Samankaltaiset kontekstilausekkeet
Käännösesimerkit
El perro se convirtió en un incordio mientras levantaban el campamento, pues optó por juguetear y sobresaltar a los faisanes de plumaje rojiblanco, que le rehuyeron sobresaltados, balanceando la cabeza sin cesar, y siguió así hasta que de pronto se quedó inmóvil y no movió ni un músculo de su cuerpo flaco y larguirucho.
Le chien se montra insupportable tandis qu’ils dressaient le camp, à gambader partout en pourchassant les gros faisans brun et blanc qui s’enfuyaient avec indignation, la tête ballante ; puis il se figea brusquement, en position d’arrêt.
—Nunca lo he visto juguetear —murmuré—.
— Je ne vois jamais ce chien s’ébattre.
Cuando sonaban las notas altas, sentía que su espíritu flotaba en el aire para juguetear con las nubes.
Quand résonnaient les notes aiguës, son esprit s’envolait au ciel pour s’ébattre avec les nuages.
desnudos y despreocupados, todos los deseos y aspiraciones del Yo interior pueden juguetear y retozar a sus anchas en el oleaje del sueño sin guardia ni vigilancia.
nues et insouciantes les aspirations et les envies du Moi intérieur peuvent s'ébattre à l'aise dans le flot libre du rêve.
Por lo tanto, reprimió un fuerte estremecimiento de repulsión y se metió en el agua hasta el cuello, dejando escapar el aire ante el súbito choque frío, y luego una breve risa. La risa era todo lo que él esperaba oír para empezar a juguetear alrededor de ella como una mariposa, sintiéndose tan en su elemento en el agua como cualquier pez.
Elle réprima alors un frisson de répulsion et se trempa jusqu’au cou, le souffle coupé par le froid, se mettant à rire malgré elle. Ce rire était tout ce qu’il souhaitait entendre. Il se mit à s’ébattre autour d’elle comme un marsouin, aussi à l’aise et dans son élément qu’un poisson.
Su mirada se dirigió hacia la superficie y vio juguetear a Hist't y a Keepiru.
Son regard se porta vers la surface et il y vit batifoler Hist-t et Keepiru.
Que él, Pollak (Henri), cabo furriel nativo de Montparnasse, tenía un colega que se llamaba Karaschmerz y que (Karaschmerz, pero también Pollak Henri, y cualquiera: a esa edad es lo normal) se desvelaba por una chica y que él (sigue tratándose de Karaschmerz) manifestaba una indiferencia notoria y a pesar de todo desenfadada acerca de los desacuerdos que oponían el futuro de Francia, por un lado, y un atajo de gamberros y de delincuentes comunes, por otro lado, y que él (Karaschmerz, again) había expresado el deseo de permanecer en Francia viéndolas venir en los brazos de la mujer de sus desvelos, en vez de ir a juguetear por los cerros argelinos, y que él (es decir, Pollak Henri) se había emocionado como el día de su primera comunión y que había preguntado qué podía hacer, al tiempo que se decía in petto y en su fuero interno que no podía hacer nada, y que él (Karaschmerz) le había sugerido que él (Henri Pollak) le pasase encima del pie con un Yip, con el objeto de que una vez estropiado (Karaschmerz, naturalmente) iría al hospital militar y que (Karaschmerz, evidentemente) tendría una larga convalecencia y que ya se (o sea todos en general, y más concretamente Karaschmerz, Póllak Henri, las mujeres de sus desvelos y, para complacerle, el guardia de tráfico que regula la circulación en el cruce de la calle Boris-Vian con el bulevar Teilhard-de-Chardin) vería cómo pintaban las cosas, y que quizás la firman, la paz.
Que lui, Pollak (Henri), maréchal des logis natif de Montparnasse, il avait un pote qui s’appelait Karaschmerz et qu’il (Karaschmerz, mais Pollak Henri aussi, et tout le monde : à cet âge, c’est normal) avait une fille dans la peau et qu’il (toujours Karaschmerz) manifestait une indifférence notoire et nonobstant sympathique vis-à-vis du différend qui opposait l’avenir de la France, d’une part, et quelques ramassis de trublions et de droit-commun, d’autre part, et qu’il (Karaschmerz again) avait manifesté le désir de demeurer en France à se la couler douce dans les bras de celle qu’il avait dans la peau, au lieu de s’en aller batifoler dans les djebels, et qu’il (c’est-à-dire Pollak Henri) s’était senti ému comme le jour de sa première communion et qu’il avait demandé ce qu’il pouvait faire, tout en se disant in petto et dans son for intérieur qu’il n’y pouvait rien, et qu’il (Karaschmerz) avait suggéré qu’il (Henri Pollak) lui passât sur le pied avec une Djip afin qu’une fois estropié il (Karaschmerz, bien sûr) irait à l’hôpital militaire et qu’il (Karaschmerz de toute évidence) aurait une longue convalescence et qu’on (c’est-à-dire tout le monde en général, et plus particulièrement Karaschmerz, Pollak Henri, les filles qu’ils avaient dans la peau, et, pour lui faire plaisir, l’agent de police qui règle la circulation au croisement de la rue Boris-Vian et du boulevard Teilhard-de-Chardin) aurait le temps de voir venir et que peut-être la paix elle est signée.
—Le aconsejaría a tu amigo que dominase a los clásicos antes de juguetear con los modernos. ¿Suena a consejo inofensivo?
« Je conseillerais à votre ami de maîtriser les classiques avant de folâtrer avec la musique contemporaine. » Simple conseil ?
Pero, desde la llegada de la Javanesa, especie exótica que excitaba sus sentidos y fantasías, comenzó también a juguetear con Judith, cuando sus padres no andaban cerca.
Mais depuis l’arrivée de la Javanaise, espèce exotique qui excitait ses sens et ses fantasmes, il s’était mis aussi à folâtrer avec Judith, quand ses parents ne le voyaient pas.
Antes de irme, decidí dar una última vuelta alrededor del pantano, con la carabina en la mano, no para cazar realmente, porque no podría llevarme la pieza que cobrara, sino para brindar por última vez a Fox la satisfacción de juguetear en la maleza, de rastrear los olores del sotobosque, antes de abordar la travesía de los llanos.
Avant de partir je décidai de faire une dernière promenade autour du lac, ma carabine à la main, non pour chasser vraiment, car je ne pourrais pas emporter le gibier, mais pour offrir à Fox une dernière fois la satisfaction de folâtrer dans les fourrés, de flairer les odeurs du sous-bois, avant d'aborder la traversée des plaines.
En lo alto de la colina, sobre la doble cubierta del pórtico del monasterio, unas nubes oscuras, gigantescas y airadas aparecieron de pronto en el cielo azul claro, hasta entonces despejado y radiante, como si una tropa amenazadora hubiera irrumpido de repente en un escenario mudo, neutro e inmóvil, o sea, que hubo en un momento un cielo radiante y en el siguiente, impulsada por un viento de una intensidad tremenda, una masa sombría, plúmbea y expansiva cuyas dimensiones no podían calibrarse con precisión puesto que no cesaba de crecer, se hinchaba de forma impredecible, se mezclaba, se esparcía, y necesitaba escasos minutos para cubrir el cielo, ya que la tormenta infernal empujaba y presionaba esa masa negra y mortífera que de súbito lo oscureció todo, de manera que se hizo silencio, callaron los pájaros en las proximidades, cesó la suave brisa, y llegó entonces un instante en el que todo se detuvo, llegó un instante en el que se paró el mundo, y en ese momento dejaron de temblar las hojas, dejaron de mecerse las ramas de las plantas y dejaron también de fluir las corrientes en los vasos de los troncos, de los tallos, de las raíces, se quedó inmovilizada la columna multitudinaria de hormigas que atravesaban un sendero transportando sus herramientas y asimismo una piedra que acababa de ponerse en movimiento y que dejó de rodar, como la carcoma que dejó de horadar los pilares y las consolas y la pequeña rata que frenó y alzó la cabeza tras las enormes coles del huerto, o sea, en una palabra, que todos, plantas y animales y misteriosos procesos internos, suspendieron su existencia de sopetón para que llegase luego el momento siguiente y todo continuara su curso allí donde lo había dejado, volviendo la rata a inclinarse sobre las coles, la carcoma a abrir su camino, la piedra a rodar un poquito, y todo se puso realmente en marcha, los flujos en el tronco y en el tallo y en las raíces, la oscilación en las ramas y el temblor en las hojas, todo el mundo volvió a ponerse en movimiento, con cautela primero, de forma más intensa luego, como los pájaros que comenzaron a gorjear en las proximidades, y empezó a aclararse arriba, empezó a despejarse por el noreste aquel cielo sombrío, y aquellas plúmbeas nubes impulsadas por el vendaval terrorífico galopaban enloquecidas rumbo a sudoeste, ya apenas resultaba creíble la presencia inconmensurable de toda aquella masa hacía un momento, ya sólo se le veía la cola y, por último, un jirón, un trapo mojado, desgarrado y agorero en el cielo, que, como si no hubiera ocurrido nada, volvía a lucir el azul de antes, pues brillaba el sol y no quedaba ni huella de aquel viento salvaje y tempestuoso y, es más, volvió a aparecer entre los batientes de la puerta aquella brisa suave y tibia, que en seguida lo intentó con la hoja derecha, pero ésta, inclinada y colgada como estaba, pendiendo con todo su peso de aquella bisagra de bronce, la de arriba, se mostró inamovible, claro está, paralizada en la historia de la destrucción de antaño, aunque ha de añadirse, en honor a la verdad, que la brisa se limitó a acariciarla, a juguetear con ella, como quien dice, a probar cuánto pesaba y siguió luego su camino hacia el espacio vacío del patio donde reinició, dando una vuelta, su particular trabajo.
Là-haut, au sommet de la colline, au-dessus du double toit du temple, apparurent brusquement dans le ciel radieux d’un bleu limpide quelques énormes nuages noirs et menaçants, on aurait dit des hordes sauvages faisant irruption sur une scène statique, muette et impassible, le ciel était limpide et, une minute plus tard, poussée par un vent d’une force terrible, cette masse sombre, en provenance du nord-est, lourde, pesante, déferlait, une masse dont il était en vérité impossible de mesurer l’étendue car elle croissait sans cesse, gonflait dans des proportions imprévisibles, se repliait, tournoyait, débordait, en quelques minutes à peine elle envahit tout le ciel, car ce démoniaque vent de tempête poursuivait, chassait, poussait en avant, bousculait cette funeste masse noire, le jour s’obscurcit soudain, le silence tomba, les oiseaux se turent, la brise s’évanouit, et puis, l’instant suivant, tout s’arrêta : l’espace d’un instant, un unique instant, le monde s’arrêta, le chuchotement des feuilles cessa, le balancement des branches cessa, le flux circulant à l’intérieur des troncs, des tiges et des racines cessa, une armée de fourmis, jusqu’ici occupée à charrier sans relâche ses vivres à travers un sentier, s’immobilisa, un caillou qui venait de s’élancer stoppa sa course, les vers cessèrent de ronger les colonnes et les consoles, un rat ralentit ses gestes et leva son museau derrière les énormes choux du potager, en un mot, tous les animaux, toutes les plantes, et les pierres, et l’ensemble des mouvements internes secrets suspendirent, un instant, le cours de leur existence pour, l’instant suivant, le reprendre là où ils l’avaient arrêté, et le rat se pencha à nouveau vers le pied du chou, les vers se remirent à ronger les galeries, le caillou roula sur quelques centimètres, oui, tout redémarra, le flux circulant à l’intérieur des troncs, des tiges et des racines, le balancement des branches, le chuchotement folâtre des feuilles, le monde entier redémarra, les oiseaux reprirent, d’abord timidement puis à tue-tête, leur chant, la clarté revint, le ciel commença à s’éclaircir au nord-est, les lourds nuages, avec cet horrible vent de tempête à leurs trousses, filaient à une vitesse folle vers le nord-ouest, on avait peine à croire à l’existence, quelques instants auparavant, de cette masse incommensurable, on n’en distinguait plus que l’extrémité, un fragment, puis un lambeau, une sinistre guenille détrempée et lacérée dans un ciel qui – comme si rien ne s’était passé – baignait à nouveau dans un bleu limpide, le soleil brillait, il ne restait plus aucune trace de la violente tempête, la petite brise, qui jouait précédemment entre les battants de portes, réapparut et se précipita aussitôt contre le battant de droite, mais celui-ci, brisé, pesant de tout son poids sur la charnière en bronze qui le retenait, s’était jadis figé au cours de sa destruction, et se révéla inflexible, il est vrai que la brise s’était contentée de le caresser, de le taquiner, comme pour évaluer son poids, avant de poursuivre sa course vers l’espace ouvert de la cour, où elle reprit en tourbillonnant son étrange activité.
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