el oído, pero no se escuchaba nada de nada.
« Enfin ! » l’entendis-je murmurer à mon oreille.
«Por fin…», murmuró a mi oído.
Dans le lointain, j'entendis Baoghal susurrer :
En la lejanía, he oído susurrar a Baoghal:
J’écoutai, tendant l’oreille, mais n’entendis rien.
Agucé el oído, pero no oí nada.
Puis j’entendis Rachel me dire à l’oreille :
Entonces Rachel me susurró al oído:
Bientôt j’entendis une voix chuchoter à mon oreille :
En este instante, una voz susurró a mi oído:
—Où j'entendis le nom de Dorian Gray.
– De dónde he oído el nombre de Dorian Gray.
De nouveau, il approcha sa bouche de mon oreille et j’entendis :
De nuevo, acercó su boca a mi oído y escuché:
Je tendis l’oreille, mais n’entendis aucun bruit ;
Agucé el oído pero no oí ningún ruido;
— Vous avez sûrement dû m’entendre revenir, insistai-je, et je l’entendis soupirer.
—Tiene que haberme oído regresar —insistí.
Ce fut tout ce que j'entendis.
Eso fue todo lo que .
Je vis ce que je vis, j’entendis ce que j’entendis, et mon âme en fut malade ;
Vi lo que vi y lo que , y mi espíritu quedó conmocionado;
Toujours est-il que je ne l’entendis pas.
Desde luego, yo no lo .
Je l’entendis, moi, mais pas Moraima.
Yo lo , pero Moraima no.
Ce fut alors que je l’entendis.
En ese momento algo.
J’entendis la voiture s’avancer, je l’entendis repartir.
que llegaba el carruaje y se iba.
J’entendis des pas qui s’approchaient.
unos pasos que se acercaban.
J’entendis ses fossettes.
sus hoyitos en las mejillas.
Il soupira, je ne l’entendis pas.
Pareció suspirar, pero no lo .
J’entendis des pas, derrière moi.
pasos a mi espalda.
J’entendis un miaulement.
Escuché un maullido.
Je n'entendis pas ce qu'il me répondit.
No escuché su respuesta.
Je l’entendis, mais enregistrée.
Y la escuché, pero en una grabación.
J’entendis ses pas à l’intérieur.
Escuché sus pasos dentro.
J’entendis la porte s’ouvrir.
Escuché que la puerta se abría.
La voix que j’entendis était enrouée.
La voz que escuché era de arena.
J’entendis des voix dans le couloir.
Escuché voces en el pasillo.
J’entendis le sifflement, en hurlant.
Escuché el silbido, aullando.
Il était tout proche. Il avait entendu chacun des mots que nous venions de prononcer, avait reçu en plein cœur la nouvelle de notre prochaine union. La plainte déchirante se transforma en sanglot étranglé, puis le calme revint. Si je ne l’entendis pas fuir, je ressentis sa soudaine absence avec violence. — Parce que ton radiateur est hors d’usage, marmonna Edward.
Se hallaba muy cerca y había escuchado todas y cada una de mis palabras, y sentía un dolor agudo, como una agonía. El aullido se quebró en un peculiar sollozo estrangulado y después se hizo el silencio de nuevo. Esta vez tampoco fui capaz de escuchar su marcha, pero la sentí: reparé en la ausencia que antes había malinterpretado, noté el vacío que había dejado su partida. –Parece que a tu estufa se le ha acabado el butano -respondió Edward con serenidad-.
Et soudain le silence à nouveau, un mirage de paix que venait rompre la voix du lieutenant : « Emmenez celui-ci et remmenez-moi le précédent. » L’acuité de son accent transperçait la cloison, envahissait mes oreilles telle une malédiction, une menace, une promesse de l’enfer qui allait ressusciter dans l’instant. Et à nouveau des hurlements, encore des coups, les échos d’une douleur de plus en plus nue, plus épuisée. Encore plus de douleur : « Ne me frappez plus, je ne sais rien d’autre, je vous ai tout dit, je vous assure que je ne sais rien, ne me frappez plus. » Puis j’entendis un bruit différent, léger, doux et plus terrible : le bruit des pas de ma petite sœur Pepa sur les tommettes. « Que se passe-t-il, Nino ? Que font-ils ? Qu’est-ce que c’est ? Je ne peux pas dormir. » Les larmes frémissaient dans sa petite voix, à peine un filet, terrorisée et sale, qui réveilla la mienne. « Ce n’est rien, petite sœur, juste un film », ma voix prenait de l’assurance tandis que je mentais, « ils passent un film », tout comme Dulce m’avait menti quelques années auparavant, « viens, mouche-toi », j’avais alors entendu tellement de coups que je pouvais les distinguer les uns des autres.
—No. —No se puede vivir así, Antonino, así no se puede vivir, porque mañana es fiesta, pero pasado habrá que ir a la compra, y me tocará hacer cola con las mujeres, con las madres, con las hermanas de esos a los que les acabáis de romper todos los huesos, y no tendré valor para mirarlas a la cara, ¿me oyes?, me faltará el valor, y tus hijos saldrán a la calle, a jugar, y los otros niños no querrán ni rozarse con ellos, les tratarán como a unos apestados, y tú no te enterarás de nada, claro, tú, como llevas uniforme, pues… No era la primera vez que escuchaba aquel discurso, aquella voz monótona que se deshilaba en cada sílaba, porque apenas llegaba entera al final de cada palabra pero conservaba las fuerzas justas para pronunciar la primera sílaba de la palabra siguiente y agonizar de nuevo, muy despacio. Había escuchado otras veces discursos semejantes pero ninguno había terminado como aquel. —¿Qué te pasa, Antonino? —porque de repente, madre volvió a ser ella, a hablar como ella, y sus pies a resonar veloces sobre el suelo—. ¿Qué tienes? No hubo respuesta, sólo un sonido ronco, gutural, anacrónico, como si el tiempo se hubiera vuelto loco, como si el ruido de los calabozos hubiera resucitado por su cuenta para instalarse en la cocina de mi casa, donde nadie acompañaba a mis padres.
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